De los 26 estados brasileños, sólo São Paulo cuenta con una comisión y con una política de conservación, restauración y uso sostenible de la biodiversidad, elaborada con el apoyo del Programa BIOTA-FAPESP (foto: Eduardo Cesar/ FAPESP)
Tras la aprobación del nuevo marco legal de la biodiversidad brasileña, la comunidad de la ciencia apuesta a que el país rubrique su compromiso con este acuerdo internacional
Tras la aprobación del nuevo marco legal de la biodiversidad brasileña, la comunidad de la ciencia apuesta a que el país rubrique su compromiso con este acuerdo internacional
De los 26 estados brasileños, sólo São Paulo cuenta con una comisión y con una política de conservación, restauración y uso sostenible de la biodiversidad, elaborada con el apoyo del Programa BIOTA-FAPESP (foto: Eduardo Cesar/ FAPESP)
Por Elton Alisson
Agência FAPESP – La reciente aprobación del nuevo marco legal de la biodiversidad de Brasil –que regula el acceso al patrimonio genético de plantas y animales nativos brasileños y al conocimiento tradicional asociado– representó un gran avance del país en ese campo, de acuerdo con científicos del área.
Pero ahora, la comunidad científica espera que el país dé otro importante paso en ese sentido y ratifique el Protocolo de Nagoya en los próximos meses –se trata de un acuerdo internacional sobre el acceso a recursos genéticos y el reparto justo y equitativo de los beneficios de su utilización– estipulado en 2010 por el Convenio sobre la Biodiversidad Biológica (CDB), de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El secretario ejecutivo de la CDB, el brasileño Braulio Ferreira de Souza Dias, puso de relieve esta expectativa durante un evento referente a la agenda internacional de conservación de la biodiversidad y el rol de Brasil, realizado el pasado 11 de junio en la Universidad de São Paulo (USP).
“Una de las precondiciones que plantearon diversos sectores en Brasil para discutir la ratificación del Protocolo de Nagoya consistía en que el país aprobase primeramente una ley nacional sobre el acceso a los recursos genéticos y al reparto de sus beneficios. Ahora, con la aprobación de la nueva ley de biodiversidad brasileña, esperamos que –este mismo año– el Congreso Nacional ratifique el protocolo”, declaró Ferreira de Souza Dias a Agência FAPESP.
De acuerdo con Ferreira de Souza Dias, la ratificación de Brasil del Protocolo de Nagoya resulta fundamental para consolidar la implementación del acuerdo internacional, que entró en vigor en octubre de 2014, luego de 50 ratificaciones necesarias.
Sucede que el país, que tiene la mayor biodiversidad del planeta, estimularía a los otros miembros de la CDB que tampoco han ratificado el protocolo a confirmar su compromiso con dicho acuerdo internacional.
“La ratificación del protocolo por parte de Brasil tendrá un simbolismo muy grande y movilizará a otros países para acelerar sus procesos de discusión y asumir la misma iniciativa”, estimó Ferreira de Souza Dias.
“Brasil tiene una experiencia de más de 15 años de debate inherente al acceso a los recursos genéticos y al reparto de sus beneficios, y puede contribuir mucho en las decisiones internacionales sobre esos temas. Pero, para ello, debe ratificar el protocolo de Nagoya”, afirmó.
De acuerdo Ferreira de Souza Dias, diversos países europeos ratificarán el protocolo este mismo año.
Con todo, este compromiso internacional atraviesa dificultades en su implementación. De los 196 países miembros de la CDB, poco más de 60 han ratificaron el documento, comentó Ferreira de Souza Dias.
“Estamos promoviendo la capacitación y difundiendo información entre distintos sectores económicos de los países miembros de la CDB, para aclarar mejor los alcances del protocolo y permitir que este acuerdo entre en plena vigencia y produzca los resultados esperados, para promover la distribución de beneficios entre los pueblos tradicionales y las comunidades locales de los eventuales usos económicos de la biodiversidad de sus países”, afirmó.
