En el marco de un estudio realizado en el estado de São Paulo, se analizaron los índices socioeconómicos y ambientales de los 180 municipios que forman la megarregión que rodea a la capital paulista. La carencia de zonas ambientales remanentes agrava las disparidades y la interdependencia entre los distintos territorios del área urbana (vista aérea de la ocupación urbana alrededor de la represa Guarapiranga, en la ciudad de São Paulo/foto: Léo Ramos Chaves, revista Pesquisa FAPESP)
En el marco de un estudio realizado en el estado de São Paulo, se analizaron los índices socioeconómicos y ambientales de los 180 municipios que forman la megarregión que rodea a la capital paulista. La carencia de zonas ambientales remanentes agrava las disparidades y la interdependencia entre los distintos territorios del área urbana
En el marco de un estudio realizado en el estado de São Paulo, se analizaron los índices socioeconómicos y ambientales de los 180 municipios que forman la megarregión que rodea a la capital paulista. La carencia de zonas ambientales remanentes agrava las disparidades y la interdependencia entre los distintos territorios del área urbana
En el marco de un estudio realizado en el estado de São Paulo, se analizaron los índices socioeconómicos y ambientales de los 180 municipios que forman la megarregión que rodea a la capital paulista. La carencia de zonas ambientales remanentes agrava las disparidades y la interdependencia entre los distintos territorios del área urbana (vista aérea de la ocupación urbana alrededor de la represa Guarapiranga, en la ciudad de São Paulo/foto: Léo Ramos Chaves, revista Pesquisa FAPESP)
Por Maria Fernanda Ziegler | Agência FAPESP – Científicos están analizando en Brasil una cuenta que no cierra y que concierne a los índices socioeconómicos y ambientales. Entre los 180 municipios que forman la macrometrópolis paulista –una megarregión cuya extensión es el resultado de la suma de cinco áreas metropolitanas del estado de São Paulo– existen aquellos que reciben y aquellos que proveen servicios ecosistémicos. Sin embargo, son los municipios proveedores, con una fuerte actuación en el suministro de agua y de alimentos, y aportes a la generación de energía destinada a los demás, los que padecen las mayores inequidades en términos de desarrollo humano e inclusión social.
“Desde que el mundo es mundo, las aglomeraciones urbanas impulsan el desarrollo económico. Pero existe una condición para la existencia de las ciudades: solo hay vida si existen los llamados servicios ecosistémicos que aseguren la provisión de insumos tan básicos como el agua, la energía y los alimentos. Para que esto se materialice en todo el tejido urbano de la macrometrópolis, existe una interrelación entre los municipios; pero lo que se ve son grandes desproporciones que tienden a perjudicar o a no tener en cuenta la importancia de esos intercambios”, dice Leandro Giatti, docente de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de São Paulo (USP) e investigador del Proyecto Temático Macroamb, que cuenta con el apoyo de la FAPESP, referente a la macrometrópolis paulista.
Giatti estuvo al frente de un estudio publicado en el Journal of Cleaner Production, en el cual se evaluaron las relaciones entre los municipios teniendo en cuenta el contexto de injusticia ambiental existente en el abastecimiento y la producción de agua, energía y alimentos en la macrometrópolis paulista.
En el artículo publicado, los investigadores hacen hincapié en que los municipios proveedores de servicios ecosistémicos –y, por ende, que suministran el soporte necesario para la vida en la macrometrópolis– son los que registran las mayores inequidades en términos de desarrollo humano e inclusión social.
Los 180 municipios quedaron divididos en cuatro grupos distintos: tres de receptores (la capital paulista, el interior y los receptores desarrollados) y un agregado de municipios con fuerte actuación en el suministro de agua y alimentos, y aportes a la generación de energía.
“La evaluación para el desarrollo y la gestión del agua, la energía y los alimentos siempre se lleva a cabo desde la óptica de la cuestión económica. Pero que hay una cuenta que aún debe efectuarse: son 34 millones de habitantes que necesitan agua, energía y alimentos para sobrevivir. Las industrias también los necesitan. Por eso es importante incluir estas complejidades en los análisis del desarrollo de la región”, dice Giatti.
La zona de la macrometrópolis paulista reúne a alrededor de 34 millones de habitantes y abarca a las áreas metropolitanas de São Paulo, Campinas, Sorocaba, Baixada Santista y los alrededores de la región de Vale do Paraíba. Desde la década de 1950, el estado de São Paulo se ha venido urbanizando de manera rápida, y a menudo desordenadamente. No por casualidad, las llamadas infraestructuras verdes y azules (parques urbanos, reservas forestales, cursos de agua y techos verdes) han cobrado relevancia, con el aumento de las demandas y las amenazas a la provisión de servicios ecosistémicos tales como el agua, la regulación climática y la formación de suelos para el cinturón verde de suministro de alimentos.
