Se trata de una mujer que es portadora de una enfermedad genética que causa una desregulación del sistema inmunitario con detrimento de la respuesta inflamatoria y de la producción de anticuerpos. Se eliminó el virus mediante la ingestión durante una semana de leche de una donante inmunizada contra el SARS-CoV-2. Investigadores de la Universidad de Campinas, en Brasil, publicaron el caso en la revista Viruses (foto: Elza Fiúza/Agência Brasil)
Se trata de una mujer que es portadora de una enfermedad genética que causa una desregulación del sistema inmunitario con detrimento de la respuesta inflamatoria y de la producción de anticuerpos. Se eliminó el virus mediante la ingestión durante una semana de leche de una donante inmunizada contra el SARS-CoV-2. Investigadores de la Universidad de Campinas, en Brasil, publicaron el caso en la revista Viruses
Se trata de una mujer que es portadora de una enfermedad genética que causa una desregulación del sistema inmunitario con detrimento de la respuesta inflamatoria y de la producción de anticuerpos. Se eliminó el virus mediante la ingestión durante una semana de leche de una donante inmunizada contra el SARS-CoV-2. Investigadores de la Universidad de Campinas, en Brasil, publicaron el caso en la revista Viruses
Se trata de una mujer que es portadora de una enfermedad genética que causa una desregulación del sistema inmunitario con detrimento de la respuesta inflamatoria y de la producción de anticuerpos. Se eliminó el virus mediante la ingestión durante una semana de leche de una donante inmunizada contra el SARS-CoV-2. Investigadores de la Universidad de Campinas, en Brasil, publicaron el caso en la revista Viruses (foto: Elza Fiúza/Agência Brasil)
Por Karina Toledo | Agência FAPESP – Investigadores de la Universidad de Campinas (Unicamp), en el estado de São Paulo, Brasil, recurrieron a un método nada convencional para tratar el COVID-19 en una paciente con una enfermedad genética rara que hace que su sistema inmunitario se vuelva incapaz de combatir virus y otros patógenos. Durante una semana, se orientó a la mujer a ingerir 30 mililitros de leche materna –de una donante vacunada contra el SARS-CoV-2– cada tres horas. Tras ese lapso de tiempo, el resultado del test de RT-PCR –que venía detectando la presencia del ARN viral desde hacía más de 120 días– finalmente arrojó resultado negativo.
La información referente a este caso figura en un artículo publicado en la revista Viruses. Los autores contaron con el apoyo de la FAPESP en el marco de cuatro proyectos (16/00194-8, 18/14372-0, 18/14389-0 y 20/04558-0).
“He venido haciéndole un seguimiento a esa paciente desde que era niña, y cuando me contó que estaba con COVID-19 quedé muy preocupada. El error innato de la inmunidad que padece hace que su sistema de defensa esté totalmente desregulado. Su respuesta inflamatoria es deficiente: existen en él pocas células que se movilizan hacia el lugar de la inflamación y una baja producción de anticuerpos. Las características de virulencia de los agentes infecciosos pueden derivar en dos desenlaces en esos casos: la infección crónica o la muerte”, comenta la pediatra Maria Marluce dos Santos Vilela, docente de la Facultad de Ciencias Médicas (FCM-Unicamp) y autora principal del artículo.
La investigadora explica que el sistema inmunitario humano y de los demás mamíferos produce normalmente cinco tipos de anticuerpos: las inmunoglobulinas IgM, IgG, IgA, IgE e IgD. Los portadores de esta enfermedad –conocida como síndrome de inmunodesregulación– generalmente tienen pocas IgE y, en algunos casos, exhiben una ausencia total de IgA, el principal anticuerpo neutralizante de virus y otros patógenos, que suele estar presente en la leche materna, y en las secreciones respiratorias y gastrointestinales. Asimismo, existe una producción sumamente baja de IgG, normalmente el anticuerpo más abundante en la sangre, que se encarga de reconocer y neutralizar antígenos con los cuales el organismo ha tenido contacto previamente. Existen solamente 157 casos de este tipo descritos en el mundo, caracterizados en un estudio publicado en el Journal of Allergy and Clinical Immunology, del cual Dos Santos Vilela es coautora.
“Nuestra estrategia consistió en mantener a la paciente aislada en su casa, bajo el cuidado de su madre, quien monitoreó su oxigenación, su temperatura corporal y su nutrición. En el hospital ella podría contraer una infección bacteriana, lo que haría que su cuadro se volviese aún más grave. Y desde el diagnóstico, en marzo de 2021, le hicimos un seguimiento periódico por video”, comenta la médica.