El aporte brasileño
Según Ferreira de Souza Dias, Brasil ha conquistado un enorme reconocimiento internacional en los últimos años a causa de sus acciones en el área ambiental.
Durante la última década, el país ha sido el que más ha expandido las áreas protegidas y disminuido el desmonte, y, por consiguiente, las emisiones de gases de efecto invernadero. Y es uno de los mayores productores de ciencia en biodiversidad, afirmó el científico.
“La contribución brasileña sobre biodiversidad a la ciencia mundial es aproximadamente tres veces mayor que en otras áreas”, comparó.
Así y todo, el país aún no ha aprovechado las oportunidades que se le presentan para influir y ubicarse a la delantera de la agenda internacional sobre biodiversidad y medio ambiente, y necesita avanzar en algunos temas, añadió.
“Brasil toma parte en los debates ambientales a nivel internacional, pero aún lo hace tímidamente. Podría erigirse como un actor más activo y aportar su experiencia: en el monitoreo de ecosistemas y de la recuperación de áreas forestales degradadas vía satélite, para tener influjo en la agenda internacional de medio ambiente”, precisó Ferreira de Souza Dias.
El país todavía no es miembro pleno de la Infraestructura Global de Información sobre Biodiversidad (GBIF, por sus siglas en inglés), por ejemplo. La GBIF es una organización intergubernamental creada en 2001 con el objetivo de facilitar la distribución y el acceso libre y gratuito de datos sobre la biodiversidad.
Y de los 26 estados brasileños, tan sólo São Paulo posee una comisión y una política de conservación, restauración y uso sostenible de la biodiversidad –elaborada con apoyo del Programa BIOTA-FAPESP–, apuntó Ferreira de Souza Dias.
“Sería necesario que todos los estados brasileños tuvieran un plan sobre biodiversidad similar al de São Paulo. Más de la mitad de los estados de México y de las provincias de China ya poseen estrategias de uso sostenible de la biodiversidad. Brasil se ubica un poco atrás cuando se trata de este tema”, comparó.
De acuerdo con Ferreira de Souza Dias, también se hace necesario que el país eleve información sobre su biodiversidad a la CDB con mayor regularidad.
Tras casi un año de atraso, el país presentó su quinto informe nacional sobre biodiversidad a comienzos de este año: fue el 131º país miembro del convenio que envió el documento al organismo internacional.
La comunidad científica también tiene mucha expectativa con relación a la propuesta que presentará Brasil durante la 21ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP21), que se realizará en París a comienzos del mes de diciembre de este año, subrayó Ferreira de Souza Dias.
Sucede que el país podrá tener un rol fundamental en el establecimiento de un nuevo acuerdo global de disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero –que entrará en vigor a partir de 2020, en reemplazo del Protocolo de Kioto– que concilie desarrollo y mantenimiento de los recursos naturales.
“De no reducirse las emisiones de gases de efecto invernadero durante las próximas décadas, la biodiversidad global podrá verse severamente afectada. Existen diversos estudios que muestran que quizá desaparezca una tercera parte de la biodiversidad mundial si la temperatura global media aumenta 2 °C”, afirmó Ferreira de Souza Dias.
“Esperamos que Brasil presente una propuesta progresista de disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero en la COP21, que ayude a inspirar a otros países”, subrayó.
Una oportunidad única
A juicio Ferreira de Souza Dias, la realización de la COP21 y de una reunión de la Asamblea General de la ONU en septiembre de este mismo año –cuando deberán fijarse 17 objetivos del desarrollo sostenible, la mayor parte de ellos relacionada con la cuestión ambiental y la biodiversidad– representará una gran oportunidad para poner de relieve el rol de la biodiversidad en las políticas públicas nacionales vinculadas con las estrategias de desarrollo, combate contra la pobreza y promoción de la seguridad alimentaria.
