Experimentos con ratones realizados por investigadores brasileños muestran que cuatro semanas de entrenamiento con pesas fueron suficientes para revertir las alteraciones conductuales y físicas características de esta enfermedad (foto: Freepik)
Experimentos con ratones realizados por investigadores brasileños muestran que cuatro semanas de entrenamiento con pesas fueron suficientes para revertir las alteraciones conductuales y físicas características de esta enfermedad
Experimentos con ratones realizados por investigadores brasileños muestran que cuatro semanas de entrenamiento con pesas fueron suficientes para revertir las alteraciones conductuales y físicas características de esta enfermedad
Experimentos con ratones realizados por investigadores brasileños muestran que cuatro semanas de entrenamiento con pesas fueron suficientes para revertir las alteraciones conductuales y físicas características de esta enfermedad (foto: Freepik)
Por Julia Moióli | Agência FAPESP – La práctica de ejercicios físicos resistidos como los de la musculación puede prevenir o al menos retrasar la aparición de síntomas de la enfermedad de Alzheimer, y funciona como una terapia sencilla y accesible para quienes la padecen. Esta es la conclusión que publicaron investigadores brasileños de las universidades Federal de São Paulo (Unifesp) y de São Paulo (USP) en la revista Frontiers in Neuroscience.
Pese a que las personas mayores y los pacientes con demencia difícilmente se encuentran aptos para realizar ejercicios aeróbicos de alta intensidad como el de correr, estas actividades constituyen el foco de la mayoría de los trabajos científicos relacionados con la enfermedad de Alzheimer. A su vez, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la práctica de ejercicios resistidos como la mejor opción para mantener el equilibrio y la postura; y, por ende, para prevenir las caídas. Los ejercicios resistidos se caracterizan por las contracciones de músculos específicos contra una resistencia externa, y constituyen una estrategia esencial para incrementar la masa muscular, la fuerza y la densidad ósea, como así también para mejorar la composición corporal general, la capacidad funcional y el equilibrio. Asimismo, ayudan a prevenir o mitigar la sarcopenia (la debilidad muscular) y facilitan de este modo el desempeño de las tareas cotidianas.
Para observar los efectos neuroprotectores de esta práctica, investigadores de los departamentos de Fisiología y Psicobiología de la Unifesp y de Bioquímica del Instituto de Química de la USP (IQ-USP) llevaron a cabo experimentos con ratones transgénicos que poseen una mutación responsable de la acumulación de placas de la proteína beta-amiloide en el cerebro. Estas placas se agrupan en el sistema nervioso central, comprometen la transmisión de las sinapsis y les causan daños a las neuronas: estas son las marcas típicas de la enfermedad de Alzheimer.
Durante el estudio, financiado por la FAPESP, se entrenó a los ratones para que subieran una escalera de 110 centímetros (cm) de altura con una inclinación de 80° y peldaños separados por dos cm de distancia. Y se les acopló una carga progresiva del 75 %, del 90 % y del 100 % de su peso en sus colas. Este ejercicio mimetiza lo que puede hacerse en los aparatos que se utilizan en los gimnasios con este propósito.
Al final del entrenamiento, que se extendió durante cuatro semanas, se les extrajeron muestras de sangre a los ratones y se les midieron los niveles de corticosterona (la hormona equivalente al cortisol de los humanos, cuyo aumento está relacionado con el estrés y, por ende, con un riesgo mayor de desarrollar la enfermedad de Alzheimer). Los análisis indicaron que el nivel de dicha hormona en los roedores entrenados se normalizó y se igualó al del grupo de control, compuesto por animales sanos (sin la mutación). El análisis del cerebro reveló también una merma en la formación de placas de la proteína beta-amiloide.
“Esto confirma que la actividad física puede revertir las alteraciones neuropatológicas que causan los síntomas clínicos de la enfermedad”, dice el coautor del estudio Henrique Correia Campos.
“Observamos también el comportamiento de los ratones para evaluar su ansiedad a campo abierto [los animales se movían libremente en una arena mientras los científicos medían la cantidad de veces que cruzaban el centro], y vimos que los ejercicios resistidos disminuyeron la hiperlocomoción de aquellos que tenían el fenotipo relacionado con la enfermedad de Alzheimer y la igualaba a la del grupo de control”, comenta Deidiane Elisa Ribeiro, investigadora del Laboratorio de Neurociencias del IQ-USP, quien divide la autoría principal del artículo con Correia Campos. Este movimiento se interpreta como la agitación característica de algunos pacientes con alzhéimer u otro tipo de demencia.
“Los ejercicios físicos resistidos se erigen cada vez más como una estrategia efectiva tendiente a evitar el surgimiento de los síntomas del alzhéimer esporádico [no asociado a una mutación heredada], que es multifactorial y que puede estar relacionado con el envejecimiento, o para retrasarlos en los casos de la forma familiar de la enfermedad”, resume Beatriz Monteiro Longo, docente de neurofisiología de la Unifesp y coordinadora del trabajo. “La posible razón principal de ello es su acción antiinflamatoria.”
Una revisión de estudios
El trabajo en un modelo animal se basó en una revisión de estudios que publicó el mismo grupo de la Unifesp en la revista Frontiers in Neuroscience, en donde se suministran evidencias clínicas de que los ejercicios físicos resistidos son efectivamente beneficiosos a los efectos de minimizar el déficit en las funciones cognitivas y conductuales que causa la enfermedad de Alzheimer, y puede proponérselos como una terapia alternativa accesible.
También participaron en esta investigación investigadores de otras dos instituciones brasileñas: la Universidades Federal de Rio Grande do Norte (UFRN) y la Universidad Federal de Ouro Preto (Ufop).
“Aparte de afectar al paciente, el alzhéimer afecta también a toda la familia, especialmente si la misma posee bajos ingresos”, dice Caroline Vieira Azevedo, de la Unifesp, autora del artículo de revisión. “Ambos trabajos aportan información que puede emplearse para estimular la creación de políticas públicas. Imagínese la reducción de gastos al retrasar diez años la aparición de síntomas en pacientes ancianos.”
Puede accederse a la lectura del artículo intitulado Neuroprotective effects of resistance physical exercise on the APP/PS1 mouse model of Alzheimer’s disease en el siguiente enlace: www.frontiersin.org/articles/10.3389/fnins.2023.1132825/full.
Imagen de Freepik
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