El investigador alemán ganador del Premio Leibniz disertó en la sede de la FAPESP sobre sus trabajos para entender el comportamiento lúdico y los efectos del contacto sexual táctil en el cerebro (foto: Felipe Maeda/ Agência FAPESP)
El investigador alemán ganador del Premio Leibniz disertó en la sede de la FAPESP sobre sus trabajos para entender el comportamiento lúdico y los efectos del contacto sexual táctil en el cerebro
El investigador alemán ganador del Premio Leibniz disertó en la sede de la FAPESP sobre sus trabajos para entender el comportamiento lúdico y los efectos del contacto sexual táctil en el cerebro
El investigador alemán ganador del Premio Leibniz disertó en la sede de la FAPESP sobre sus trabajos para entender el comportamiento lúdico y los efectos del contacto sexual táctil en el cerebro (foto: Felipe Maeda/ Agência FAPESP)
Por Karina Toledo | Agência FAPESP – El neurocientífico alemán Michael Brecht pasa buena parte de su tiempo haciéndoles cosquillas a ratas. Pero no se trata de un pasatiempo o de un juego sino de una investigación cuyo objetivo es el estudio del comportamiento lúdico y del aprecio por la diversión que los roedores y los humanos comparten en un transcurso que se extiende a través de millones de años de evolución.
“La mayoría de la gente cree que es más importante estudiar el dolor, la depresión o el autismo. Clásicamente, éstos son los temas que reciben financiación. La neurociencia de la diversión es aún poco explorada. Piensan que se trata de un tema sencillo y poco serio. Pero ambas suposiciones están equivocadas”, declaró Brecht en entrevista concedida a Agência FAPESP.
La libertad para coordinar una línea de investigación tan poco usual en el ambiente académico se debe, según Brecht, a que ganó el Premio Gottfried Wilheim Leibniz, considerado como el Nobel alemán. Los ganadores de este galardón reciben hasta dos millones y medio de euros de la Fundación Alemana de Investigación Científica (DFG) para su utilización en nuevos estudios en el transcurso de siete años.
Brecht fue premiado en 2012 por el desarrollo de una técnica que permite medir la actividad eléctrica de las neuronas de animales en movimiento conocida como in vivo whole cell recording. “Este método abrió nuevas posibilidades de investigación, como el estudio de los efectos de las interacciones sociales y del contacto sexual en el cerebro de ratas”, dijo.
Becht es docente del Bernstein Center for Computational Neuroscience (BCCN) y de la Humboldt University, ambas instituciones con sede en Berlín, y estuvo en la sede de la FAPESP el pasado día 24 de abril, en donde dictó la conferencia intitulada “Sex, Touch & Tickle – the Cortical Neurobiology of Physical Contact” (Sexo, tacto y cosquillas: La neurobiología cortical del contacto físico).
Este evento integra el programa Leibniz Lecture, una estrategia de la DFG tendiente a estimular el diálogo entre los vencedores del Premio Leibniz y la comunidad científica.
En la entrevista que le concedió a Agência FAPESP durante su visita, Brecht se refirió a sus estudios que ayudan a entender la función social de las cosquillas y del comportamiento lúdico entre los mamíferos, como así también a los cambios dramáticos que el contacto sexual táctil en la etapa prepuberal pueden inducir en el cerebro y en todo el cuerpo. Lea a continuación los principales tramos de ese diálogo.
Agência FAPESP – El título de su conferencia incluye las palabras sexo, tacto y cosquillas. ¿Cómo se conectan estos tres elementos en su línea de investigación?
Michael Brecht – Estamos interesados en las interacciones sociales, y una forma de abordar este tema ha sido por medio del tacto, del contacto físico. Durante mi posdoctorado estudié estímulos táctiles muy sencillos. Por ejemplo el que ocurre cuando tocamos en un solo pelo de las vibrisas de una rata. Descubrí entonces que con ese estímulo sencillo no es posible hacerse una idea amplia de lo que sucede en el cerebro del animal en situaciones reales. Últimamente hemos venido explorado aspectos relacionados con el tacto social y cómo se lo representa en el cerebro. Nos enfocamos fundamentalmente en el tacto sexual y en las cosquillas.
Agência FAPESP – ¿Qué tipo de experimentos con animales se han realizado para explorar este tema?
Brecht – Estudiamos ratas porque son animales muy juguetones. Fue una gran sorpresa para mí cuando hace 20 años salió publicada una investigación en la cual se sugería que las ratas son sensibles a las cosquillas y aprecian cuando les provocamos esa sensación. La comunidad científica se mostró muy escéptica en ese entonces. La idea de que una rata siente cosquillas y responde con sonidos similares a carcajadas era sorprendente. Unas de las primeras cosas que notamos es que constituye una gran diferencia el hecho de aislar a los animales de su grupo durante uno o dos días antes del experimento. Así quedan mucho más sensibles a las cosquillas y más receptivos al contacto táctil. En tanto, cuando los animales son manipulados inmediatamente después de retirárselos del grupo se muestran menos ansiosos por ser tocados. Imaginamos que algún tipo de interacción entre los roedores satisface esa necesidad de sentir cosquillas. Cuando les hacemos cosquillas, las ratas emiten sonidos muy similares a los que escuchamos cuando juegan entre ellas. Son sonidos ultrasónicos [tan altos que el oído humano no logra captarlos] que emiten cuando están entusiasmados y de buen humor.
