Ilustración de Wallace del Crenicichla monicae recolectado en el alto río Negro, en la Amazonia, hace más de 160 años (imagen: Alfred Russel Wallace)
Basados en anotaciones e ilustraciones que dejara el naturalista británico, un biólogo sueco y otro brasileño caracterizan especímenes que se perdieron en un naufragio en altamar
Basados en anotaciones e ilustraciones que dejara el naturalista británico, un biólogo sueco y otro brasileño caracterizan especímenes que se perdieron en un naufragio en altamar
Ilustración de Wallace del Crenicichla monicae recolectado en el alto río Negro, en la Amazonia, hace más de 160 años (imagen: Alfred Russel Wallace)
Por Peter Moon | Agência FAPESP – La expedición al alto río Negro –en la Amazonia– de Alfred Russel Wallace (1823-1913), el codescubridor junto a Charles Darwin del mecanismo de la selección natural, sigue redituando dividendos científicos aún hoy en día, ciento sesenta años después de su realización.
Un biólogo sueco y otro brasileño han descrito ahora los peces recolectados por Wallace, con base en los apuntes e ilustraciones que dejara el gran naturalista británico, pues los especímenes recolectados se perdieron hace mucho tiempo en un naufragio en altamar.
La nueva especie se llama Crenicichla monicae. Tiene pintas oscuras y mide alrededor de 30 cm, y es un pez de la familia de los cíclidos, la misma del pavón o tucunaré. Para describirlo, los ictiólogos Sven O. Kullander, del Museo Sueco de Historia Natural, en Estocolmo, y Henrique Varella, del Museo de Zoología de la Universidad de São Paulo, tuvieron que recurrir al análisis de los tres únicos especímenes conocidos de la especie, recolectados por una expedición sueca en 1923.
Este trabajo de connotación tanto biológica como de historia de la ciencia salió publicado en el periódico Copeia y contó con el apoyo de la FAPESP.
El 31 de agosto de 1850, el joven naturalista viajero Alfred Wallace salió en una canoa en dirección al alto río Negro, en la confluencia con el río Uaupés, a 900 km de Manaos (la capital del estado de Amazonas). La misión de Wallace consistía en reunir una gran colección biológica, especialmente de peces. Tenía la esperanza de vendérsela a algún museo de Europa algún día, cuando regresase al Viejo Continente.
Wallace no podía contar con dinero de la familia, tal como era el caso de Darwin, quien pudo darse el lujo de dedicar su vida exclusivamente a los estudios. Debía trabajar duramente para sobrevivir y costear su sueño: viajar por el globo para conocer y estudiar el mundo natural. Permaneció durante casi dos años en el alto río Negro, una zona que aun hoy en día se encuentra aislada, es inhóspita y ha sido poco explorada. Allí contrajo malaria y casi se muere.
En junio de 1852 regresó a Manaos, y el 12 de julio de ese mismo año embarcó en el bergantín Helen rumbo a Inglaterra. Al cabo de 26 días de travesía, un incendio obligó a la tripulación a abandonar el buque. Wallace sólo tuvo tiempo de salvar sus diarios y los bocetos de los peces que recolectó en el río Negro. Quedaron a la deriva durante diez días hasta que los rescató un navío proveniente de Cuba.
La gran aventura amazónica de Alfred Wallace terminó así en tragedia. Su colección estaba perdida. Menos sus dibujos, que terminaron depositados en el Museo de Historia Natural, en Londres.
El redescubrimiento y la descripción de la nueva especie de cíclido fue parte de una saga con diversos personajes que se desenvolvió durante más de un siglo. La trama tuvo inicio en 1889, con la publicación del relato del viaje de Wallace por el río Negro. Entre 1923 y 1925, una expedición sueca al Amazonas recolectó los tres únicos ejemplares conocidos de Crenicichla monicae.
Ese material quedó sin descripción, depositado durante tres décadas en la colección del Museo Sueco de Historia Natural. En la década de 1950, parte de esa colección se le prestó a Otto Schindler, el primer curador de ictiología de la Colección Zoológica Estatal de Múnich, Alemania. Se trata del mismo museo en que se encuentra la colección biológica reunida por Spix y Martius en Brasil entre 1817 y 1821.
Schindler estaba ocupado reconstruyendo las colecciones del museo que fuera totalmente destruido en un bombardeo en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial. Entre los peces prestados provenientes del museo sueco había dos ejemplares adultos y un alevín de pavón con pintas. De acuerdo con sus anotaciones, Schindler se percató de que el patrón de coloración de aquellos ejemplares representaba una nueva especie aún sin descripción. Y así quedó. Con la muerte de Schindler en 1959, la localización de los especímenes cayó en el olvido. Quedaron juntando polvo en un armario del museo de Múnich durante los siguientes 30 años.
