En el artículo alusivo se pone de relieve que Brasil es el país más exitoso del mundo en la utilización de estos productos para proveerle nitrógeno a los cultivos. La introducción de microorganismos en el suelo eleva la productividad, reduce la emisión de gases de efecto invernadero y genera un ahorro estimado en 10 mil millones de dólares anuales (foto: Marcelo Camargo/Agência Brasil)
En el artículo alusivo se pone de relieve que Brasil es el país más exitoso del mundo en la utilización de estos productos para proveerle nitrógeno a los cultivos. La introducción de microorganismos en el suelo eleva la productividad, reduce la emisión de gases de efecto invernadero y genera un ahorro estimado en 10 mil millones de dólares anuales
En el artículo alusivo se pone de relieve que Brasil es el país más exitoso del mundo en la utilización de estos productos para proveerle nitrógeno a los cultivos. La introducción de microorganismos en el suelo eleva la productividad, reduce la emisión de gases de efecto invernadero y genera un ahorro estimado en 10 mil millones de dólares anuales
En el artículo alusivo se pone de relieve que Brasil es el país más exitoso del mundo en la utilización de estos productos para proveerle nitrógeno a los cultivos. La introducción de microorganismos en el suelo eleva la productividad, reduce la emisión de gases de efecto invernadero y genera un ahorro estimado en 10 mil millones de dólares anuales (foto: Marcelo Camargo/Agência Brasil)
Por Maria Fernanda Ziegler | Agência FAPESP – Con un 80 % del área plantada en donde se utilizan biofertilizantes, la soja brasileña constituye una muestra del impacto ambiental y económico de la sustitución del abono químico por lo que los científicos denominan microbiomas. Esta estrategia consiste en aplicar el efecto conjunto de hongos, bacterias y otros microorganismos para proveerle los nutrientes necesarios a las plantas, lo que asegura una mayor productividad en los cultivos, aparte de aportar réditos económicos y ambientales, por supuesto.
El caso de la soja brasileña es uno de los 14 destacados en un artículo publicado en la revista Frontiers in Microbiology referente al impacto de la investigación en microbiomas en los diferentes sectores de la economía, como la agricultura, en productos fermentados y en la salud humana. Esta iniciativa forma parte del proyecto MicrobiomeSupport, patrocinado por la Unión Europea en el marco de su programa Horizon 2020, y participan en el mismo investigadores, empresas y centros de 28 países, entre ellos el Centro de Investigaciones en Genómica Aplicada al Cambio Climático (GCCRC), uno de los Centros de Investigaciones en Ingeniería (CPE) apoyados por la FAPESP en asociación con la estatal Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa).
“Brasil es uno de los pocos países del mundo exitosos en la utilización de biofertilizantes en los cultivos de soja. El país es el mayor productor y exportador de esta commodity, y en la actualidad el 80 % del área plantada de soja utiliza microorganismos para fijar el nitrógeno. Esto tiene un impacto ambiental positivo sumamente grande. Se estima que 430 millones de toneladas de CO2 equivalente dejan de arrojarse a la atmósfera debido al empleo de bacterias fijadoras de nitrógeno. Y cuenta también en ello la protección de los cursos de agua, pues el nitrógeno químico tiende a contaminar los ríos”, afirma Rafael de Souza, investigador asociado del GCCRC y uno de los autores del artículo. De Souza es cofundador de Symbiomics, una startup brasileña de biotecnología enfocada en el desarrollo de productos biológicos de nueva generación.
En la parte económica, el impacto del uso de microorganismos del suelo también es grande. “La guerra en Ucrania demostró la fuerte dependencia que tenemos de la importación de fertilizantes químicos. Brasil importa aproximadamente el 77 % de los fertilizantes nitrogenados utilizados en sus cultivos agrícolas. La soja es la única excepción, pues no depende de esas importaciones precisamente debido a los fijadores biológicos del nitrógeno, lo que genera un ahorro aproximadamente 10 mil millones de dólares en fertilizantes nitrogenados” afirma el investigador.