“Las áreas remanentes garantizan agua, regulación climática y la formación de los suelos del cinturón verde para la provisión de alimentos. Y en una gran densificación urbana, tal como es el caso de la macrometrópolis paulista, hay que asegurarse de que esos recursos lleguen cada vez desde más lejos. Esta inequidad muestra la carencia de un proyecto adecuado a los municipios que proveen esos servicios de soporte a la vida, ya sea en los planes municipales o en las grandes obras de ingeniería orientadas al abastecimiento de agua, energía y alimentos”, afirma Giatti.
Los ganadores y los perdedores
De este modo, entre los diversos ejemplos hallados en el estudio y referentes a la disparidad entre quienes reciben y quienes suministran servicios ecosistémicos, se encuentran los municipios de São Caetano do Sul y Natividade Paulista. El primero, sumamente urbanizado y con poquísima estructura verde y azul, se ubica en los puestos más altos en lo concerniente al Índice de Desarrollo Humano Municipal (IDHM) en Brasil, en tanto que el segundo, de escasa población, es proveedor de servicios ecosistémicos, pero tiene un IDHM extremadamente bajo.
De acuerdo con los investigadores, la importancia de evaluar los beneficios conjuntos de las áreas remanentes ambientales en los espacios urbanos puede servir como estrategia de adaptación con miras a mejorar la gestión de los recursos naturales y brindar apoyo para la concreción de diversos procesos y funciones del ecosistema.
“Este estudio aporta una comprensión vasta de los sistemas urbanos complejos, que tiene en cuenta a la justicia ambiental y a la sinergia del nexo existente entre el agua, la energía y los alimentos. El objetivo es hacer un llamamiento dirigido a las políticas públicas. Suele considerarse que el pago de los servicios ecosistémicos es una solución o una fórmula mágica. Pero se deben considerar los trade-offs [la elección de ciertas opciones en detrimento de otras] y los efectos colaterales de las decisiones. El abordaje que utilizamos para analizar los 180 municipios de la macrometrópolis paulista nos aportó esta visión más abarcadora”, dice Lira Luz Benites-Lazaro, investigadora de la USP, quien también participó en el estudio.
Mediante técnicas de aprendizaje de máquinas, los investigadores correlacionaron 19 indicadores socioeconómicos y ambientales referentes a los 180 municipios. “Es perceptible que los diversos municipios que requieren más agua para obtener energía y más agua para producir alimentos son aquellos que exhiben una menor calidad de vida. Esos municipios que registraron las peores condiciones de vida fueron los que exhibieron la mayor proporción de cobertura vegetal”, afirma Mateus Henrique do Amaral, primer autor del estudio.
El nexo existente entre el agua, la energía y los alimentos
El estudio también tiene por objeto suministrar una comprensión abarcadora de los sistemas urbanos complejos, teniendo en cuenta la justicia ambiental y el abordaje de sinergia del nexo existente entre el agua, la energía y los alimentos. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la agricultura es el mayor consumidor de los recursos de agua dulce del mundo, y más de una cuarta parte de la energía que se utiliza globalmente se gasta en la producción y en el suministro de alimentos.
La alimentación de una población global que sumará 9.000 millones de personas en 2050 requerirá un aumento del 60 % en la producción de alimentos. Como consecuencia de ello, habrá un mayor consumo de agua y energía.
El grupo de investigadores también ha venido realizando estudios con base en este abordaje en lo atinente a la relación entre la producción de caña de azúcar y etanol. “Con este análisis nos orientamos hacia un nivel de discusión de la sostenibilidad muy compatible con los idearios de los Objetivos del Desarrollo Sostenible [ODS], para imprimirle realmente la transversalidad necesaria. No basta con formular una medida excelente para la gestión del agua si se soslayan las compensaciones necesarias con la energía y los alimentos”, Giatti.
La cuestión del análisis desde el prisma del nexo entre el agua, la energía y los alimentos cobró fuerza y recibió el aporte de nuevos estudios a partir del año 2011 a nivel mundial. “Pero es una óptica mucho más antigua. Por dar un ejemplo: civilizaciones de más de 500 años al menos, como la de los incas, en Perú, ya pensaban sus ciudades desde la perspectiva de este nexo”, dice Benites-Lazaro.
Puede leerse el artículo intitulado Environmental injustices on green and blue infrastructure: Urban nexus in a macrometropolitan territory (doi: 10.1016/j.jclepro.2021.125829), de Mateus Henrique Amaral, Lira Luz Benites-Lazaro, Paulo Antonio de Almeida Sinisgalli, Humberto Prates de la Fonseca Alves, Leandro Luiz Giatti, en el siguiente enlace: https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0959652621000494?via%3Dihub.
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