En una visita a Múnich a comienzos de los años 1990, el curador de ictiología del museo sueco, Sven Kullander, reencontró la colección perdida de peces del río Negro, recolectada por sus contemporáneos en la década de 1920. Al igual que Schindler antes que él, Kullander reconoció en aquellos tres especímenes una nueva especie de pavón, pero dudó en describirla, pues el material se hallaba muy descolorido, a punto tal de sólo ser posible distinguir las manchas oscuras, que constituyen el diagnóstico de la especie.
Kullander postergó la descripción con la esperanza de hallar nuevos especímenes en mejor estado de conservación. “No hallamos ningún otro ejemplar en ninguna colección europea, estadounidense o brasileña,” comenta Henrique Varella. “Aquellos tres ejemplares son los únicos de los que se tenga noticias.”
El rescate de los bocetos
En este punto se adentra en la historia del rescate de los bocetos de Wallace. En 2002, la zoóloga Mônica de Toledo-Piza Ragazzo, del Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo, reunió los dibujos conservados en Londres y los publicó en el libro Peixes do Rio Negro (Edusp).
Dicho libro reúne 212 ilustraciones que describen 180 especies. Era la conexión que faltaba. Ante la falta de nuevos ejemplares, la descripción se concretó relacionando aquellos tres especímenes con los bosquejos que dejara Wallace. “Nos percatamos de que el dibujo 46 tenía manchas muy características, muy parecidas a aquéllas de los especímenes de Crenicichla monicae,” dice Varella.
Wallace describe el ejemplar 46 del siguiente modo: “Longitud, 30 a 38 cm. Una franja en rojo tenue desde la punta de las aletas ventrales hasta la (aleta) anal. Ojos rojos anaranjados –narinas únicas cerca de los labios– escamas delicadas, lisas, regulares –dientes en una franja, con aspecto de lima en ambos maxilares– y lengua grande libre. Aletas pectoral y ventral claras”. Wallace lo recolectó en Nossa Senhora da Guia, una isla del alto río Negro rumbo a su confluencia con el río Içana.
El nombre de la nueva especie, Crenicichla monicae, es un homenaje a la profesora Mônica, “por su esfuerzo en pos de recuperar los grabados de Wallace,” dice Varella. Los cíclidos forman una de las mayores familias de peces de agua dulce, con alrededor de 1.700 especies en todo el mundo, de las cuales 550 viven América del Sur. Los cíclidos varían mucho de tamaño: van de unos pocos centímetros, como los pequeños Pterophyllum, hasta un metro, como en el caso del pavón. Se cree que existen al menos dos mil especies de cíclidos.
"Aún hay dibujos de Wallace que no han sido identificados, lo que puede haber ocurrido debido a la falta de definición de los mismos o porque corresponden a especies nuevas. Por eso siempre resulta importante regresar a los estudios más antiguos cuando se realiza cualquier análisis taxonómico. Pueden guardar información valiosa", dijo Varella. ¿Quién sabe si a lo mejor algunas de aquellas ilustraciones un día no revelan nuevas especies aún desconocidas?
¿Y en cuanto a Wallace? ¿Qué le pasó luego de sobrevivir al naufragio en 1852? Desolado con la pérdida de su colección y completamente quebrado, afrontó dificultades hasta conseguir viajar en 1854 al Archipiélago Malayo (la actual Indonesia). Luego de conocer la biodiversidad de la Amazonia, con sus diversos microbiomas separados por las barreras de los inmensos ríos, Wallace se deparó con otra biodiversidad, distribuida por la geografía de miles de islas. Allí, en 1858, en medio de los delirios de un acceso de paludismo que contrajera en el Amazonas, dijo haber vislumbrado por vez primera los principios del mecanismo de la selección natural. El resto es historia.
Wallace describió rápidamente su teoría en una carta que le envió nada menos que a Charles Darwin, solicitándole su opinión. Al recibir la carta, Darwin se percató alarmado que corría serio riesgo de perder la prioridad en el anuncio de la teoría sobre de la cual estaba sentado hacía más de 20 años. Corrió a escribir un trabajo, que se leyó junto a la carta de Wallace en sesión de la Sociedad Linneana de Londres el 1° de julio de 1858.
Al año siguiente, Darwin publico El origen de las especies y conquistó los laureles de la ciencia y de la historia. En tanto, Wallace permaneció hasta su muerte como una figura secundaria, opacado por la gloria de Darwin. El sitial de derecho de Wallace como codescubridor de la selección natural sólo se le aseguró durante las últimas décadas del siglo XX.
Puede leerse el artículo de Varella y Kullander, intitulado Wallace’s Pike Cichlid Gets a Name after 160 Years: A New Species of Cichlid Fish (Teleostei: Cichlidae) from the Upper Rio Negro in Brazil, publicado en Copeia (doi: http://dx.doi.org/10.1643/CI-14-169) en la siguiente dirección: www.bioone.org/doi/abs/10.1643/CI-14-169.
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