Durante los primeros 15 días de infección, la paciente tuvo fiebre, y experimentó una pérdida de apetito y de peso, con tos y malestar. Empero, para sorpresa y alivio de Dos Santos Vilela, sus pulmones y sus restantes sistemas se mantuvieron sin alteraciones. Pasados dos meses, el cuadro permanecía igual y el grupo de investigadores decidió entonces poner prueba el tratamiento con plasma convaleciente, es decir, la transfusión de anticuerpos producidos por personas que se habían curado del COVID-19, fundamentalmente los del tipo IgG, en colaboración con el Hemocentro de la Unicamp.
Se concretó este procedimiento que generó una mejoría de los síntomas y una disminución de los marcadores inflamatorios en la sangre. Pero al cabo de 15 días, el análisis de RT-PCR seguía dando positivo y la paciente seguía exhibiendo síntomas leves y signos de lo que los médicos denominan adinamia, que es una gran debilidad muscular asociada a procesos infecciosos prolongados.
“Nos preocupaba que la infección se prolongase durante mucho tiempo, lo que la debilitaría aún más y aumentaría el riesgo que contaminara a otras personas. Durante ese tiempo, salieron los resultados de un estudio que demostraba que las mujeres lactantes inmunizadas con la vacuna de Pfizer producían leche con una cantidad razonable de IgA. Entonces decidimos experimentar la reposición de IgA vía leche materna”, comenta Dos Santos Vilela.
La investigadora comenta que solamente fue posible realizar el ensayo porque existe en Brasil una legislación rígida que garantiza la seguridad de los bancos de leche. Solamente pueden donarla mujeres sanas, con test negativos de enfermedades infecciosas tales como sida, sífilis y hepatitis, entre otras. Y el sistema también permite saber si la donante ha sido inmunizada.
“Le recomendamos el consumo de leche por vía oral, pues el anticuerpo IgA funciona como una ‘escoba’, es decir que se va adhiriendo a los patógenos a lo largo de todo el tracto gastrointestinal, y todo lo que es impropio es eliminado en la materia fecal. El lapso de tres horas entre las dosis –a excepción del período nocturno– se pensó para no darle chances al virus de seguir replicándose”, comenta la pediatra.
El test dio negativo al cabo de una semana, y otros dos análisis, realizados con intervalos de diez días cada uno, tampoco detectaron la presencia del SARS-CoV-2. “Y aún seguimos haciéndole test de RT-PCR para el SARS-CoV-2. Nuestra preocupación es porque, con las nuevas variantes, ella podría contraer una infección asintomática”, dice la médica.
Siempre el mismo virus
Según los datos que pueden leerse en el artículo, la paciente permaneció al menos 124 días con el virus activo en su organismo. Para estar seguros de que se trataba del mismo patógeno y no de infecciones sucesivas, los investigadores de la Unicamp secuenciaron el genoma del SARS-CoV-2 aislado en tres muestras tomadas en distintos momentos con fines de diagnóstico. En dos muestras también fue posible cuantificar la cantidad de partículas víricas. Esa parte de la investigación estuvo encabezada por el profesor José Luiz Proença Módena, coordinador del Laboratorio de Estudios de Virus Emergentes (Leve).
“Los resultados de la secuenciación demostraron que la paciente se infectó con la variante gamma [P.1] del SARS-CoV-2, la que surgió en Manaos a finales de 2020 y que causó un colapso en el sistema sanitario local a comienzos de 2021. Asimismo, los datos mostraron que la paciente estuvo infectada crónicamente con ese mismo virus y no sucesivamente con virus distintos, ya que no se halló ninguna mutación en el genoma viral en las tres reacciones de secuenciación realizadas con muestras de la paciente extraídas en distintos momentos”, informa Proença Módena.
A juicio de Dos Santos de Vilela, este ensayo solamente fue posible merced a los recursos del SUS (el Sistema Único de Salud, la red nacional de salud pública de Brasil). “La red del SUS permitió rescatar las muestras para la realización de los análisis genómicos. Y además garantizó la seguridad tanto del plasma convaleciente como de la leche materna que se utilizaron en el tratamiento. Como el control de calidad de la red es el mismo en todo el país, pude instruir a un colega de [el estado amazónico de] Acre para que atendiera a un paciente con una inmunodeficiencia similar”, comenta.
Proença Módena remarcó a su vez la importancia de la “interacción entre las áreas clínicas y básicas, mediante una investigación colaborativa, multidisciplinaria y traslacional, muy incentivada por la FAPESP”.
Puede leerse el artículo intitulado Clearance of Persistent SARS-CoV-2 RNA Detection in a NFκB-Deficient Patient in Association with the Ingestion of Human Breast Milk: A Case Report el siguiente enlace: www.mdpi.com/1999-4915/14/5/1042.
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