En el seminario realizado en el Brazil Institute, del Wilson Center, se discutió el libro Trajetórias das Desigualdades (imagen: Wilson Center)
En el marco de un seminario, se discutió la desigualdad desde diversas ópticas: demografía, territorio, género, raza, ingresos, mercado de trabajo y acceso a la educación y a los servicios
En el marco de un seminario, se discutió la desigualdad desde diversas ópticas: demografía, territorio, género, raza, ingresos, mercado de trabajo y acceso a la educación y a los servicios
En el seminario realizado en el Brazil Institute, del Wilson Center, se discutió el libro Trajetórias das Desigualdades (imagen: Wilson Center)
Por José Tadeu Arantes | Agência FAPESP – “Ningún otro país cuenta con datos de esta calidad para documentar una historia tan completa del desarrollo económico”, afirmó el profesor David Lam, director del Institute for Social Research, de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, al comentar el libro Trajetorias das Desigualdades: como o Brasil mudou nos últimos 50 anos [Trayectorias de las desigualdades: cómo ha cambiado Brasil en los últimos 50 años].
Lan fue uno de los participantes en el debate del seminario “Trajectories of Inequality in Brazil”, que se realizó el día 16 de febrero en el Brazil Institute, del Woodrow Wilson International Center for Scholars, en Washington, cuyo objeto fue ese libro publicado en 2015.
En dicha publicación, organizada por Marta Arretche, profesora titular del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de São Paulo (USP) y directora del Centro de Estudios de la Metrópolis (el CEM, uno de los 17 Centros de Investigación, Innovación y Difusión – CEPIDs, que cuentan con el apoyo de la FAPESP), se efectúa un vasto balance del proceso ocurrido en Brasil durante los últimos 50 años, con enfoque en el tema de la desigualdad, vista desde múltiples ángulos: demografía, territorio, género, raza, ingresos, mercado de abajo, acceso a la educación, acceso a los servicios y participación política.
“Existía un interés en el tema y había datos disponibles, pero nunca se los había reunido en un estudio abarcador que abordase la desigualdad como fenómeno multidimensional”, afirmó Arretche en la apertura del seminario. Algunos de estos investigadores se hicieron presentes en el seminario de Washington para presentarles a sus colegas estadounidenses y a otros invitados sus principales hallazgos en las respectivas áreas de estudio.
Quizá la variable que exprese de manera más elocuente la transición vivida en Brasil en estos últimos 50 años sea aquélla que apunta hacia la transformación de un país rural en un país urbano. En 1960, el 60% de la población brasileña vivía en el campo.
Ese porcentaje experimentó una caída abrupta en el censo realizado una década más tarde: era del 40% en 1970. Y siguió declinando, aunque con valores porcentuales menores, en los censos siguientes: un 30% en 1980, un 20% en 1991, un 15% en 2000 y un 12% en 2010. La población urbana se quintuplicó con creces durante ese período, al trepar de 31,3 millones de personas en 1960 a 161 millones en 2010.
Junto a la urbanización, la cobertura de los servicios públicos esenciales también creció continuamente en el mentado lapso de tiempo: prácticamente se universalizó el acceso a la energía eléctrica y a la recolección de residuos, al rozar el 100%. Y se extendió a más del 90% de la población el acceso al suministro de agua.
Debido a la mayor complejidad técnica de su implementación, la expansión del servicio de alcantarillado, aunque experimenta una curva ascendente desde la década de 1970, se mantuvo siempre atrás, beneficiando a poco más del 60% de la población en 2010.
Con todas las salvedades en cuanto a la calidad de la educación ofertada y al mayor tiempo promedio que les insumió a los alumnos la conclusión de los distintos ciclos, el proceso de escolarización de la población joven avanzó de manera significativa durante los 50 años investigados: tan sólo el 30% de los jóvenes había concluido los cuatro años del primer ciclo y menos del 10% había finalizado los ocho años del segundo ciclo en 1960. Esos porcentajes ascendieron a más del 90% y más del 75% respectivamente en 2010. El cuello de botella se desplazó hacia la educación superior, con alrededor de un 20% que ingresa a la facultad y menos de un 10% que se recibe.
También en lo atinente a la educación superior, dos desigualdades históricas de Brasil, la de género y la de raza, registraron evoluciones distintas en lo que a ese apartado se refiere. La desigualdad de género quedó superada, con las mujeres sobrepasando a los varones en cantidad y adquiriendo expresión también en las escuelas que brindan acceso a las profesiones de mayor prestigio. Pero la desigualdad de raza se mantuvo: el 75% de la población universitaria estaba compuesta por blancos en 2010, y los negros y mulatos se encontraban predominantemente ubicados en las escuelas menos disputadas.
