En 42 hombres portadores de la enfermedad de las arterias coronarias, pudieron observarse cambios significativos en la microbiota tras tres semanas de ingestión diaria de 250 ml de la bebida (foto: Aline Ponce/Pixabay)
En 42 hombres portadores de la enfermedad de las arterias coronarias, pudieron observarse cambios significativos en la microbiota tras tres semanas de ingestión diaria de 250 ml de la bebida
En 42 hombres portadores de la enfermedad de las arterias coronarias, pudieron observarse cambios significativos en la microbiota tras tres semanas de ingestión diaria de 250 ml de la bebida
En 42 hombres portadores de la enfermedad de las arterias coronarias, pudieron observarse cambios significativos en la microbiota tras tres semanas de ingestión diaria de 250 ml de la bebida (foto: Aline Ponce/Pixabay)
Por Julia Moióli | Agência FAPESP – El consumo moderado de vino tinto ayuda a remodelar en pocas semanas la microbiota intestinal, cuyo papel en las enfermedades cardiovasculares es cada vez más reconocido por la ciencia. Esto es lo que revela un estudio publicado en The American Journal of Clinical Nutrition.
El referido trabajo, intitulado “Wine Flora Study” y apoyado por la FAPESP (proyectos 15/21260-6 y 14/50907-5), abarcó a 42 pacientes con enfermedad de las arterias coronarias. Suscriben el referido artículo investigadores de la Universidad de São Paulo (USP), de la Universidad de Campinas (Unicamp) y de la Universidad de Brasilia (UnB), en Brasil, de la Universidad de Verona (Italia), de la Universidad Harvard (Estados Unidos) y del Instituto de Tecnología de Austria.
Los científicos aplicaron en el ensayo clínico una estrategia conocida como cross over. En otras palabras, cada uno de los participantes (varones con edad promedio de 60 años) pasó por dos intervenciones: durante tres semanas, consumían diariamente 250 mililitros de vino tinto (con un 12,75 % de concentración alcohólica y producido con uvas merlot por el Instituto Brasileño del Vino especialmente para el estudio) y, durante idéntico período de tiempo, se abstenían de ingerir alcohol.
Ambas intervenciones estuvieron precedidas por un washout de dos semanas (una pausa en el consumo de determinadas sustancias para que sus trazas fuesen totalmente eliminadas del organismo), sin consumo de bebidas alcohólicas, alimentos fermentados (yogur, kombucha, lecitina de soja, kéfir y chucrut, por ejemplo), prebióticos (incluso insulina), probióticos, fibras y derivados de la leche.
“En este tipo de trabajo, cada persona hace las veces de control de sí mismo, y así es como eliminamos factores de confusión”, explica Protasio Lemos da Luz, docente del Instituto del Corazón (InCor) de la USP, quien estudia los efectos del vino tinto desde hace más de 20 años y ya ha demostrado experimentalmente que su consumo por animales (conejos), asociado a una dieta rica en colesterol, disminuye la formación de placas ateroscleróticas.
Otra estrategia con miras a apartar eventuales factores de confusión consistió en someter a todos los participantes a una dieta controlada y sin otros componentes existentes en el vino: los polifenoles también encontrados en los tés, en las frutillas y en el jugo de uva, por ejemplo.
En cada intervención, se analizó la microbiota intestinal mediante secuenciación de alto rendimiento 16S ARNr, una tecnología que permite la identificación genética de especies de bacterias con el gen 16S, que se encuentra presente en todas. También se analizaron los metabolitos presentes en el plasma (metaboloma plasmático), como resultado de la metabolización de compuestos químicos y alimentos, mediante el empleo de la técnica LC-MS/MS, que separa los compuestos en un sistema de cromatografía líquida para luego analizarlos en un espectrómetro de masas.
Uno de los metabolitos de interés de los investigadores es el llamado TMAO (N-óxido de trimetilamina), que es secretado por microorganismos de la flora partiendo de alimentos ricos en proteínas y que ha venido siendo asociado al desarrollo de la enfermedad ateroesclerótica.
Qué cambió
Los investigadores observaron que la microbiota intestinal sufrió una remodelación significativa tras el período de tiempo de consumo de la bebida, con predominancia de los géneros Parasutterella, Ruminococcaceae, Bacteroides y Prevotella. Dichos microorganismos son fundamentales para la homeostasis humana, es decir, para el normal funcionamiento del organismo.
También se observaron alteraciones significativas en la metabolómica plasmática, consistentes con la mejoría de la homeostasis rédox. Este proceso es el que asegura el equilibrio de las moléculas oxidantes y antioxidantes, evitando así el llamado “estrés oxidativo”, que induce enfermedades tales como la aterosclerosis.
Con estos resultados, los investigadores arribaron a la conclusión de que la modulación de la microbiota intestinal puede contribuir con los supuestos beneficios cardiovasculares del consumo moderado de vino tinto.
“Cuando el tema es la aterosclerosis, contamos básicamente con dos vías de tratamiento: una consiste en tomar estatinas, medicamentos que disminuyen los eventos cardiovasculares, y la otra en modificar el estilo de vida practicando ejercicios, evitando el tabaquismo, manteniendo la atención hacia los factores de riesgo como la hipertensión y controlando la dieta, y esto último incluye el consumo moderado de vino”, dice Lemos Da Luz.
“Demostramos que una intervención habitual [empleada por varias poblaciones, tales como las de España, Francia, Italia, Portugal y el sur de Brasil] puede interferir en la flora intestinal y en la metabolómica plasmática, explicando en parte los efectos beneficiosos del vino observados en estudios realizados en el transcurso de los años. Sin embargo, advertimos que el consumo excesivo de alcohol, es decir, más de 30 gramos [en el caso del vino, 250 ml] por día, es perjudicial y está asociado a aumentos de la mortalidad por cánceres, accidentes y muertes violentas.”
El investigador informa también que, en el caso del metabolito TMAO, cuyos efectos en la salud aún deben investigarse mejor, los análisis indicaron que los niveles plasmáticos no se modificaron durante el consumo y la abstención de vino.
“Si se tienen en cuenta otros estudios publicados recientemente, en los cuales se identifica el aumento de esta sustancia como un marcador de eventos cardiovasculares a largo plazo, nuestra interpretación indica que el lapso de tres semanas es demasiado corto como para que pudiera haberse concretado una modificación significativa”, culmina afirmando Lemos da Luz.
Puede leerse el artículo intitulado A red wine intervention does not modify plasma trimethylamine N-oxide but is associated with broad shifts in the plasma metabolome and gut microbiota composition en el siguiente enlace: academic.oup.com/ajcn/article/116/6/1515/6751899.
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