Un estudio establece la cronología de eventos tectónicos y climáticos en las cuencas sedimentarias de Bauru, Sanfranciscana y Parecis, en la región centro-sur del país (imagen: Wikimedia Commons)
Un estudio establece la cronología de eventos tectónicos y climáticos en las cuencas sedimentarias de Bauru, Sanfranciscana y Parecis, en la región centro-sur del país
Un estudio establece la cronología de eventos tectónicos y climáticos en las cuencas sedimentarias de Bauru, Sanfranciscana y Parecis, en la región centro-sur del país
Un estudio establece la cronología de eventos tectónicos y climáticos en las cuencas sedimentarias de Bauru, Sanfranciscana y Parecis, en la región centro-sur del país (imagen: Wikimedia Commons)
Por Peter Moon | Agência FAPESP – Hace 140 millones de años, al comienzo del período Cretácico, Brasil estaba cubierto por un vastísimo desierto de dunas, mucho más grande que el del Sahara. Ese desierto desapareció al ser devorado por un océano de lava producido por el mayor derramamiento de magma de los últimos 500 millones de años. Siete de las diez mayores erupciones volcánicas –incluso las tres mayores– que ocurrieron en el planeta durante ese período se concretaron en el sudeste brasileño. El panorama geológico del país que los investigadores brasileños están configurando es aterrador.
El más reciente trabajo que apunta a conectar tres piezas fundamentales de ese rompecabezas colosal, las tres cuencas geológicas que sostienen la parte centro-sur del territorio brasileño, salió publicado en Journal of South American Earth Sciences. Uno de sus autores es el geólogo Alessandro Batezelli, del Instituto de Geociencias de la Universidad de Campinas (Unicamp). Este proyecto contó con el apoyo de la FAPESP.
El estudio de Batezelli se enfocó en las cuencas sedimentarias del centro-sur de Brasil, con relieve para las cuencas de Bauru, Sanfranciscana y Parecis. La comprensión del modo por el cual los eventos tectónicos y climáticos interactuaron en cada una de ellas en el tiempo y en el espacio ayuda a establecer una secuencia cronológica.
El descubrimiento de los mencionados eventos no fue obra de Batezelli y del geógrafo Francisco Sergio Bernardes Ladeira, el coautor del trabajo. Pero es su investigación, como así también las de otros profesionales, lo que nos permite elaborar un boceto del drama geológico que se desarrolló en la zona centro-sur de Brasil hace entre 135 y 60 millones de años.
Se parte Gondwana
Durante el período Jurásico, hace entre 201 y 145 millones de años, América del Sur y África estaban unidas. Se ubicaban exactamente en el medio del antiguo supercontinente llamado Gondwana. Las corrientes de aire saturadas de humedad del antiguo océano Panthalassa no tenían la fuerza suficiente como para llegar al distante centro de Gondwana. Por eso se formó allí un inmenso desierto, al que se le dio el nombre de Botucatu. Es el mismo proceso que se observa actualmente en Asia Central, cuyo clima desértico se debe a su gran distancia con respecto a los océanos.
Prácticamente no existen fósiles preservados del Jurásico en Brasil. Las explicaciones de esto serían el clima inhóspito del desierto y también la difícil preservación de fósiles en un ambiente de dunas. No obstante, el desierto de Botucatu no estaba deshabitado. Pero hasta ahora se han hallado únicamente algunas huellas fosilizadas de mamíferos y reptiles.
Hace 140 millones de años, América del Sur y África empezaron a separarse para dar comienzo a la apertura del Atlántico Sur. “El fenómeno que provocó la separación de Gondwana fue el surgimiento de fracturas profundas en la corteza terrestre”, dice Batezelli. Por esas fracturas empezó a extravasarse el magma del interior del planeta en cantidades descomunales. A medida que las grietas se iban ensanchando y los continentes apartándose, más lava rebasaba, en un proceso continuo y muy prolongado que perduró de 137,4 a 128,7 millones de años atrás.