Sucede que, pese a que los países reconocen que la biodiversidad forma parte de las soluciones destinadas a alcanzar los objetivos del desarrollo sostenible, la mayor parte de los subsidios económicos que destinan las naciones a los sectores ligados a la explotación ambiental generan efectos perversos sobre el medio ambiente, ponderó.
La pesca continúa siendo preponderantemente insostenible, y la mayoría de los países siguen subsidiando esta actividad, de la misma manera que lo hacen con la agricultura y la producción de combustibles fósiles.
Asimismo, no se computan los costos y la sociedad no paga por los servicios ambientales que presta la biodiversidad, en lo que hace a la provisión de alimentos, agua y aire limpio; además de constituir una fuente de medicamentos y productos cosméticos, por ejemplo, subrayó Ferreira de Souza Dias.
“La sociedad se beneficia con esos servicios ecosistémicos sin pagarlos, y eso ha llevado a la destrucción del medio ambiente y a la interrupción de los mismos en el mundo”, sostuvo.
De persistir el actual ritmo de pérdida de la biodiversidad global, se estima que más del 40% de la diversidad de especies de animales y plantas existentes en el mundo desaparecerá durante las próximas tres décadas. Los arrecifes de corales serán los primeros en extinguirse, dijo Ferreira de Souza Dias.
A los efectos de llamar la atención sobre la gravedad del problema, urge establecer metas cuantitativas de disminución de la pérdida de biodiversidad, sugirió José Goldemberg, profesor emérito de los Institutos de Energía y Ambiente (IEA) y de Física de la USP, durante el evento.
“En el caso del clima, esto es reconocidamente más fácil hacerse, debido a razones científicas, y ha estado a cargo del IPCC [el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático]. Pero es preciso plasmar esto en lo atinente a la biodiversidad, porque sólo de esa forma los gobiernos van a actuar”, indicó Goldemberg, quien también es miembro del Consejo Superior de la FAPESP.
Para ayudar a la CDB en tal sentido, la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES, por sus siglas en inglés) está llevando a cabo una evaluación global sobre polinizadores, polinización y producción de alimentos, y otra sobre escenarios futuros de la biodiversidad en el mundo.
Asimismo, esta entidad internacional creada en 2012 con la función de sistematizar el conocimiento científico acumulado sobre biodiversidad para servir de apoyo a políticas de alcance global también ha puesto en marcha un diagnóstico sobre biodiversidad y servicios ecosistémicos en las regiones América, África, Asia, Oceanía y Europa.
Estos diagnósticos regionales constituirán la base del primer diagnóstico global, que estará listo en 2019.
El diagnóstico global equivaldrá a los informe del IPCC sobre cambios climáticos y tendrá influjo en el perfeccionamiento de las políticas internacionales y nacionales de conservación, restauración y uso sostenible de la biodiversidad y servicios ecosistémicos, dijo Carlos Joly, docente de la Universidad de Campinas (Unicamp) y coordinador del programa BIOTA-FAPESP, durante el evento.
“La idea es producir un informe global sobre biodiversidad y servicios ecosistémicos cada cinco años”, dijo Joly, quien es miembro del IPBES.
“Esperamos que los siete convenios de la ONU relacionados con la biodiversidad y que los países miembros de esas convenciones se valgan de los datos producidos en el marco de esos diagnósticos, y que los documentos ser erijan en herramientas útiles para la toma de decisiones”, dijo Joly.
También participaron en el evento José Eduardo Krieger, prorrector de investigación de la USP; Antonio Mauro Saraiva, coordinador del Núcleo de Investigación en Biodiversidad y Computación (NAP-BioComp) de la USP; José Pedro de Oliveira Costa, docente de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU-USP); José Roberto Castilho Piqueira, director de la Escuela Politécnica de la USP, y Patricia Faga Iglecias Lemos, secretaria de Medio Ambiente del Estado de São Paulo.
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