Por esa premisa abogó el experto Joachim von Braun, quien fuera presidente del grupo científico de la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de las Naciones Unidas en 2020 y 2021, en el marco del décimo evento del ciclo de Conferencias FAPESP 60 años (foto: Léo Ramos Chaves/Pesquisa FAPESP)
Por esa premisa abogó el experto Joachim von Braun, quien fuera presidente del grupo científico de la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de las Naciones Unidas en 2020 y 2021, en el marco del décimo evento del ciclo de Conferencias FAPESP 60 años
Por esa premisa abogó el experto Joachim von Braun, quien fuera presidente del grupo científico de la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de las Naciones Unidas en 2020 y 2021, en el marco del décimo evento del ciclo de Conferencias FAPESP 60 años
Por esa premisa abogó el experto Joachim von Braun, quien fuera presidente del grupo científico de la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de las Naciones Unidas en 2020 y 2021, en el marco del décimo evento del ciclo de Conferencias FAPESP 60 años (foto: Léo Ramos Chaves/Pesquisa FAPESP)
Por José Tadeu Arantes | Agência FAPESP – Más de 800 millones de personas son afectadas por el hambre o por la subnutrición en el mundo. Y la crisis climática podrá llevar a otros 100 millones de individuos a esa situación. La deficiencia en micronutrientes afecta a más de 2.000 millones de personas. Y uno de cada diez habitantes del planeta consume comida insalubre.
Este alarmante cuadro está agravándose, más allá del extraordinario avance tecnológico y del enorme derroche de alimentos. Y como la otra cara de la misma moneda, se exhibe una acelerada destrucción del medio ambiente.
El científico Joachim von Braun, docente del Centro de Investigaciones para el Desarrollo de la Universidad de Bonn, en Alemania, y presidente de la Pontificia Academia de Ciencias del Vaticano, fue quien dio a conocer estos datos. Braun, quien actuó como presidente del grupo científico de la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de las Naciones Unidas en 2020 y 2021, desarrolló el tema “Aspectos económicos de la degradación de la tierra y el verdadero costo de la comida” en el marco de una conferencia organizada por la FAPESP.
Este evento online, denominado “El uso de la tierra y la producción de alimentos”, integró el ciclo de Conferencias FAPESP 60 años, y se encuentra disponible en el canal de Agência FAPESP en YouTube.
Aparte de Braun, participaron en el encuentro Mariangela Hungria, investigadora de la estatal Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), y Laerte Guimarães Ferreira, profesor titular de la Universidad Federal de Goiás (UFG).
Braun presentó un balance del verdadero costo de los alimentos. Mientras que el valor computado por el mercado es de 9 billones de dólares, el costo real es más de tres veces superior: del orden de los 28 billones de dólares. Sucede que el mercado no computa los costos derivados de la degradación ambiental, de los impactos provocados por el consumo de alimentos insalubres sobre la vida y la salud humana y otros.
“Los precios del mercado no tienen en cuenta los beneficios que aporta la comida sana ni los maleficios que causa la comida insalubre. Las utilidades de los negocios no reflejan los valores que se le suman o se le restan a la sociedad. Los productos internos brutos [PIB] asociados al sistema de alimentos no reflejan la contribución al bienestar”, dijo.
Según el experto, la Cumbre sobre Sistemas Alimentarios de las Naciones Unidas dejó claro que las acciones de transformación son imprescindibles para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fijados por esa institución global. Y definió cinco directrices para la consecución de esas acciones: nutrir a todas las personas, impulsar soluciones basadas en la naturaleza, promover medios de subsistencia equitativos, trabajo decente y comunidades “empoderadas”, construir resiliencia a vulnerabilidades, shocks y estrés, y acelerar los medios de implementación.
Braun discurrió también sobre las siete propuestas en ciencia e innovación que le presentó a la Cumbre su grupo de trabajo. La lista está encabezada por la demanda de un paquete de políticas específicas e innovaciones institucionales con miras a acabar con el hambre y expandir la disponibilidad y la accesibilidad de dietas sanas y alimentos nutritivos. Y de iniciativas capaces de reducir el riesgo de los sistemas alimentarios y fortalecer la resiliencia, en particular en lo concerniente a sistemas alimentarios neutros con relación al clima, sistemas alimentarios positivos con relación al clima y sistemas alimentarios resilientes al clima.