Los biofertilizantes les generan un ahorro enorme a los agricultores. De acuerdo con Solon Cordeiro de Araujo, consultor de la Asociación Nacional de Productores e Importadores de Inoculantes (ANPII) de Brasil y coautor del estudio, mientras que los fertilizantes químicos cuestan alrededor de 1.000 reales por hectárea, el inoculante (el producto con el microorganismo) cuesta menos de 50 reales por hectárea. “El trabajo realizado en el caso de la soja consistió en seleccionar determinadas bacterias, aislarlas y aplicarlas en el cultivo, de manera tal de incrementar la cantidad de esos microorganismos beneficiosos presentes en el suelo. De este modo, las bacterias reemplazan al fertilizante nitrogenado. Por ende, en lugar de suministrárselo por la vía de un producto sintético [químico], los agricultores utilizan el biofertilizante, denominado inoculante, que aprovecha el nitrógeno del aire y le suministra el nutriente directamente a la planta”, explica Cordeiro de Araujo.
El impacto es particularmente importante si se considera que Brasil es el mayor productor y exportador mundial, con más de 36 millones de hectáreas plantadas de soja. Tan es así que al destacar los resultados económicos y ambientales generados a partir de la investigación con microbiomas en Brasil, los autores del artículo también pretenden estimular que se adopte el uso de los biofertilizantes con otros cultivos agrícolas del país, como así también que se lleven a cabo más investigaciones con miras a reemplazar otros abonos químicos por microorganismos.
Sucede que las plantas requieren de tres líneas de abono para desarrollarse: nitrógeno, fósforo y potasio. En el caso de la soja, solamente se suministra el nitrógeno como biofertilizante: los otros dos nutrientes se aplican bajo la forma de abono químico. En los otros cultivos, tales como el maíz, el frijol y el arroz, por ejemplo, generalmente se aplica el abono químico para los tres nutrientes.
Los biofertilizantes de nitrógeno se han venido desarrollando en Brasil desde que se introdujo el cultivo de la soja, en la década de 1960. “Brasil optó por esa línea de desarrollo y perfeccionamiento de la bacteria y de los productos a base de bacterias, para poder reemplazar el nitrógeno químico”, dice Cordeiro de Araujo.
De acuerdo con lo que se lee en el artículo, fue el trabajo conjunto de tres sectores lo que permitió el reemplazo del nitrógeno químico por el microbioma en los cultivos de soja. “Esto es el resultado del trabajo de tres sectores. Primeramente, la investigación con Embrapa y las universidades, que le aportó la tecnología necesaria al país; el regulatorio, es decir, el Poder Legislativo que hizo posible regular esos productos, y también está la industria, que se encargó de la adopción y la comercialización”, dice De Souza.
La investigación con microorganismos se hizo presente desde la implementación del cultivo de soja en el país. Pero ha habido un mayor crecimiento en la cantidad de artículos científicos y de productos durante los últimos diez años, en función del mayor acceso a las herramientas de secuenciación genética. “El caso de la soja brasileña es importante también para abrir puertas y que así otros productos ganen mercado, y que en otros cultivos agrícolas empiecen a utilizar biofertilizantes”, dice De Souza.
Un modelo para otros cultivos
El crecimiento del desarrollo de tecnologías basadas en microbiomas en Brasil genera expectativas. Aparte de los avances en la investigación, que permiten seleccionar mejor los microorganismos y producir inoculantes más potentes, los investigadores destacan otra serie de factores que contribuirían para su aplicación en distintos cultivos.
“Se hace alusión a una tormenta perfecta para impulsar el uso de biofertilizantes en Brasil. Contamos actualmente con una gran variedad de startups y de centros de investigación interesados en desarrollar nuevos productos en microbiomas destinados a diferentes cultivos agrícolas. Las cifras de ahorro y de protección ambiental son considerables. Al margen de ello, quedó clara la necesidad de acceder a una mayor autonomía frente a los fertilizantes químicos, pues estos son en su mayoría importados. De este modo, el caso de la soja brasileña puede servir de impulsor para que se avance más aún en el uso de biofertilizantes en el país”, afirma De Souza.
Puede leerse el artículo intitulado Microbiome Research as an Effective Driver of Success Stories in Agrifood Systems – A Selection of Case Studies (doi: 10.3389/fmicb.2022.834622) en el siguiente enlace: www.frontiersin.org/articles/10.3389/fmicb.2022.834622/full.
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