El epicentro de esa megaerupción volcánica, “o para decirlo con mayor propiedad: un gigantesco derramamiento basáltico conocido como Provincia Volcánica de Paraná y Etendeka”, tal como lo aclara el geólogo, se ubicó en el sudeste y el sur de Brasil, que se encontraban unidos a las tierras de la actual Namibia, en África.
La Provincia Volcánica de Paraná y Etendeka se formó a partir de diversas grietas, o megavolcanes, los mayores de los cuales se tengan noticias. No eran volcanes explosivos como los que estamos acostumbrados a ver hoy en día. “No había erupciones explosivas. Las grietas chorreaban continuamente”, dice Batezelli. “Desde acá y hasta África había grietas a través de las cuales la lava inundó un área gigantesca durante un período muy prolongado”. A través de esas grietas rebasaron 2,3 millones de km³ de lava, que cubrieron totalmente un millón y medio de km², el equivalente al estado brasileño de Amazonas, el mayor del país, con una capa de lava de 1,5 km de altura.
El origen del acuífero Guaraní
Toda esa lava enterró las antiguas dunas del desierto de Botucatu y se fue acumulando en capas sucesivas hasta erguir Serra Geral, la formación montañosa que cubre los estados de Paraná, Santa Catarina y el norte de Rio Grande do Sul, además del este paraguayo y el norte de Argentina. Su arena se cocinó a una temperatura de 1.200 grados centígrados y quedó prensada debido al peso del magma. Y esa arena terminó convirtiéndose en arenisca, un tipo de roca bastante porosa que tiene la propiedad de almacenar el agua de lluvia que el suelo absorbe.
En el caso de las dunas del desierto de Botucatu, esto dio origen al acuífero Guaraní, uno de los mayores reservorios subterráneos de agua dulce del planeta, enterrado bajo el suelo del centro y el sudoeste de Brasil. El acuífero Guaraní posee 37 mil km³ de agua, el equivalente a 1,6 veces el volumen del mayor lago del planeta, el Baikal, en Siberia.
“En las regiones donde las dunas entraron en contacto directo con la lava, hubo un aumento de temperatura tan grande que los sedimentos literalmente se cocinaron, formando una arenisca más dura e impermeable, la que se utiliza hoy en día en las aceras de empedrado portugués”, dice Batezelli. En tanto, la lava al enfriarse formó basalto, y éste, con el desgaste causado por cien millones de años de erosión, dio origen a la tierra colorada, el suelo fértil que dio impulso en el siglo XIX a los cultivos de café en los estados de São Paulo y Paraná.
Un nuevo desierto
Hace 128,7 millones de años, cuando cesaron las inundaciones de magma, aquel gigantesco cúmulo de roca volcánica hizo que una parte del sudeste brasileño se hundiese bajo su propio peso, lo que creó en la superficie una nueva cuenca sedimentaria: la cuenca de Bauru. Y sobre ésta se formó un nuevo desierto de dunas, aunque menor que el anterior.
El Atlántico Sur apenas si empezaba a abrirse. Aún no era siquiera un brazo de mar, sino a lo sumo una depresión anegada hacia donde convergían los ríos, los sedimentos y la erosión de dos continentes. Es decir, las aguas de Panthalasa –el océano que rodeaba a Pangea– aún estaban lejos, como así también su brisa húmeda. Para terminar con las condiciones de sequedad del centro-sur de Brasil, habría que esperar otros 60 millones de años, cuando el Atlántico Sur, aunque con menos de la mitad de su apertura actual, pudo morigerar el clima.
De cualquier manera, aquella depresión que se iba ensanchando lentamente, un par de centímetros por año, ya hacía sentir su influjo sobre el clima. El nuevo desierto de dunas, denominado entonces Grupo Caiuá, no era tan grande como el antiguo desierto de Botucatu, afirma Batezelli. Era árido, pero punteado por doquier por oasis infestados de diversas especies de cocodrilos terrestres, parientes extintos de los crocodilios actuales.
