Científicos analizan estrategias para la conservación de ecosistemas y la recuperación de áreas degradadas durante la segunda edición de la serie Conferencias FAPESP 60 Años (foto: Agência Brasil)

Las soluciones basadas en la naturaleza son esenciales para combatir los cambios climáticos
05-08-2021
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Científicos analizan estrategias para la conservación de ecosistemas y la recuperación de áreas degradadas durante la segunda edición de la serie Conferencias FAPESP 60 Años

Las soluciones basadas en la naturaleza son esenciales para combatir los cambios climáticos

Científicos analizan estrategias para la conservación de ecosistemas y la recuperación de áreas degradadas durante la segunda edición de la serie Conferencias FAPESP 60 Años

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Científicos analizan estrategias para la conservación de ecosistemas y la recuperación de áreas degradadas durante la segunda edición de la serie Conferencias FAPESP 60 Años (foto: Agência Brasil)

 

Elton Alisson | Agência FAPESP – La conservación de ecosistemas, tales como áreas forestales, pantanosas u ocupadas por pastizales naturales, y la restauración de áreas ya degradadas son esenciales para hacer frente conjuntamente a dos de los mayores retos globales de la actualidad: los cambios climáticos y la pérdida de la biodiversidad.

Estas soluciones basadas en la naturaleza son especialmente importantes cuando se piensa en su implementación en Brasil, toda vez que la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) del país, que impulsan el calentamiento global, está asociada a los cambios en el uso de la tierra, con la deforestación para la apertura de áreas de pasturas o agrícolas a la cabeza. Esta práctica provoca la liberación del dióxido de carbono almacenado en las plantas y también la fragmentación y la pérdida de hábitats, dos de las principales causas que se apuntan de la declinación mundial de especies.

Este fue el análisis que efectuaron los científicos disertantes durante la segunda edición de la serie Conferencias FAPESP 60 Años, bajo el tema “Los cambios climáticos y la biodiversidad. Los avances de la ciencia”, que tuvo lugar el pasado día 21 de julio. Los debates contaron con la mediación de Ronaldo Pilli, vicepresidente de la FAPESP.

“La conservación de áreas intactas constituye en la actualidad una opción tendiente a mantener las existencias de carbono. En tanto, la restauración de áreas degradadas permitiría secuestrar carbono de la atmósfera y reconectar fragmentos naturales, lo cual puede redundar en beneficios para la biodiversidad”, dijo Mercedes Bustamante, docente de la Universidad de Brasilia (UnB).

De acuerdo con la investigadora, los cambios globales en el uso de la tierra y de los bosques representan un 24% de las emisiones globales. En Brasil llegan a más del 60 %, y han venido aumentando durante los últimos años, en razón de la deforestación, fundamentalmente en la Selva Amazónica.

En 2019, por ejemplo, Brasil respondió por la pérdida de una tercera parte de los bosques tropicales primarios en el mundo y por un 41 % en el período 2002-2020.

“Lo que se observa es que esa pérdida de bosques primarios viene registrándose acentuadamente en territorios indígenas, que son históricamente áreas en donde el desmonte es muy bajo y en donde la selva ha quedado protegida en el transcurso de los últimos años”, consignó.

Pese a que esto sucede en mayor escala en la Amazonia, las pérdidas no se han restringido a ese bioma. En 2020, el Cerrado, que es la sabana brasileña, perdió una extensión cuatro veces mayor que el Área Metropolitana de São Paulo, y la deforestación se ha incrementado también en el Bosque Atlántico.

“Estos cambios en el uso del suelo en Brasil constituyen un camino de doble mano”, sostuvo Bustamante. 

“Al tiempo que la conversión de vegetación nativa en terrenos destinados a la producción agropecuaria, asociada al aumento de la frecuencia de los incendios, tiene un impacto directo sobre las emisiones de gases de efecto invernadero, también tendrá impacto en el sector agrícola, que será el que más padecerá los cambios climáticos y los efectos de las alteraciones en la temperatura y en la disponibilidad hídrica”, añadió la investigadora.

Los impactos en la agricultura

Algunos datos que dio a conocer Paulo Artaxo, docente del Instituto de Física de la Universidad de São Paulo (IF-USP) y miembro de la coordinación del Programa FAPESP de Investigaciones sobre Cambios Climáticos Globales (PFPMCG), avalan estas constataciones.

Un estudio realizado por científicos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) de Brasil, al que Artaxo hizo mención, indicó un aumento promedio de entre 4 °C y 5,5 °C en la temperatura entre 2071 y 2099 en la región central del país, donde está afianzado el agronegocio.

Otro estudio, del año 2019, firmado por investigadores de la Unidad de Informática Agropecuaria de Embrapa, la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria, también citado por Artaxo, apuntó que Brasil está volviéndose más seco. Las áreas en el país con registro de altos índices de déficit de lluvias, antes restringidas a la región nordeste, se han extendido hacia Goiás y Mato Grosso, dos de los principales estados productores de soja y carne.

