Keith Carter, de la OPS-OMS, y otros especialistas enumeraron las prioridades de investigación en el área durante la realización de la Escuela São Paulo de Ciencia Avanzada para la Erradicación del Paludismo (foto: WHO Key facts about Malaria)
Keith Carter, de la OPS-OMS, y otros especialistas enumeraron las prioridades de investigación en el área durante la realización de la Escuela São Paulo de Ciencia Avanzada para la Erradicación del Paludismo
Keith Carter, de la OPS-OMS, y otros especialistas enumeraron las prioridades de investigación en el área durante la realización de la Escuela São Paulo de Ciencia Avanzada para la Erradicación del Paludismo
Keith Carter, de la OPS-OMS, y otros especialistas enumeraron las prioridades de investigación en el área durante la realización de la Escuela São Paulo de Ciencia Avanzada para la Erradicación del Paludismo (foto: WHO Key facts about Malaria)
Por Karina Toledo
Agência FAPESP – Entre los países americanos, Brasil ha sido uno de los campeones en el combate contra el paludismo o malaria, y se encamina hacia la eliminación de esta enfermedad que todavía mata a alrededor de medio millón de personas anualmente en el mundo, la mayoría niños menores de cinco años.
Este análisis estuvo a cargo de Keith Carter, consejero sénior para malaria y otras enfermedades transmisibles de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) –vinculada a la Organización Mundial de la Salud (OMS)–, durante la apertura de la Escuela São Paulo de Ciencia Avanzada para la Erradicación del Paludismo.
Este evento, realizado con el apoyo de la FAPESP, la Bill & Melinda Gates Foundation, la OPS y la Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes), reunió a 104 estudiantes y jóvenes investigadores de 42 países desde el 22 de septiembre hasta el 2 de octubre en la Facultad de Salud Pública de la Universidad de São Paulo (FSP-USP), en Brasil.
“Brasil ha conseguido disminuir significativamente la transmisión del paludismo en su territorio, y esto representa un gran ejemplo para el mundo. Por supuesto que aún existen obstáculos que deben vencerse, especialmente en las áreas de frontera. Venezuela, en tanto, donde la cantidad de casos crece año tras año, constituye hoy en día el mayor desafío del continente”, sostuvo Carter en entrevista con Agência FAPESP.
En su disertación, el representante de la OPS recordó que a comienzos del siglo XX, esta enfermedad transmitida a través de las picaduras de los mosquitos del genero Anopheles se había propagado prácticamente por todo el planeta. A mediados de la década de 1950 –tan sólo algunos años después de la creación de la OMS– se puso en marcha la primera campaña global de erradicación de la malaria, cuya arma principal fue el insecticida DDT (dicloro-difenil-tricloroetano).
La idea era fumigar todas las viviendas de todos los países, como un modo de disminuir la densidad de la población del mosquito vector a punto tal que la cadena de transmisión se interrumpiera.
Mediante la implementación de ese programa se logró eliminar la enfermedad fundamentalmente en Europa y en Norteamérica, como así también disminuir la cantidad de casos en otras regiones. Pero la erradicación efectiva no ocurrió tan rápido como se esperaba y las etapas de consolidación y mantenimiento se mostraron más caras y más lentas que lo estimado.
“A mediados de la década de 1960 empezaron a faltar recursos para proseguir con esos esfuerzos. Durante las dos décadas posteriores, el tema cayó en el olvido y la cifra de casos volvió a aumentar”, comentó Carter.
A juicio de la brasileña Marcia Castro, docente de la Harvard T.H. Chan School of Public Health, de Estados Unidos, diversos motivos explican el fracaso de esa iniciativa.
“En primer lugar, la cobertura no fue integral y el mosquito no respeta barreras geográficas. Si uno trata un área y no todas, el mosquito vuelve al cabo de un tiempo. Quedaron afuera de la iniciativa los países del África subsahariana, por ejemplo, una región en donde hasta los días actuales se concentran los casos en su mayoría. En muchos lugares el acceso a las viviendas era difícil debido a la falta de carreteras y de equipos de salud debidamente estructurados”, afirmó Castro.
Asimismo, con el paso de los años, los mosquitos fueron adquiriendo resistencia al insecticida y eso tornó inviable la propuesta de disminuir la densidad vectorial a punto tal de interrumpir la transmisión, una meta que se volvió aún más difícil de alcanzar habida cuenta de que no se estaba tratando a todos los pacientes; por ende, quedaban aquéllos que se mantenían como reservorios del parásito causador de la dolencia.
La erradicación de la investigación
De acuerdo con Castro, la iniciativa de la OMS no sólo falló en la erradicación del paludismo sino que también tuvo un efecto colateral nefasto: erradicó la investigación sobre la enfermedad y la capacitación de profesionales de la salud en todo el mundo prácticamente.
