Un trabajo a cargo de científicos brasileños y británicos abarcó a 2.511 familias con estudiantes de entre 6 y 14 años. Los datos muestran que alteraciones externalizantes tales como el déficit de atención y la hiperactividad causan más impactos negativos que los problemas relacionados con las angustias y los miedos (foto: Pixabay).
Un trabajo a cargo de científicos brasileños y británicos abarcó a 2.511 familias con estudiantes de entre 6 y 14 años. Los datos muestran que alteraciones externalizantes tales como el déficit de atención y la hiperactividad causan más impactos negativos que los problemas relacionados con las angustias y los miedos.
Un trabajo a cargo de científicos brasileños y británicos abarcó a 2.511 familias con estudiantes de entre 6 y 14 años. Los datos muestran que alteraciones externalizantes tales como el déficit de atención y la hiperactividad causan más impactos negativos que los problemas relacionados con las angustias y los miedos.
Un trabajo a cargo de científicos brasileños y británicos abarcó a 2.511 familias con estudiantes de entre 6 y 14 años. Los datos muestran que alteraciones externalizantes tales como el déficit de atención y la hiperactividad causan más impactos negativos que los problemas relacionados con las angustias y los miedos (foto: Pixabay).
Luciana Constantino | Agência FAPESP – Al menos diez de cada cien niñas que estaban fuera del año escolar adecuado a su edad podrían haberle seguido el ritmo a su curso si sus trastornos mentales, fundamentalmente aquellos denominados externalizantes (tales como el déficit de atención y la hiperactividad), hubiesen sido prevenidos o tratados. Estos datos sobre la incidencia de tales condiciones mentales referentes a niños y adolescentes del sistema público de enseñanza brasileño también se reflejan en la repetición escolar: cinco de cada cien alumnas no habrían sido reprobadas. Para los chicos, se prevendría el 5,3 % de los casos de distorsión de edad/año y un 4,8 % de las reprobaciones.
Estos resultados se dieron a conocer en el marco de una investigación innovadora, encabezada por un grupo de científicos brasileños y británicos y publicada en la revista Epidemiology and Psychiatric Sciences. Los investigadores apuntaron a estimar el peso y el impacto de distintos tipos de condiciones psiquiátricas en los resultados educativos empleando como base datos del año 2014.
Y en líneas generales, arribaron a la conclusión de que los trastornos externalizantes tuvieron efectos negativos más amplios y robustos sobre la educación cuando se los comparó con los trastornos ligados a las angustias y los miedos. Al analizar por género, se detecta que fueron particularmente perjudiciales para las mujeres, al resultar en niveles más bajos de alfabetización y perpetración de acoso o bullying.
En ese caso, al menos 11 de cada cien registros de actos de violencia física o psicológica ejercidos por niñas en escuelas brasileñas podrían evitarse si se previniesen o se tratasen los trastornos externalizantes. En tanto, en los casos del sexo masculino, las fobias y la depresión generaron mayores índices de abandono escolar.
“En términos epidemiológicos, generalmente los niños padecen más trastornos externalizantes: llegan a sumar el doble de casos que las niñas. Con todo, en el desenlace educativo, observamos que esto constituye un factor de riesgo mayor para las alumnas. Una de las hipótesis que explican este hallazgo es el estigma social, ya que no se espera de las mujeres un comportamiento agresivo o exacerbado. De este modo, estas pueden sufrir más y exhibir un peor rendimiento escolar. Lo propio vale para la depresión en los casos de los niños. Existe una exigencia de la sociedad de que los chicos no lloren, que no demuestren sentimientos”, sostiene el investigador Mauricio Scopel Hoffmann, primer autor del artículo y profesor adjunto del Departamento de Neuropsiquiatría de la Universidad Federal de Santa Maria (UFSM), en el estado de Rio Grande do Sul, Brasil.
Este trabajo, desarrollado durante el posdoctorado de Hoffmann, contó con el apoyo de la FAPESP (proyectos 14/50917-0 y 08/57896-8)y del Newton Fund mediante un Newton Fellowship obtenido por el profesor y por la investigadora Sara Evans-Lacko en la Academy of Medical Sciences del Reino Unido, realizado en la London School of Economics and Political Sciences entre 2019 y 2020.
