Wood es director del Centro de Estudios Avanzados de Paleobiología de la Universidad George Washington (foto: Felipe Maeda/Agência FAPESP)
Este fue el análisis de Bernard Wood, uno de los más renombrados paleoantropólogos de la actualidad, durante la 6ª Conferencia FAPESP 2023
Este fue el análisis de Bernard Wood, uno de los más renombrados paleoantropólogos de la actualidad, durante la 6ª Conferencia FAPESP 2023
Wood es director del Centro de Estudios Avanzados de Paleobiología de la Universidad George Washington (foto: Felipe Maeda/Agência FAPESP)
Por Maria Fernanda Ziegler | Agência FAPESP – Para entender de qué manera transcurrió la evolución humana, hay que andar con la luz parpadeante de la historia y tropezar en los senderos del pasado intentando reconstruir escenas y revivir sus resonancias, y así encender la pasión de tiempos anteriores, dijo el paleoantropólogo Bernard Wood durante la conferencia intitulada “La evolución humana: logros y desafíos”, dictada el pasado 10 de octubre en el Auditorio de la FAPESP. El referido evento se llevó a cabo como parte de la serie Conferencias FAPESP 2023.
Al tomar prestada una frase de Winston Churchill sobre la historia, Wood se dispuso a explicar en qué consisten los descubrimientos y los retos que permiten entender cómo transcurrió la evolución humana durante millones de años.
“¿Y cómo lo hacemos? La respuesta a esta pregunta pasa por recabar más evidencias y datos con base en nuevos registros fósiles, o extraer más información de los fósiles disponibles. Se pueden encontrar más fósiles en sitios conocidos o pueden buscarse nuevos sitios. También hay que mejorar los modos de analizar los datos recabados. De este modo, aparte del barrido láser más preciso referente a la morfología externa de los fósiles, también es posible reunir información mediante técnicas médicas no invasivas tales como la tomografía computarizada o la observación de isótopos estables y la secuenciación de ADN”, dijo el científico.
De esta forma, el estudio de la evolución humana cuenta también con pruebas inusitadas, como el dibujo y la composición de los dientes de un homínido que vivió sobre la Tierra hace más de 2 millones de años –que puede sugerir lo que este comía, por ejemplo– o el análisis del suelo y de los insectos, que suministra información importante sobre el clima y las condiciones de vida de esa época.
Entre otros ejemplos de “luces parpadeantes” que hacen posible llegar a una mayor comprensión de la evolución humana a los que Wood hizo alusión se encuentran los estudios mediante el empleo de micro-CT (microtomografía), los análisis de los carbonatos de los paleosuelos, las firmas de isótopos estables, la morfología dental y la 3D geometric morphometrics (una herramienta que describe la forma tridimensional de las superficies ortodóncicas).
“Mi trabajo no ha consistido únicamente en avanzar en nuestra comprensión sobre la evolución humana, sino también en disminuir nuestra ignorancia al respecto. ¿Y cómo se la logra? Mediante pruebas y datos basados en registros fósiles concretados en sitios existentes o en nuevos sitios, con los avances en las formas de analizar los datos que recabamos y también con relación a cómo logramos extraer información adicional de esos registros fósiles”, comentó.
Wood es director del Centro de Estudios Avanzados de Paleobiología de la Universidad George Washington (Estados Unidos) y uno de los más renombrados paleoantropólogos del mundo en actividad. Autor de 20 libros y de más de 250 artículos científicos, el británico es conocido por sus investigaciones sobre los orígenes del género Homo, la paleobiología del Paranthropus boisei (uno de los primeros homininos que vivieron en Europa entre 1 y 2 millones de años atrás), la sistemática de los homínidos, la reconstrucción de la filogenia, la morfología comparativa y la epistemología en la paleoantropología.
El árbol de la vida
En 1966, cuando era un estudiante de medicina al que le gustaba la anatomía, Bernard Wood tuvo su primer contacto con la paleoantropología en un curso de primatología y evolución humana. Existían solamente nueve homininis, los primates de la familia Hominidae, que incluye a los chimpancés, los bonobos, los humanos y sus antepasados extintos. Entre los homininis arcaicos, los transacionales y los modernos figuraban los Homo sapiens, H. neanderthalensis, H. heidelbergensis, H. rhodesiensis, H. erectus, H. habilis, Australopithecus africanus, Paranthropus robustus y Paranthropus boisei.