“La economía brasileña basada solamente en la producción de carne y soja, por ejemplo, puede dejar de ser competitiva en diez años, o incluso durante la presente década”, dijo Artaxo.

Según el investigador, las evidencias de los cambios climáticos en el planeta son extensas e incluyen el aumento de eventos climáticos extremos, tales como las recientes inundaciones en Europa, las olas de calor en Estados Unidos y Canadá, la crisis hídrica en Brasil y el calentamiento del océano y de la atmósfera.

Las emisiones de carbono, explica el científico, están llevando a que las concentraciones de gases que controlan el clima del planeta aumenten rápidamente –las de dióxido de carbono (CO2) aumentaron un 66 %, las de metano un 259 % y las de óxido nitroso (N2O) un 120 % desde 1750–, y están alterando la composición de la atmósfera terrestre. Por eso la temperatura del planeta ya ha aumentado 1,2 °C.

“Este aumento de la temperatura puede parecer bajo, pero es sumamente significativo para el funcionamiento básico de un ecosistema. Y ha contribuido al aumento de la frecuencia de eventos climáticos extremos que hemos observado”, afirmó Artaxo.

De acuerdo con el investigador, la temperatura media en los continentes ya ha aumentado 1,7 °C, toda vez que estos se calientan mucho más que el planeta en general debido a que los océanos absorben gigantescas cantidades de calor.

“En los continentes ya hemos superado el límite seguro de aumento de la temperatura, de 1,5 °C, determinado por el IPCC [el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático]”, dijo Artaxo.

Durante los últimos 110 años, la temperatura en el nordeste de Brasil, por ejemplo, aumentó entre 2,2 °C y 2,5 °C. En tanto, en la región del Ártico se elevó más de 3 °C.

“Este aumento sumamente significativo de la temperatura afecta el funcionamiento de los ecosistemas y de la biodiversidad; afecta la salud de la gente y genera impactos socioeconómicos muy grandes”, afirmó Artaxo.

Los impactos sobre la biodiversidad

A partir del año 2050, los cambios climáticos pueden erigirse como el principal vector de la pérdida de biodiversidad global, según consignó Carlos Joly, docente del Instituto de Biología de la Universidad de Campinas (IB-Unicamp) y miembro de la coordinación del Programa FAPESP de Investigaciones en Caracterización, Conservación, Restauración y Uso Sostenible de la Biodiversidad (BIOTA-FAPESP). 

“Tenemos un conjunto enorme de factores que conciernen al calentamiento global y que pasan también por las alteraciones en la distribución de las lluvias, por la polución atmosférica, por el uso excesivo de fertilizantes y por la introducción de especies exóticas, entre otros factores que han venido ejerciendo una enorme presión y han llevado a la desaparición de toda una fauna de invertebrados”, apuntó Joly.

Algunos de estos invertebrados, como las abejas, son importantísimos para el mantenimiento de la polinización de los principales cultivos agrícolas en países como Brasil, ejemplificó.

El ritmo de pérdida de especies señala que el mundo corre serios riesgos de asistir en las próximas décadas a una sexta extinción masiva. “La crisis de la biodiversidad está llegando a un límite sumamente peligroso”, afirmó Joly.

A juicio del investigador, mientras que, con respecto a la actual crisis sanitaria, causada por la pandemia de COVID-19, las perspectivas indican que se solucionará en los próximos dos años, con el avance de la vacunación, y la emergencia climática puede vencerse en 100 ó 150 años mediante la disminución significativa en las emisiones de GEI, la pérdida de la biodiversidad global podría ser irreversible.

“No recuperaremos las especies que están extinguiéndose ahora. Por eso es necesario revertir las tasas de extinción antes de que los servicios ecosistémicos [los que brinda la naturaleza, como el de proveer agua limpia] se vean definitivamente comprometidos”, advirtió el investigador.

La actuación de la FAPESP en la financiación de investigaciones referentes a estos dos temas –la biodiversidad y los cambios climáticos– ha sido fundamental en el avance de esas agendas a nivel global, consignaron los participantes en el evento.

“Distintas naciones y entidades supranacionales, y también empresas responsables y partidos políticos, han venido afianzando cada vez más una agenda que pone de relieve estos dos temas”, sostuvo Marco Antonio Zago, presidente de la FAPESP.

“En Brasil, la FAPESP, la ABC [la Academia Brasileña de Ciencias], la SBPC [la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia], la Aciesp [la Academia de Ciencias del Estado de São Paulo] y nuestras universidades se han puesto a la cabeza de un movimiento tendiente a fundamentar el desarrollo del conocimiento basado en la investigación sobre la biodiversidad y los cambios climáticos globales”, afirmó Zago.

Puede accederse a la totalidad de la conferencia en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=PEP56Gnk3YU
 

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