Los datos se recabaron en el marco del Estudio Brasileño de Cohorte de Alto Riesgo para Trastornos Psiquiátricos en la Infancia (BHRC), una gran investigación de base comunitaria que consiste en un seguimiento de niños y jóvenes desde el año 2010.
Al efectuar el análisis de la información referente al año 2014, los investigadores contextualizaron los descubrimientos desde una perspectiva poblacional, pero advirtiendo que eran estimaciones conservadoras. Y arribaron a la conclusión de que, en aquel momento, al menos 591 mil estudiantes podrían estar cursando el año adecuado a su edad si se hubiesen detectado preventivamente y tratado sus trastornos psiquiátricos. En el caso de la repetición escolar, sería posible evitar que alrededor de 196 mil alumnos permaneciesen retenidos en el mismo año.
De acuerdo con Hoffmann, aun habiendo pasado casi siete años de la base de cálculo, el cuadro obtenido en la investigación puede replicarse en los días actuales y suministrar evidencias de la importancia del tratamiento y la prevención de condiciones psiquiátricas, a los efectos de obtener mejores resultados educativos. En 2014, Brasil registró 49,8 millones de inscripciones en 188.700 escuelas de educación básica (públicas y privadas). En 2020, esas cifras se redujeron a 47,3 millones y 179.500 respectivamente.
Un estudio longitudinal
El BHRC, considerado uno de los principales seguimientos sobre riesgos de trastornos mentales en niños y adolescentes ya realizados en la psiquiatría brasileña, también conocido como Proyecto Conexión – Mentes del Futuro, forma parte del Instituto Nacional de Psiquiatría del Desarrollo para Niños y Adolescentes (INPD).
Con el profesor del Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (FM-USP) Eurípedes Constantino Miguel Filho como coordinador general, y con el apoyado de la FAPESP y del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq), el INPD cuenta con los aportes más de 80 docentes e investigadores de 22 universidades.
Para el estudio que ahora ha sido publicado, los investigadores analizaron datos de la línea de base (iniciada en 2010) y de seguimiento durante tres años (hasta 2014) del BHRC, considerando una etapa de selección y una de evaluación. La investigación se valió de pesos de puntuación de propensión (PSW, por sus siglas en inglés) para equilibrar a los participantes con y sin condiciones psiquiátricas para las características basales.
En la selección, durante los días de inscripción obligatoria en 2010, se invitó a participar a los padres de alumnos de 22 escuelas públicas de la ciudad de Porto Alegre y 35 de São Paulo. Para la evaluación completa, se efectuó la selección de 2.511 familias. Los alumnos tenían de 6 a 14 años.
Los trastornos mentales quedaron divididos en tres grandes grupos: de angustia y sufrimiento (tales como trastorno depresivo mayor y depresivo no especificado, bipolar, obsesivo-compulsivo y postraumático); de miedos (pánico, fobias específicas, separación y trastorno de ansiedad social) y los trastornos externalizantes (déficit de atención, hiperactividad y conducta de oposición y desafío).
El grupo aplicó la Evaluación de Conducta de Desarrollo y Bienestar y calculó los porcentajes de riesgo asignables a la población para estimar la proporción de resultados educativos adversos ligados a condiciones psiquiátricas. Los análisis se aplicaron por separado a varones y mujeres.
“Uno de los objetivos consistió en analizar en qué medida podrían evitarse los eventos escolares no deseables si se tratasen los trastornos mentales. Obtuvimos un resultado práctico muy claro, ya que desenlaces tales como la distorsión de edad y grado o año, la repetición, la deserción escolar y la perduración del bullying están relacionados”, afirma Scopel Hoffmann en declaraciones concedidas a Agência FAPESP.
Según el investigador, aparte de los impactos negativos en la educación, fundamentalmente para las mujeres, los problemas de la salud mental pueden limitar las oportunidades socioeconómicas en el futuro, incrementando así las desigualdades de género en el mercado de laboral, por ejemplo.
Las estimaciones apuntan que una de cada cuatro personas puede desarrollar cuadros de trastornos mentales en el transcurso de su vida, y estos se ubican entre las principales causas de incapacitación en la franja etaria que va de los 14 a los 50 años. De acuerdo con proyecciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el costo para la economía mundial con esos casos ascendería a 6 billones de dólares en 2030.
