Un grupo de científicos liderado por investigadores de la Universidad de Campinas, en Brasil, indica en un estudio que la biomasa total de parásitos constituye el camino para entender los desequilibrios existentes en el organismo. Este descubrimiento puede ayudar en la búsqueda de tratamientos e incluso de una vacuna específica (imagen: JR Baker/Wellcome Collection)
Un grupo de científicos liderado por investigadores de la Universidad de Campinas, en Brasil, indica en un estudio que la biomasa total de parásitos constituye el camino para entender los desequilibrios existentes en el organismo. Este descubrimiento puede ayudar en la búsqueda de tratamientos e incluso de una vacuna específica
Un grupo de científicos liderado por investigadores de la Universidad de Campinas, en Brasil, indica en un estudio que la biomasa total de parásitos constituye el camino para entender los desequilibrios existentes en el organismo. Este descubrimiento puede ayudar en la búsqueda de tratamientos e incluso de una vacuna específica
Un grupo de científicos liderado por investigadores de la Universidad de Campinas, en Brasil, indica en un estudio que la biomasa total de parásitos constituye el camino para entender los desequilibrios existentes en el organismo. Este descubrimiento puede ayudar en la búsqueda de tratamientos e incluso de una vacuna específica (imagen: JR Baker/Wellcome Collection)
Por Luciana Constantino | Agência FAPESP – En un artículo publicado en la revista eLife Sciences, investigadores de la Universidad de Campinas (Unicamp), en el estado de São Paulo, Brasil, apuntan una nueva estrategia tendiente a detectar posibles desequilibrios y complicaciones en personas infectadas con el Plasmodium vivax, uno de los agentes etiológicos de la malaria.
De acuerdo con dicho estudio, el análisis de la biomasa total de protozoos existente en la sangre de los pacientes puede ser más eficaz para prever la extensión de la infección fuera del torrente sanguíneo que medir la cantidad de parásitos vivos (la parasitemia) en las muestras. Este descubrimiento se erige como un paso más hacia la consecución de nuevos diagnósticos y tratamientos, e incluso aporta a la búsqueda de una vacuna específica contra este tipo de paludismo.
Esta afección es considerada una de las enfermedades infecciosas que más afectan a la humanidad –con 229 millones de nuevos casos en el mundo solamente en 2019–, y puede ser causada por cinco especies distintas de protozoarios del género Plasmodium. Las más prevalentes son falciparum –la más agresiva, para la cual se aprobó recientemente una vacuna– y vivax, responsable del 84 % de los casos en Brasil. La transmisión ocurre a través de las picaduras de las hembras de los mosquitos del género Anopheles cuando se encuentran infectadas.
La enfermedad provocada por el P. vivax generalmente es más blanda. Así y todo, su tratamiento suele ser más complejo, pues las formas latentes del parásito pueden alojarse durante más tiempo en el organismo, dificultando así su eliminación. Asimismo, pacientes que exhiben un fuerte desequilibrio durante la infección aguda pueden estar sujetos a un mayor riesgo de empeorar su cuadro clínico y desarrollar síntomas graves tras el comienzo del tratamiento. No obstante, los malos resultados clínicos aparecen incluso con baja parasitemia.
La investigación de la Unicamp apunta que las alteraciones en los parámetros clínicos y en los biomarcadores detectados en el plasma de los pacientes con Plasmodium vivax son producto de las respuestas sistémicas y de la infección local, fundamentalmente en la médula y en el bazo.
Al medir una combinación de parámetros obtenidos en muestras de sangre de pacientes (los niveles de plaquetas, por ejemplo) y la biomasa total de protozoarios (PvLDH), el estudio apunta que es posible prever la extensión de la infección provocada por el parásito fuera de la circulación.
“La biomasa, y no totalmente la parasitemia, lista varios problemas. Esto es sumamente nuevo, ya que hasta ahora se observaba con poco ahínco esa área. Nuestros hallazgos echan luz con respecto a la importancia de la biomasa acumulada en la médula y en el bazo. Es casi seguro que esos dos órganos constituyan la clave en el despliegue de las complicaciones provocadas por el vivax”, afirma el profesor Fabio Trindade Maranhão Costa, del Instituto de Biología de la Unicamp, uno de los coordinadores del estudio junto al investigador Matthias Marti, de la Universidad de Glasgow (Escocia).
Este trabajo contó con el apoyo de la FAPESP en el marco del Proyecto Temático intitulado “Desarrollo de nuevas herramientas en la búsqueda y la validación de blancos moleculares para el tratamiento contra el Plasmodium vivax” y mediante becas otorgadas a João Luiz da Silva Filho, quien comparte la primera autoría del artículo con el alumno de doctorado João Conrado Khouri Dos-Santos. Da Silva Filho realizó un posdoctorado y una pasantía de investigación en la Universidad de Glasgow con financiación de la Fundación.