Casi 60 años después, en 2023, los linajes de homininis registrados abarcaban 31 taxones entre homininis arcaicos, modernos, premodernos y posiblemente los primeros homininis. Aparte de una serie de nuevos fósiles del género Homo premoderno, figuran más taxones de homininis arcaicos como el Au. afarensis (que vivió hace casi 4 millones de años), como así también los posibles primeros homininis, tales los casos de Orrorin tugenensis, Ardipithecus ramidus, Ar. Kadabba y Sahelanthropus tchadensis (que pisó tierra hace probablemente 7,5 millones de años). Cabe subrayar que, dependiendo del análisis, este número puede achicarse.
La trayectoria de Wood en la paleoantropología empezó en 1977, cuando Richard Leakey lo invitó a convertirse en miembro de lo que más tarde se volvió conocido como Proyecto de Investigación Koobi Fora. Fue uno de los tres anatomistas (Michael Day y Alan Walker fueron los otros) encargados de describir los fósiles de homínidos recuperados en East Rudolf, Kenia). Ese trabajo redundó en una importante monografía, en 1991, sobre los restos craneales de homininios de la Formación Koobi Fora, un atlas de anatomía de los tejidos blandos de los monos.
En otro estudio, Wood descubrió que hace unos 8 millones de años existió un ancestro común entre los humanos modernos, los chimpancés y los bonobos. Esto significa que los chimpancés y los bonobos están más cerca de los humanos que los gorilas, por ejemplo.
“No se sabe exactamente por qué fue así. Pero, en algún momento, hace entre 15 y 12 millones de años, pasamos a una pequeña rama que dio origen a los humanos modernos contemporáneos y a los monos africanos vivos. Entre 11 y 9 millones de años atrás, la rama de los gorilas se separó y dejó solamente una rama compuesta por los ancestros de los chimpancés, de los bonobos y de los humanos modernos. Hace 8 y 6 millones de años, esa rama muy fina se dividió en dos. Uno de los brotes termina en la superficie del árbol de la vida con los chimpancés y bonobos, en tanto que el otro lleva a los humanos modernos”, explicó.
Divisores versus aglutinadores
Con todo, tal como lo sostuvo Wood, “no es porque no exista un registro fósil que no puede haber existido una especie”: es probable que haya un exceso de divisiones.
El investigador explicó durante su conferencia, y también lo hace en su libro Human Evolution, a Very Short Introduction (Oxford University Press, 2019, 2ª ed.), que la interpretación de la taxonomía en la evolución humana reconoce una cantidad relativamente grande de especies. “Existen quienes reconocen una mayor cantidad de especies y quienes tienen una mayor propensión a aglutinar. De ambos lados se están observando las mismas evidencias, aunque se las interpreta de manera distinta”, afirmó.
Wood comentó que la gran causa de las divergencias existentes entre los paleoantropólogos acerca de cuántas especies es posible identificar en los registros fósiles de los homínidos obedece a diferencias en la forma de interpretar una variación. Por eso los científicos que hacen hincapié en la importancia de las continuidades (la evolución) en el registro fósil generalmente optan por menos especies, mientras que aquellos que están más dispuestos a reconocer y darles énfasis a las discontinuidades tienden a reconocer más especies.
“No podemos olvidarnos de que la evidencia genética constituye una herramienta sumamente poderosa para el estudio de la evolución, pero ella solamente vuelve hasta una pequeña parte de la evolución humana. Es por ello que la mayoría de las evidencias siguen basándose en los registros fósiles”, comentó.
En su primera visita a Brasil, Bernard Wood dictó dos conferencias, una en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de São Paulo (IEA-USP) y la otra en la FAPESP. Durante su viaje por el país, el científico mantuvo también reuniones de supervisión de alumnos brasileños del grupo del profesor Walter Neves (IEA-USP) y tomó parte en una expedición de campo a Lagoa Santa, el sitio arqueológico situado en el estado de Minas Gerais en donde se halló a Luzia, el fósil de Homo sapiens más antiguo de América del Sur, de entre de 12.500 y 13.000 años.
La conferencia completa se encuentra está disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=2r7DCa88_Xo.
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