Aquellos cocodrilos vivían en tierra firme, tenían patas largas y caminaban como lobos. Los paleontólogos han descrito hasta ahora más de una docena de especies de éstos. La más famosa es el famoso Baurusuchus, una fiera predadora. Pero había también formas extrañas, con cuernos o con un caparazón similar al de los armadillos, como el del Armadillosuchus, y hasta un cocodrilo herbívoro: el esfagesaurio.
Las dunas de Caiuá existieron hasta hace unos 125 o 100 millones de años, cuando dieron lugar a un nuevo paisaje, conformado por ríos y lagos. “El clima se volvió mucho más suave, similar al semiárido de la Caatinga del nordeste brasileño”, dice Batezelli. Esa nueva depresión recibió sedimentos que actualmente pertenecen al Grupo Bauru, que existió hace entre 80 y 60 millones de años.
Y entonces sí, proliferaron los titanosaurios. La mayoría de las especies brasileñas corresponden a esa fase. Sus fósiles han sido designados con nombres que evocan a las ciudades de Minas Gerais y São Paulo cerca de las cuales se los halló, tales como uberabatitán y baurutitán.
La cuenca Sanfranciscana
Concomitantemente a estos 60 millones de años de transformaciones en la cuenca de Bauru, “más hacia el norte, en la cuenca Sanfranciscana, ocurrieron fenómenos muy parecidos, aunque no fueron los mismos”, subraya Batezelli. La cuenca Sanfranciscana abarca el oeste de Minas Gerais, Goiás, Tocantins y el oeste de Bahía, y se extiende hasta el sur de Piauí.
Durante el Cretácico inferior, en la cuenca Sanfranciscana se desarrollaron campos de dunas eólicas. Decenas de millones de años después, en el Cretácico superior, también hubo vulcanismo. “Exactamente en el límite entre las cuencas de Bauru y Sanfranciscana se formaron diversos volcanes”, revela Batezelli, con base en su investigación. “Hubo en ellos un derramamiento mucho menor que en el vulcanismo que dio origen a Serra Geral, pero fueron responsables de formar una región más elevada entre las cuencas de Bauru y Sanfranciscana. Fue como si la corteza se hinchase a causa del calor de las intrusiones magmáticas.”
Su relieve es perceptible hasta los días actuales en los cráteres, en el interior de las cuales se encuentran las ciudades de Araxá, Tapira y Poços de Caldas. “Los grandes yacimientos de niobio, al igual que otras riquezas minerales del sudeste de Minas Gerais, están relacionados con este vulcanismo.”
El vulcanismo en la cuenca Sanfranciscana ocurrió hace menos de 100 millones de años. La mayor parte de la lava que salió de esos volcanes avanzó sobre las dunas.
La evolución de la cuenca de Parecis es similar a lo que sucedió en las cuencas de Bauru y Sanfranciscana. Aún durante el período Jurásico superior, hubo un vulcanismo modesto en dicha cuenca. Hace 145 millones de años, en el Cretácico superior, se formaron ríos y lagos en la región comprendida entre el norte de Mato Grosso y el oeste de Rondônia. Con el paso del tiempo, el clima se fue volviendo más árido y el escenario paisajístico se transformó en una llanura de dunas.
En resumen, y comparando los escenarios de las tres cuencas sedimentarias, se arriba a la conclusión de que desde el Cretácico inferior hasta el Cretácico superior, en un lapso de tiempo de más de 60 millones de años, se produjo un desplazamiento de los desiertos de dunas en el territorio brasileño desde el sudeste hacia el noroeste.
Puede leerse el artículo intitulado Stratigraphic framework and evolution of the Cretaceous continental sequences of the Bauru, Sanfranciscana, and Parecis basins, Brazil, de Betezelli y Ladeira, publicado en Journal of South American Earth Sciences, en la siguiente dirección www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0895981115300857.
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