“Creían que el DDT por sí sólo resolvería el problema, y así no habría más necesidad de capacitar a la gente o de invertir en la búsqueda de nuevas estrategias de control y de nuevos medicamentos. Pensaban que era innecesario estudiar la ecología de las regiones endémicas o la biología del parásito y del mosquito vector”, dijo la profesora de Harvard.
Recién se reanudó el proceso en la década de 1990, dijo Castro, cuando muchos países se percataron de que el paludismo no era solamente una cuestión de salud pública, sino también un obstáculo para el desarrollo económico. Y se vivía entonces el comienzo de la globalización.
“En la década de 1990, la tónica pasó a ser el control del número casos para que la malaria dejase de ser un problema de salud tan dramático. Ya no se hablaba más de su erradicación [llegar a eliminar totalmente los casos en todo el mundo] o de su eliminación [ningún caso en una determinada región]. Se implementó entonces una combinación de medidas que abarcan el control vectorial, el diagnóstico y el tratamiento precoz de los pacientes”, explicó.
Dos pasos adelante
Con todo, según los expertos, aún son grandes los retos que deben afrontarse y superarse para que al menos se pueda mantener a la malaria bajo control, y esto sólo será posible mediante de la inversión en investigaciones.
“La mejor droga antipalúdica que tenemos actualmente es la artemisinina, y ya hay casos de resistencia en el sudeste de Asia, donde se la ha usado mucho. No sabemos a ciencia cierta si la resistencia ha llegado África y tememos mucho que se propague, pues no contamos con otra droga tan potente”, dijo Castro.
Aparte de los nuevos medicamentos, la profesora de Harvard hace hincapié en la necesidad de desarrollar nuevos productos para poner en los mosquiteros y para fumigar las viviendas, pues también existe resistencia a los insecticidas que se emplean actualmente.
“El mosquito parece estar siempre dos pasos adelante de nosotros. Se adapta tanto en términos de desarrollo de resistencia como en términos de comportamiento. Los libros sobre malaria dicen que el Anopheles se reproduce únicamente en agua limpia, pero ya se han encontrado larvas en aguas contaminadas. Los libros afirman que pica dentro de las viviendas, por las noches, pero en la Amazonia está atacando fuera de casa, en dos horarios picos: al anochecer y al amanecer, cuando la gente está yendo o volviendo del trabajo”, comentó Castro.
Para Carter, también son fundamentales las investigaciones antropológicas que permitan entender cómo viven y qué hacen los habitantes de las áreas endémicas, y cómo utilizan los medicamentos o qué hacen cuando están enfermos.
“Esta información resulta importante para orientar estrategias de salud pública. Y debemos también entender qué efectos tendrás los cambios climáticos sobre la longevidad del mosquito en las diferentes regiones”, dijo.
También se hacen necesarios, según los expertos, nuevos métodos de diagnóstico que permitan identificar a los portadores asintomáticos de la afección, como así también métodos que permitan diagnosticar la forma latente de la malaria causada por el parásito de la especie Plasmodium vivax, la más prevalente en la Amazonia brasileña, que puede provocar recaídas meses después de la infección primaria.
La capacitación de líderes
De acuerdo con Marcelo Urbano Ferreira, investigador del Instituto de Ciencias Biomédicas de la USP y organizador del evento, el curso dictado en el ámbito del programa Escuela São Paulo de Ciencia Avanzada (ESPCA-FAPESP) constituye la primera versión regional del “Science of Eradication: Malaria”, que dictan desde 2012 tres instituciones líderes en investigación sobre el tema: el Barcelona Institute for Global Health (ISGlobal, de España), la Harvard University y el Swiss Tropical and Public Health Institute (Swiss TPH, de Suiza).
“Originariamente era un curso avanzado de capacitación destinado a gestores de servicios de salud o investigadores séniores del área. Nosotros lo adaptamos para el público de la ESPCA, que incluye a estudiantes de pregrado, de posgrado y jóvenes investigadores, algunos que actúan en programas de control del paludismo”, dijo Ferreira.
Más allá de enfocarse en la excelencia académica, la selección de los 104 participantes apuntó a darles representación a los países endémicos, con relieve para aquéllos que ya cuentan con programas de eliminación o erradicación de la malaria, tales como Sri Lanka, Bután, Etiopía y Sudáfrica.
“Conseguimos un buen equilibrio entre investigadores de laboratorio y académicos que actúan como profesionales de la salud pública, como así también un equilibrio entre los que trabajan en las cinco áreas cubiertas por el curso: Epidemiología y control; Estudios de los vectores; Inmunología y vacunas; Tratamiento y nuevas drogas, y Biología del plasmodium”, dijo Ferreira.
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