Análisis genéticos de estos animales oriundos de América del Norte presentes en nueve estados brasileños muestran que el linaje introducido en el país en 1935 prevalece tanto en cautiverio como en la naturaleza, dificultando las inspecciones. Estos anfibios depredan a variedades autóctonas y les transmiten enfermedades (investigadores capturan una rana toro viva que habita en el medio ambiente / foto: Ana Paula Brandão)
Análisis genéticos de estos animales oriundos de América del Norte presentes en nueve estados brasileños muestran que el linaje introducido en el país en 1935 prevalece tanto en cautiverio como en la naturaleza, dificultando las inspecciones. Estos anfibios depredan a variedades autóctonas y les transmiten enfermedades
Análisis genéticos de estos animales oriundos de América del Norte presentes en nueve estados brasileños muestran que el linaje introducido en el país en 1935 prevalece tanto en cautiverio como en la naturaleza, dificultando las inspecciones. Estos anfibios depredan a variedades autóctonas y les transmiten enfermedades
Análisis genéticos de estos animales oriundos de América del Norte presentes en nueve estados brasileños muestran que el linaje introducido en el país en 1935 prevalece tanto en cautiverio como en la naturaleza, dificultando las inspecciones. Estos anfibios depredan a variedades autóctonas y les transmiten enfermedades (investigadores capturan una rana toro viva que habita en el medio ambiente / foto: Ana Paula Brandão)
Por André Julião | Agência FAPESP – Científicos de la Universidad de São Paulo (USP) y de la Universidad de Campinas (Unicamp), en Brasil, realizaron el más amplio análisis genético de las poblaciones de rana toro americana (Aquarana catesbeiana) existentes en el país. Y la conclusión indica que existen en él dos poblaciones de esta especie, ambas presentes tanto en ranarios o anfigranjas como invadiendo ecosistemas locales. La rana toro es considerada en el mundo como la principal especie de anfibio invasora en el mundo. Este estudio, que contó con el apoyo de la FAPESP, salió publicado en la revista Scientific Reports.
“Confirmamos la existencia de al menos dos poblaciones distintas. Una de ellas probablemente desciende de los primeros animales introducidos en Brasil. Esa población se encuentra presente prácticamente en todo el sur y el sudeste del país. La otra se restringe prácticamente al estado de Minas Gerais, pero existe en menor cantidad en otros estados”, comenta Gabriel Jorgewich-Cohen, primer autor del trabajo, realizado como parte de su maestría en el Instituto de Biociencias (IB) de la USP con beca del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq).
Introducida en el país por primera vez en 1935, en Río de Janeiro, para la producción de carne, esta especie nativa de América del Norte empezó a ser criada prácticamente en todo el sur y el sudeste del país. Pero se propagó también en la naturaleza, generando impactos en los ecosistemas locales, fundamentalmente a través de enfermedades para las cuales las especies autóctonas no cuentan con defensas.
“Nuestros resultados muestran que las ranas invasoras y de cautiverio son indistinguibles genéticamente, lo que refuerza la importancia de la prevención de los escapes de los ranarios”, afirma Taran Grant, docente del IB-USP que cuenta con apoyo de la FAPESP, quien coordinó el estudio.
Si hubiese una mayor diversidad genética de las poblaciones, sería posible saber con mayor precisión la procedencia de cada animal. De este modo, teóricamente, el análisis de las ranas toro capturadas en la naturaleza podría apuntar hacia una región o incluso un ranario desde donde ella o un ancestro cercano habría escapado, lo que facilitaría las inspecciones. No obstante, entre las poblaciones introducidas de esta especie y ya estudiadas también en otros países, la brasileña es la que posee la menor diversidad.
Una política de Estado
Los investigadores analizaron genes específicos de animales capturados en 38 sitios en siete de los nueve estados donde la rana toro habita invadiendo la naturaleza. Se analizaron 324 muestras, tanto de esos ejemplares “silvestres” como de los presentes en anfigranjas.
La conclusión indica que la inmensa mayoría forma parte de una misma población, descendiente de la primera tanda proveniente de América del Norte que llegó a Río de Janeiro en 1935 y después se diseminó por el país, incentivada por políticas de los estados.
De acuerdo con los análisis, la otra población desciende de un lote de animales que llegó a Brasil en la década de 1970, al estado de Minas Gerais, como resultado de una política pública más tardía de dicho estado, que importó las matrices probablemente desde Estados Unidos. Además de habitar en el este de ese país y en el sur de Canadá, la especie es nativa también del norte del México.
“Los resultados de los análisis genéticos coinciden con esas dos introducciones mejor documentadas, si bien se hace referencia a otras en la década de 1980 y en la de 2000, aparte de iniciativas aisladas de algunos productores. De haber habido otros eventos de ingreso, existen en tal sentido tres hipótesis: eran animales con el mismo origen que los que estaban acá, se produjo un mestizaje a punto tal de que fusionaron las poblaciones ya presentes o sencillamente no capturamos muestras de esos ejemplares”, explica Jorgewich-Cohen, quien actualmente lleva adelante su doctorado en la Universidad de Zúrich, en Suiza.
