Resultados de un estudio publicados en la revista Phycologia sugieren que, a diferencia de lo que se creía, el mar de sargazos que tomó las playas del norte de Brasil en 2014 y 2015 no habría llegado proveniente de la región del Caribe (foto: Marina N. Sissini)
Resultados de un estudio sugieren que, a diferencia de lo que se creía, el mar de sargazos que tomó las playas del norte de Brasil en 2014 y 2015 no habría llegado proveniente de la región del Caribe
Resultados de un estudio sugieren que, a diferencia de lo que se creía, el mar de sargazos que tomó las playas del norte de Brasil en 2014 y 2015 no habría llegado proveniente de la región del Caribe
Resultados de un estudio publicados en la revista Phycologia sugieren que, a diferencia de lo que se creía, el mar de sargazos que tomó las playas del norte de Brasil en 2014 y 2015 no habría llegado proveniente de la región del Caribe (foto: Marina N. Sissini)
Por Karina Toledo | Agência FAPESP – Sorprendidos por la aparición inédita de una inmensa alfombra de algas flotantes en la costa brasileña entre 2014 y comienzos de 2015, científicos de diversas instituciones y países se unieron para investigar las causas, los orígenes y los posibles impactos de este fenómeno.
Los primeros resultados de este estudio, que contó con el apoyo de la FAPESP, se dieron a conocer pasado día 10 de marzo en la revista Phycologia. La versión impresa del artículo, destacado en la portada de ese periódico científico, salió publicada a comienzos de mayo.
Según los autores, este tipo de algas pardas perteneciente al género Sargassum es muy común en el Atlántico Norte, en una región del Caribe rodeada de corrientes oceánicas. Allí forman el llamado Mar de los Sargazos, que sirve de santuario de muchas especies vegetales y animales. Sin embrago, los resultados del trabajo indican que la biomasa que llegó a Brasil no lo habría hecho proveniente del Caribe, tal como de entrada se creyó.
“En Brasil existen algunas especies de sargazos que viven sujetas al sustrato marino. Pero el tipo flotante nunca se había observado en las playas antes de 2014. Existía un solo registro en la costa brasileña, pero en alta mar, realizado por la Marina en 2011 [más información en: checklist.org.br/getpdf?NGD002-12]”, comentó Marina Sissini, doctoranda de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC) y primera autora del artículo.
Sissini se encontraba en abril de 2015 en el archipiélago de Fernando de Noronha –en el nordeste de Brasil– realizando investigaciones en el marco del proyecto intitulado “Prospección sostenible en islas oceánicas: biodiversidad, química, ecología y biotecnología (ProspecMar)”, cuando empezó a verse el fenómeno en esa zona. Después de que se conocieron las primeras noticias a través de la prensa, relatos similares empezaron a surgir en el archipiélago de San Pedro y San Pablo (en el estado de Pernambuco), en atolón de las Rocas (estado de Río Grande do Norte) y en los estados de Maranhão y Pará.
“Así fue como se formó una red de investigación con el objetivo de descubrir cuáles eran las especies presentes en ese mar de sargazos y como llegaron hasta el Atlántico Sur, a contramano de las corrientes marinas”, comentó Sissini.
Además de la UFSC, la red congrega a científicos de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), la Universidad Federal Fluminense (UFF), la Universidad de São Paulo (USP), la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), la Universidad Federal de Pará (UFPA), la Universidad Federal de Bahía (UFBA), el Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad (ICMBio), la Agencia de Investigaciones Oceánicas y Atmosféricas (NOAA) de Estados Unidos y la Universidad de Ghana, en África.
Tamaña movilización no se debe únicamente a la curiosidad científica. Los expertos temen que este fenómeno pueda ocasionarle perjuicios a la biodiversidad y pérdidas a la economía de las zonas afectadas, fundamentalmente en caso de que empiece a surgir frecuentemente.
En Fernando de Noronha, por ejemplo, se estima que cuantiosos peces y otros animales marinos murieron bajo una capa de algas de aproximadamente un metro y medio de espesor.
“En la playa de Atalaia, en Salinópolis [estado de Pará], se computaron más de 30 toneladas de algas en 2014 y 121 toneladas en 2015. La municipalidad optó por retirar parte de esa biomasa mediante el empleo de camiones, a los efectos de minimizar las pérdidas ocasionadas al turismo”, comentó Mariana Cabral de Oliveira, docente del Instituto de Biociencias (IB) de la USP y coautora del artículo.