“A cada paso que damos en las investigaciones logramos consolidar que el vivax es distinto al falciparum. De lejos pueden parecer iguales; empero, cuando cambiamos el prisma, detectamos las diferencias. Esto es importante para el desarrollo de tratamientos más adecuados, controles más específicos e incluso para arribar a una vacuna”, le comenta Trindade Maranhão Costa a Agência FAPESP.
Al comienzo del mes de octubre, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en un anuncio considerado histórico, recomendó la aplicación masiva de la vacuna contra la malaria RTS,S/AS01 a niños del África Subsahariana y de otras regiones con transmisión de moderada a alta de la enfermedad causada por el Plasmodium falciparum.
Sin embargo, esta medida no vale para Brasil, que registró 140.974 nuevos casos de la enfermedad en 2020, de acuerdo con el Ministerio de Salud. Sucede que el 84,2 % de esos registros, es decir, 118.651 notificaciones, corresponde a Plasmodium vivax, que provoca síntomas tales como malestar, escalofríos y fiebre inicialmente diaria (y después a intervalos de dos días) seguida de sudoración intensa y postración.
La región amazónica concentra el 99 % de los casos de paludismo en Brasil. De los nueve estados de la denominada Amazonia Legal del país, Amazonas es el que registró la mayor cantidad en 2020 –alrededor de 58 mil casos– seguido por Roraima, con aproximadamente 27 mil.
Las muestras
El grupo realizó un estudio transversal con pacientes acometidos por malaria provocada por Plasmodium vivax, sin complicaciones, atendidos en la Fundación de Medicina Tropical Doutor Heitor Vieira Dourado (FMT-HVD), con sede en la ciudad Manaos, la capital de Amazonas. Durante esta etapa, contó con la pericia del infectólogo Marcus Vinicius Lacerda y de la investigadora Stefanie Lopes.
Quedaron excluidos de la muestra 79 enfermos adultos con edad promedio de 36 años, y 34 personas de edad y sexo similares (el grupo de control). Los afectados exhibieron una amplia gama de parasitemia y signos clínicos no complicados de infección provocada por vivax en la consulta médica. Sin embargo, anormalidades hematológicas aparecían en la mayoría de los pacientes durante el comienzo temprano de la enfermedad.
Al efectuar los análisis de los datos, los investigadores trabajaron con dos grupos de infectados, denominados “vivax bajo” y “vivax alto”, definidos con base en las diferencias en la biomasa total de parásitos, pero no en la parasitemia periférica.
En general, los pacientes con “vivax alto” mostraron más alteraciones en los parámetros hematológicos, y activación de las células endoteliales, aparte de degradación del glucocáliz y de los niveles de citoquinas que regulan las diferentes vías de hematopoyesis cuando se los comparó con “vivax bajo”. Este primer grupo también exhibió una mayor disminución de la cantidad de plaquetas en la sangre (trombocitopenia) y de linfocitos (linfopenia), aparte de enriquecimiento de neutrófilos.
“Separamos el plasma de los pacientes para estimular las células endoteliales. Observamos una fuerte modulación de la monocapa celular, sin necesidad de contacto directo del parásito para la disfunción endotelial”, explica Trindade Maranhão Costa, quien trabaja desde hace más de 15 años con este protozoo.
Las investigaciones que su grupo concretó redundaron en otros artículos publicados anteriormente, entre ellos uno el año pasado en el cual se apunta a la médula ósea como un importante reservorio para la replicación del parásito, en el cual ya se señalaba la importancia de la biomasa como indicador (lea más en: pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32298632/).
“Con cada nuevo estudio vamos encastrando el rompecabezas, y los hallazgos van conversando entre sí. La ciencia se construye así: poco a poco, con cada ladrillo”, dice el profesor.
Según él, los próximos pasos comprenden nuevas investigaciones con miras a analizar más detalladamente qué sucede en la médula. La idea es realizar el seguimiento de pacientes durante un lapso de tiempo más largo, extrayendo muestras de sangre y verificando si surgen o no alteraciones en la médula que ayuden a explicar el proceso de complicaciones que provoca el parásito.
Puede leerse el artículo intitulado Total parasite biomass but not peripheral parasitemia is associated with endothelial and haematological perturbations in Plasmodium vivax patients, de los investigadores João Luiz Silva-Filho, João Conrado Khouri Dos-Santos, Carla Judice, Dario Beraldi, Kannan Venugopal, Diogenes Lima, Helder Nakaya, Erich de Paula, Stefanie Costa Pinto Lopes, Marcus Vinicius Lacerda, Matthias Marti y Fabio Trindade Maranhão Costa, en el siguiente enlace: elifesciences.org/articles/71351.
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