“El diagnóstico correcto constituye el primer paso. Esto ayudaría a hacer disminuir algunos problemas que las escuelas afrontan. Políticas que incentiven la detección y la intervención precoz de problemas de salud mental en la infancia y en la adolescencia pueden generar consecuencias profundas en el nivel educativo de los ciudadanos”, añade el investigador.
El Censo Escolar de 2020 del Ministerio de Educación de Brasil apuntó que el índice de distorsión edad-grado/año llega al 22,7 % de los inscriptos en los años finales de la enseñanza fundamental y 26,2 % de la enseñanza media. Asimismo, existe un aumento de esa tasa a partir del 3º grado de la enseñanza fundamental, siendo más alta en el séptimo año y en el primer año de la enseñanza media.
Esta distorsión es el resultado entre otros factores del total de alumnos reprobados o que abandonan sus estudios durante un determinado año lectivo. Difícilmente ese proceso es reversible, ya que muchas veces el niño, al atrasarse en los años iniciales de la educación básica, permanece en esa situación hasta su adolescencia, al concluir la enseñanza media o eventualmente hasta su deserción.
Este cuadro explica el hecho de que Brasil ocupe el cuarto lugar en porcentaje de jóvenes que repetirán de años al menos una vez durante su vida escolar entre 79 países analizados en un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
De los estudiantes brasileños de 15 años, el 34 % repitió el curso al menos una vez. Marruecos registra el peor resultado, con un 49,3 %, seguido por Colombia (40,8 %) y el Líbano (34,5 %). El documento, dado a conocer el año pasado, toma como base los indicadores del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (Pisa, por sus siglas en inglés).
Según Scopel Hoffmann, quien es médico, una colaboración entre educación y salud, que refuerce la prevención, sería uno de los caminos con miras a disminuir los efectos negativos en las escuelas. "Un ejemplo lo constituyen los casos de déficit de atención [TDAH]. Sabemos que en Brasil se detecta tan solo el 20 % de ellos. Si esa tasa se elevase diez puntos porcentuales, hasta el 30 %, estimamos que podrían evitarse alrededor de 8.000 repitencias anuales".
Una de las alternativas consiste en contar con la ayuda de docentes en ese trabajo. Para ello, el grupo brasileño de científicos creó un material psicoeducativo destinado a padres y docentes en el cual se aborda el tema y se muestra la importancia del papel de la mediación para evitar estigmas.
El COVID-19
Durante la pandemia, el tema de la salud mental adquirió relieve y se realizaron nuevos estudios, fundamentalmente para evaluar los impactos del aislamiento social y de las clases a distancia para niños y jóvenes. Scopel Hoffmann dice que uno de los trabajos de los científicos ahora, encabezado por la investigadora en el área de neurociencia y conducta humana Patrícia Pinheiro Bado, consiste en investigar la relación del compromiso en el aprendizaje online con la salud mental de los alumnos.
Existen evidencias de estudios británicos publicados recientemente que muestran que durante la pandemia de COVID-19, jóvenes, adultos y ancianos con trastornos mentales previos padecieron más consecuencias perjudiciales, tales como la pérdida de empleos y problemas de salud y emocionales.
En Brasil, con las escuelas cerradas a causa del COVID-19, el Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) estimó que un millón medio de niños y adolescentes de entre 6 y 17 años no asistían a clases (ni por vía remota ni presencialmente) en noviembre de 2020. Y otros 3,7 millones de alumnos inscriptos dejaron de tener acceso a las actividades escolares y no lograron continuar aprendiendo en sus hogares.
Puede leerse el artículo intitulado The impact of child psychiatric conditions on future educational outcomes among a community cohort in Brazil, de los investigadores Mauricio Scopel Hoffmann, David McDaid, Giovanni Abrahão Salum, Wagner Silva-Ribeiro, Carolina Ziebold, Derek King, Ary Gadelha, Eurípedes Constantino Miguel, Jair de Jesus Mari, Luis Augusto Rohde, Pedro Mario Pan, Rodrigo Affonseca Bressan, Ramin Mojtabai y Sara Evans-Lacko, en el siguiente enlace: www.cambridge.org/core/journals/epidemiology-and-psychiatric-sciences/article/impact-of-child-psychiatric-conditions-on-future-educational-outcomes-among-a-community-cohort-in-brazil/56B83E2BF23C701A4747AD2595F347BB#.
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