Participación política
Si bien han disminuido, también las desigualdades regionales siguen siendo notorias. Eduardo Marques, docente del Departamento de Ciencia Política de la USP y vicedirector del CEM, mostró que las desigualdades regionales influyen no solamente sobre la calidad de los servicios prestados a la población más pobre, sino que también hacen que incluso los segmentos medios y ricos reciban una peor atención en las metrópolis del norte y del nordeste que en las del sudeste y del sur.
Marques cruzó datos referentes al nivel de ingresos con 21 variables indicativas de las condiciones urbanas. Con base en ello, distribuyó a la población brasileña en cuatro grupos.
En escala ascendente, de las peores a las mejores condiciones de infraestructura y servicios, así quedó la distribución en las regiones metropolitanas. Grupo 1: pobres de Belém, Fortaleza y Recife y sectores medios de Belém. Grupo 2: pobres de Salvador, Belo Horizonte, Río de Janeiro y Porto Alegre, medios de Fortaleza, Recife y Salvador y ricos de Belém. Grupo 3: pobres de São Paulo y Curitiba, medios de Curitiba y Porto Alegre y ricos de Fortaleza y Recife. Grupo 4, medios de Belo Horizonte, Río de Janeiro y São Paulo y ricos de Salvador, Belo Horizonte, Río de Janeiro, São Paulo, Curitiba y Porto Alegre.
En cuanto a la participación política por la vía electoral, el investigador José Antonio Cheibub, docente del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Illinois, mostró que, de una movilización electoral incompleta en el período 1945-1964, durante el cual las reglas relativas al registro de electores funcionaron como un mecanismo de exclusión, Brasil evolucionó –con el fin de la dictadura cívico-militar y la Constitución de 1988– hacia una universalización del derecho al voto. Fundamentalmente debido a la implementación de las urnas electrónicas en la década de 1990, la población más pobre y menos escolarizada quedó efectivamente incluida en el proceso democrático formal.
Una pregunta que atravesó como un ruido de fondo las discusiones del seminario y que fue explícitamente formulada por el periodista Carlos Eduardo Lins da Silva, global fellow del Brazil Institute y asesor especial de la FAPESP, es la que se refiere a si la disminución de las desigualdades y los progresos sociales registrados en el libro resistirán a una nueva coyuntura caracterizada por adversidades en distintas esferas.
Arretche admitió que el proyecto del libro cobró forma en un momento de euforia con respecto al crecimiento de la economía brasileña, y que eso predispuso a efectuar una evaluación más optimista. Sin embargo, argumentó que, si hubo alguna exageración en el optimismo, no se debe exagerar ahora en el sentido opuesto.
En efecto, para estimar la resiliencia de las transformaciones ocurridas, es necesario determinar con precisión las causas que las produjeron. En la intervención con la cual cerró el seminario, Arretche puso de relieve el rol de la redemocratización en la disminución de las desigualdades y destacó especialmente en ensanchamiento de los derechos asignados en la Constitución de 1988.
Y cuestionó en parte la famosa formulación del economista francés Thomas Piketty, autor del libro Le Capital au XXIe siècle, quien sostiene que el capitalismo posee una tendencia inherente de concentración de la riqueza. En coincidencia con Piketty, reconoció que, debido a la propia dinámica de la economía capitalista, el foso entre el 1% más rico y el 99% restante tiende a ensancharse cada vez más. Así y todo, argumentó que esto no impide que exista una mejor distribución de la riqueza entre el 99% restante.
En el comentario a la intervención de Arretche, la socióloga y politóloga Maria Herminia Tavares de Almeida, del Centro Brasileño de Análisis y Planificación (Cebrap), presente en el evento, en la mesa de debate, ponderó que el reconocimiento de la importancia efectiva de la redemocratización no debe escamotear la apreciación de otras variables. Y recordó que, en el escenario internacional, países emergentes que tuvieron una historia política reciente muy diversa, también registraron una disminución de las desigualdades y una mejora del conjunto de las condiciones sociales.
Otros factores –mencionados por David Lan– fueron la disminución de la tasa de fertilidad, que repercutió especialmente en el área educativa y contribuyó con las conquistas verificadas, como así también el boom de las commodities y las buenas condiciones de la economía brasileña durante la última década del período investigado.
Más datos sobre el seminario de Washington se encuentran disponibles en: www.wilsoncenter.org/event/trajectories-inequality-brazil. Y puede accederse a un largo seminario con los principales autores realizado en Brasil en el siguiente enlace: www.youtube.com/playlist?list=PLxI8Can9yAHeOH2lwlGLj0uQuE9TvnWzJ.
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