La corzuela colorada (Mazama rufa), una de las tres especies forestales nativas del Bosque Atlántico, es altamente vulnerable a la acción humana (foto: Proyecto Yaguaretés del Iguazú)
Investigadores constatan en un estudio que el 56,8 % de las áreas prioritarias para la preservación de estos mamíferos en el referido bioma no posee estatus legal de protección ambiental. En dicho trabajo se identificaron 21 grandes macizos forestales que podrían transformarse en nuevas unidades de conservación, con la consiguiente protección de las especies amenazadas
Investigadores constatan en un estudio que el 56,8 % de las áreas prioritarias para la preservación de estos mamíferos en el referido bioma no posee estatus legal de protección ambiental. En dicho trabajo se identificaron 21 grandes macizos forestales que podrían transformarse en nuevas unidades de conservación, con la consiguiente protección de las especies amenazadas
La corzuela colorada (Mazama rufa), una de las tres especies forestales nativas del Bosque Atlántico, es altamente vulnerable a la acción humana (foto: Proyecto Yaguaretés del Iguazú)
Por André Julião | Agência FAPESP – Altamente dependientes de los montes, apuntados por la caza y víctimas de los ataques de los perros domésticos y de las enfermedades del ganado, los cérvidos del bioma brasileño del Bosque Atlántico se encuentran en gran medida vulnerables y en riesgo de extinción. Así y todo, la buena noticia indica que la conservación de 48.400 kilómetros cuadrados (km²), o el 2 % del total del área de este bioma, puede ser suficiente como para mantener las poblaciones de las tres especies brasileñas que viven en estos montes. Casi el 50 % de estas áreas ya cuenta con algún tipo de protección legal.
Esta es la conclusión que se desprende de un estudio publicado en el Journal for Nature Conservation por científicos brasileños con el apoyo de la FAPESP.
“Estas especies son estrictamente forestales y, por eso mismo, su presencia constituye un importante indicador de la calidad de los montes del Bosque Atlántico. Por eso al conservar a los cérvidos estamos protegiendo todo el ecosistema”, explica Márcio Leite de Oliveira, quien realizó este trabajo durante una pasantía posdoctoral en el Núcleo de Investigaciones y Conservación de Cérvidos (Nupecce) de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), con sede en la localidad de Jaboticabal, con una beca de la FAPESP.
El grupo de autores del estudio, que incluye a investigadores de las universidades federales de Paraná (UFPR) y de la Integración Latinoamericana (Unila), con sede en Foz de Iguazú (también en el estado de Paraná), arribó a la conclusión de que el 56,8 % de las áreas que deberían ser prioritarias para la preservación no se ubica dentro de las unidades de conservación.
La otra parte se encuentra dentro de unidades de conservación más o menos restrictivas, tales como reservas biológicas y parques nacionales (un 20,7 %), en primer lugar, y Áreas de Protección Ambiental (APA), en segundo lugar, que totalizan un 19,9 %. Una pequeña fracción (un 2,6 %) está en Tierras Indígenas.
Para arribar a estos valores, los investigadores mapearon todas las áreas en donde habitan la corzuela colorada (Mazama rufa), la corzuela colorada pequeña (Mazama jucunda) y la corzuela menor o pigmea (Mazama nana) en el Bosque Atlántico, ya sea en Brasil, en Argentina o en Paraguay.
Los criterios
En este mapeo, se consideró la presencia de bosques y de condiciones bioclimáticas para la supervivencia de las especies. Asimismo, el grupo de investigadores consideró el área mínima necesaria para la viabilidad de poblaciones de cada especie (120 km²).
En el mapa se añadió también una parte de áreas teóricamente adecuadas para los animales, pero que aún no cuentan con registros de existencia. “Como no podemos estar seguros acerca de si las especies existen o no, el peso de estos territorios quedó reducido en el relevamiento”, comenta Leite de Oliveira.
Los autores constataron también que muchas áreas, incluso dentro de unidades de conservación, padecen diversas influencias humanas, tales como la presencia de cazadores y de especies exóticas como los perros domésticos (que persiguen y matan a los cérvidos), cerdos, vacas, carneros y jabalíes, que pueden transmitir enfermedades.
Por eso la mitad del área propuesta como prioritaria está sujeta a una gran influencia humana, que es menor en la otra mitad. De este modo, las políticas públicas que deben implementarse para la conservación de estas especies deben ser diferentes.
En las áreas de gran influencia humana situadas fuera de las unidades de conservación, los autores aconsejan la creación de áreas protegidas que permiten algunos usos sostenibles, tales como las APA. En las que padecen menos la acción humana, proponen el estabelecimiento de áreas más restrictivas, tales como parques y reservas.
“Detectamos 21 de estos grandes macizos forestales fuera de áreas protegidas que pueden sostener poblaciones viables de cérvidos y podrían transformarse en nuevas unidades de conservación”, señala Leite de Oliveira.
Aunque el nivel de protección de algunas unidades de conservación es menor, la existencia de una protección legal volvería necesariamente más riguroso el proceso de concesión de permisos ambientales para la concreción de obras y de algún modo resguardaría a los cérvidos.
Con este mapeo, los investigadores esperan suministrar una base realista pero efectiva a los gestores y a las comunidades para la conservación de estos mamíferos y, por extensión, de los ecosistemas.
Este trabajo contó también con el apoyo de la FAPESP mediante el otorgamiento de una beca doctoral a Pedro Henrique de Faria Peres.
Un nuevo género
El grupo del Nupecce, coordinado por José Maurício Barbanti Duarte, docente de la Facultad de Ciencias Agrarias y Veterinarias (FCAV) de la Unesp, con sede en la localidad de Jaboticabal, se ha abocado durante las últimas décadas a ahondar en el estudio de las especies de cérvidos sudamericanos (lea más en: agencia.fapesp.br/37754/).
Como consecuencia de ello, algunos grupos han sido reclasificados, como la corzuela colorada, antes tenida como una especie (Mazama americana), pero que los estudios genéticos y taxonómicos han demostrado que se trata de un complejo que incluye a Mazama rufa, por ejemplo, antes mencionada y recientemente revalidada.
En la estela de estos trabajos, el grupo acaba de traer nuevamente al género Subulo, descrito originariamente en 1827 y que posteriormente fue considerado como sinónimo de Mazama.
En un artículo publicado en el Journal of Mammalogy, los científicos retiran a la corzuela parda o guazubirá del género Mazama. Esta especie –que vive en la Caatinga (el bioma semiárido de la región nordeste de Brasil), en el Cerrado (la sabana brasileña) y en el denominado cerradão (un paisaje empobrecido del Cerrado tras el proceso de regeneración ambiental)– ahora se llama Subulo guazoubira.
En este trabajo, que contó con el apoyo de la FAPESP en el marco de dos proyectos (17/07014-8 y 19/06940-1), los investigadores encajan una pieza más del complejo rompecabezas evolutivo de los cérvidos de América del Sur.
Puede leerse el artículo intitulado Using niche modelling and human influence index to indicate conservation priorities for Atlantic forest deer species en este vínculo: www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S1617138122001352.
Y la nueva descripción del género Subulo se encuentra disponible en el siguiente enlace: academic.oup.com/jmammal/advance-article-abstract/doi/10.1093/jmammal/gyac068/6702645.
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