Y prosigue con la reivindicación de innovaciones basadas en la ciencia y la tecnología para promover el uso eficiente de la tierra, el crédito y el trabajo justos, favorecer la salud humana, la productividad del sistema y el bienestar ecológico, proteger los suelos y el agua, la base genética agrícola y la biodiversidad, implementar la pesca sostenible, la acuicultura y la protección de áreas costeras y océanos, y desarrollar innovaciones digitales para lograr una mayor eficiencia e inclusión de sistemas alimentarios y comunidades rurales.
Al enfocarse en la agricultura brasileña, y más específicamente en la producción y la productividad agrícolas, Mariangela Hungria hizo referencia al gran potencial del país como productor mundial de alimentos en contraste con su dependencia de los fertilizantes. Brasil importa el 85 % del nitrógeno, el fósforo y el potasio que se emplean en la agricultura.
“La dependencia externa es enorme y ha aumentado en los últimos años. Asimismo, los fertilizantes exhiben una baja eficiencia: gran parte no es aprovechada por las plantas y se pierde en el suelo. Otro problema reside en que tanto la agricultura como los cambios en el uso de la tierra son los componentes con más efectos sobre la emisión de gases de efecto invernadero. Un kilo de nitrógeno utilizado provoca una emisión de 10,7 kilos de CO2 equivalente”, afirmó la investigadora.
La gran alternativa, según Hungria, reside en el uso de microorganismos promotores del crecimiento de las plantas, capaces de sustituir total o parcialmente a los fertilizantes químicos, con evidentes ventajas económicas, ambientales y sociales. “Tenemos décadas de inversiones en investigaciones con microorganismos”, informó la investigadora, quien brindó varios ejemplos de bacterias que pueden emplearse aisladamente o en sistemas de coinoculación como alternativas a los fertilizantes químicos.
Una situación crítica del campo brasileño la constituyen las pasturas degradadas, que ocupan un área casi tres veces mayor que las de los cultivos, correspondiente al 21,2 % de todo el territorio nacional. “Tenemos una combinación de bacterias que pueden incrementar la productividad de esos territorios de pasturas, liberándolos para la agricultura, sin que sea necesario talar ni un árbol más”, enfatizó Hungria.
El tema de las pasturas degradadas volvió en los dichos de Laerte Guimarães Ferreira, el último conferencista del panel. El investigador afirmó que aproximadamente el 35 % del territorio nacional ha sido antropizado, es decir, transformado por la acción humana. Y que una tercera parte de esos cambios se concretó durante los últimos 37 años, configurando un ritmo de conversión sin parangón en el mundo. “Alrededor del 80 % de todas las emisiones de gases de efecto invernadero en Brasil obedece a cambios en el uso de la tierra y de los bosques y a la producción agropecuaria: el país se ubica entre los cinco mayores emisores de gases de efecto invernadero”, dijo.
Creador y coordinador del Laboratorio de Procesamiento de Imágenes y Geoprocesamiento de la Universidad Federal de Goiás (Lapig), y uno de los principales referentes en el procesamiento, el análisis y la distribución de datos de satélites en Brasil, Guimarães Ferreira recordó que alrededor del 90 % de todo lo que ya ha sido deforestado en Brasil desde el comienzo de la colonización hasta los días actuales en algún momento correspondió a pasturas. Y las pasturas actualmente se encuentran en gran medida degradadas.
Con todo, sugirió que los panoramas desfavorables pueden modificarse mediante políticas públicas, al presentar datos comparativos de 2010 y 2018 para mostrar el posible efecto del Plan de Agricultura de Bajo Carbono en la recuperación de pasturas degradadas. Con una línea de crédito específica para financiar inversiones que puedan contribuir con la disminución de los impactos ambientales en la actividad agropecuaria, el Plan ABC, tal su mote, entró en vigencia en el año 2011. “Con base en datos satelitales, obtuvimos indicios robustos de que, entre 2010 y 2018, alrededor de 27 millones de hectáreas de pasturas dejaron de ser degradadas”, informó Guimarães Ferreira.
La apertura de la 10ª Conferencia FAPESP 60 años estuvo a cargo de Ronaldo Aloise Pilli, vicepresidente del Consejo Superior de la FAPESP. Y contó con la moderación de Carlos Eduardo Pellegrino Cerri, docente de la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz, de la Universidad de São Paulo (Esalq-USP).
Puede accederse al evento completo en el siguiente enlace: www.youtube.com/watch?v=PDOFkge3C3M.
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