En Brasil, el pico de la ranicultura se produjo en la década de 1980, con cerca de 2.000 anfigranjas en funcionamiento. Debido a una serie de factores, incluida la falta de inversiones privadas y de incentivos públicos, en la década siguiente esta actividad entró en decadencia, con muchas propiedades abandonadas y animales dispersándose en la naturaleza.
“La especie se reproduce fácilmente, pone muchos huevos y crece bastante y rápido, llegando a medir 15 centímetros. Asimismo, es bastante resistente a las enfermedades, y puede convivir con las infecciones provocadas por hongos o virus que son responsables de las menguas globales de anfibios, sin que ello obstaculice necesariamente su desarrollo”, informa Luís Felipe Toledo, docente del Instituto de Biología (IB) de la Unicamp apoyado por la FAPESP y uno de los coautores del estudio.
Una invasión americana
Estas características, deseables en cualquier especie destinada a la cría, se convierten en un problema ambiental múltiple cuando los animales en cuestión invaden áreas naturales. En el caso de la rana toro, los impactos incluyen la competencia por recursos –alimentos, por ejemplo− con las especies autóctonas. La especie norteamericana es también un predador voraz: puede comerse no solamente a otros sapos sino también serpientes, aves e incluso pequeños mamíferos. Con su croar grave, las ranas toro interfieren también en la reproducción de los anfibios nativos. “Estas alteraciones pueden tener impactos importantes en la reproducción, toda vez que la mayoría de las especies de anuros [sapos y ranas] dependen de la comunicación acústica para encontrar, evaluar y elegir a sus parejas”, dice Grant.
Pero problema ambiental más grave, o al menos el más documentado hasta ahora, es la transmisión de enfermedades. “Como se propagó por el Bosque Atlántico, desde Río de Janeiro hasta Rio Grande do Sul [en la frontera sur de Brasil], la rana toro ha provocado diversos impactos en la fauna nativa. Con todo, el principal se debe al hecho de que carga el hongo quítrido (Batrachochytrium dendrobatidis) y el ranavirus, dos patógenos ante los cuales los anfibios autóctonos carecen de la resistencia que esta especie posee y que ya causaron incluso extinciones de especies”, comenta Toledo.
El hongo quítrido causa la quitridomicosis al instalarse en la piel de los anfibios e interfiere en los intercambios gaseosos que la misma realiza; y puede provocar paros cardíacos seguidos de muertes. Este patógeno ha diezmado poblaciones de al menos 501 especies de anfibios en el mundo (lea más en: agencia.fapesp.br/37162/ y agencia.fapesp.br/30160/).
El ranavirus también está asociado a declives de poblaciones de esos animales y ya se lo ha detectado en el Bosque Atlántico (lea más en: agencia.fapesp.br/30837/). De acuerdo con la legislación brasileña en vigor, de hallarse al hongo quítrido o al ranavirus en un criadero, es obligatoria la notificación al Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento (MAPA, en portugués) y efectuar el denominado vacío sanitario: deben sacrificarse todos los animales y desinfectarse el lugar antes de reanudar la cría. Sin embargo, no esto lo que sucede.
“Prácticamente en todos los ranarios que visitamos se detectó la presencia del hongo quítrido. Existe un tránsito intenso de animales dentro de Brasil, con productores que intercambian ejemplares entre ellos con la falsa idea de que eso incrementará la diversidad genética del plantel”, dice el investigador, quien trabaja junto al MAPA y las secretarías de los estados con el objetivo de mejorar la legislación e intentar controlar a la especie en el país.
Lo que este estudio muestra es que la práctica de intercambiar animales entre anfigranjas no ha hecho sino consolidar a las mismas poblaciones en el país, mantenidas con baja diversidad genética. Lo que no necesariamente obstaculizó la actividad económica.
En la actualidad, Brasil produce 400 toneladas anuales de carne de rana toro. La producción es exclusiva para abastecer al mercado interno. “El interés en la prevención de las enfermedades causadas por el hongo quítrido y el ranavirus es muy incipiente aún, toda vez que muchos de los productores ni siquiera logran vender lo que producen. Sería necesario mejorar mucho las inspecciones. Una salida alternativa podría consistir en desarrollar el sector. Con grandes frigoríficos interesados en el producto, los requerimientos sanitarios serían obligatoriamente mayores tanto por parte de ellos como de los consumidores”, culmina Toledo.
Puede leerse el artículo intiutlado Genetic structure of American bullfrog populations in Brazil en el siguiente enlace: www.nature.com/articles/s41598-022-13870-2.
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