Si bien las algas del género Sargassum no son tóxicas, según explicó Cabral de Oliveira, terminan por ahuyentar a los bañistas cuando se depositan sobre la franja de arena. Con el tiempo, empiezan a descomponerse, exhalan un olor desagradable y pueden transformar la zambullida en el mar en algo inviable. También pueden entorpecer la pesca con red y el cultivo de mariscos y peces.
Otra preocupación reside en la posibilidad de que algunos de los organismos que cruzan el océano a remolque de los sargazos terminen siendo especies invasoras y provoquen desequilibrios en ecosistemas delicados como el de Fernando de Noronha o el del atolón de las Rocas.
“En los sargazos que se acumularon en Noronha detectamos algas de las especies Oscillatoria sp., Sphacelaria tribuloides, Cladophora sp., Ceramium spp. y Pneophyllum fragile. Entre los invertebrados estaban el Portunus sp., una especie de jaiba, y el Lepa sp., un cirrípedo. Había también una especie de pez popularmente conocido como peje chancho, cuyo nombre científico es Canthidermis maculata”, comentó Sissini.
Según Cabral de Oliveira, ninguna de las especies encontradas en el material recolectado es reconocidamente invasora. Pero debe monitoreárselas para saber se permanecerán en la zona y con qué consecuencias para la fauna y la flora.
El origen
Tal como explicó Sissini, uno de los principales objetivos de este trabajo consistió en investigar el origen de las algas flotantes que llegaron a la región norte de la costa brasileña.
“El primer paso fue identificar a las especies presentes en las muestras recolectadas en Noronha y en Atalaia y ver si eran iguales entre sí y si pertenecían a las mismas poblaciones existentes en el Caribe”, dijo la doctoranda de la UFSC.
Al analizar las características morfológicas, el grupo arribó a la conclusión de que las algas recolectadas en ambos lugares de la costa brasileña eran de las especies Sargassum natans y S. fluitans, también encontradas en el Caribe. Se realizaron análisis moleculares para intentar confirmar el hallazgo, pero los resultados no fueron conclusivos.
“Secuenciamos pequeños fragmentos de ADN tanto de las algas recolectadas en Noronha y en Atalaia como de especies de sargazos que viven sujetas al sustrato marino en Brasil. Como marcador usamos la región espaciadora interna transcrita (ITS, por sus siglas en inglés). Como existen muchas secuencias de esa región situada entre genes depositadas en bancos de datos públicos, se la emplea para diferenciar especies de sargazos”, explicó Oliveira.
No obstante, de acuerdo con la investigadora, este marcador no se mostró lo suficientemente sensible como para discriminar a las distintas especies, y menos aún para separar entre diferentes poblaciones de la misma especie, lo cual podría suministrar pistas acerca del origen de la biomasa.
En tanto, las imágenes satelitales que el NOAA tiene disponibles sugieren que es muy probable las algas no hayan llegado provenientes del Atlántico Norte, pues no se había registrado ningún movimiento de esas masas en dirección hacia el sur durante las semanas que precedieron a la llegada de las algas a la costa de Brasil.
Para Cabral de Oliveira, la hipótesis más probable indica que en la región del Atlántico Central, apenas debajo de la línea del Ecuador, existiría una matriz flotante de sargazos similar a la del Caribe, que sería el origen tanto de las algas detectadas en la costa de África en 2014 como de las que llegaron a Brasil entre 2014 y 2015.
Otra posibilidad que el grupo está investigando indica que el evento observado entre 2014 y 2015 podría estar relacionado con un aumento anormal de la temperatura del océano, lo cual habría favorecido el crecimiento de algas ya existentes en pequeñas cantidades en el Atlántico Sur.
“Habrá que mantener el monitoreo, pues puede que ocurran nuevamente estos eventos. Tememos que se vuelvan frecuentes y provoquen un impacto ambiental y económico significativo. Es necesario realizar nuevos estudios para medir los efectos”, dijo la profesora de la USP.
A juicio de Sissini, también se requieren estudios que apunten la mejor forma de manejo en caso de este fenómeno se repita. “En el estado de Pará, se removieron parcialmente las algas presentes en las playas. En tanto, en Noronha se optó por esperar que la propia marea se encargara de llevarse esa biomasa. No sabemos cuál es la mejor medida y, probablemente, habrá una recomendación sugerida para cada caso, según las características del ambiente”, dijo la investigadora.
Puede leerse el artículo intitulado The floating Sargassum (Phaeophyceae) of the South Atlantic Ocean – likely scenarios en el siguiente enlace: phycologia.org/doi/pdf/10.2216/16-92.1.
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