Agência FAPESP – ¿Por qué a algunos individuos –ratas o humanos– les gusta que les hagan cosquillas y a otros no?
Brecht – Existe claramente una gran diferencia individual con relación a la sensibilidad a las cosquillas y aún no hemos entendido bien por qué. Tanto en ratas como en humanos es un fenómeno extremadamente dependiente de la edad. Los niños son mucho más sensibles a las cosquillas que los adultos, y eso está correlacionado con el placer de jugar. Esto tiene sentido en el marco del comportamiento general. Lo que no está claro para mí es por qué entre ratas de la misma edad hay algunas que sienten muchas cosquillas y otras no son para nada impresionables. Las más juguetonas también son aquéllas a las que más les gustan las cosquillas. Es un comportamiento preservado en el transcurso de la evolución durante al menos 100 millones de años, cosa que nos hace pensar que el sentir cosquillas deber ser algo relevante para los mamíferos.
Agência FAPESP – ¿Cuál podría ser la función social de las cosquillas?
Brecht – Con relación a las ratas contamos con algunas evidencias de que tienen mucho que ver con el comportamiento lúdico. Las respuestas que observamos en el cerebro son parecidas. Tendemos a pensar que la sensibilidad a las cosquillas puede ser un truco del cerebro para hacer que los animales interactúen lúdicamente.
Agência FAPESP – ¿Y con relación al contacto sexual táctil, qué ha investigado su grupo?
Brecht – Estudios realizados en la década de 1970 con roedores demostraron que es posible acelerar algunas semanas el comienzo de la pubertad al poner a una hembra joven en contacto directo con un macho adulto. Desde entonces, la investigación en el área se ha enfocado mucho en el tema de las feromonas sexuales. Se observó que el olor de la orina del macho adulto también podría acelerar la pubertad, pero en forma menos intensa que el contacto directo. Esto nos llevó a pensar que valdría la pena investigar los estímulos táctiles. Con nuestro trabajo demostramos que al estimular los genitales de la hembra joven con un pincel era posible acelerar su pubertad, al igual que como ocurría cuando se la ponía en contacto directo con un macho adulto. Estudiamos el cerebro de esos animales –en particular un área conocida como corteza somatosensorial, donde hay un mapa de todo el cuerpo– y vimos que la parte que corresponde al órgano genital aumenta más de dos veces luego del estímulo táctil. Estamos particularmente interesados en estudiar esa parte de la corteza somatosensorial que representa a los genitales. En las ratas la misma posee una estructura sumamente interesante. Mediante métodos anatómicos observamos que tanto en los machos como en las hembras esa estructura cerebral tiene una forma fálica. Parece asombrosamente un órgano masculino sexualmente excitado. Ése fue un descubrimiento sumamente intrigante para nosotros, pues el órgano genital es la parte del cuerpo que es tiene más diferencias entre machos y hembras; pero, cuando observamos la representación de esa parte del cuerpo en el cerebro, las misma es muy similar en ambos sexos. Observamos eso primero en ratas y después en otras especies, en conejos, por ejemplo.
Agência FAPESP – ¿Los machos y las hembras reaccionan de la misma manera al contacto sexual táctil?
Brecht – Aún no hemos investigado con cuidado el papel de las experiencias sexuales en los machos. Eso es algo que pretendemos hacer. Lo que sí hemos observado es que en animales castrados –tanto machos como hembras– esa expansión que se observa en el área genital de la corteza somatosensorial durante la pubertad no se concreta. Pero no sabemos todavía si los machos y las hembras reaccionan de la misma manera al tacto. Existen diferencias claras entre los sexos en el comportamiento durante la pubertad. Los machos tienden a tocarse mucho más sus propios órganos genitales, por ejemplo.
Agência FAPESP – ¿Estos estudios pueden ayudar a entender qué sucede en el cerebro de las niñas y los niños que sufren abusos sexuales?
Brecht – La investigadora Christine M. Heim [Charité – Universitätsmedizin Berlin] demostró en estudio un publicado en 2013 que esa parte de la corteza somatosensorial que representa a los genitales generalmente se encuentra atrofiada en las mujeres que han padecido abusos en la infancia. Se registra una disminución de la densidad cortical en esa área específica. En los animales observamos que existe una expansión cuando se estimulan los genitales; pero parece que en los humanos las experiencias de abuso pueden comprometer el desarrollo de esa zona del cerebro. Todo ese conjunto de evidencias deja claro que el contacto sexual táctil va mucho más allá de los efectos que se sienten en la piel. Este contacto transforma efectivamente el cerebro de manera dramática y altera el cuerpo en general. Por ende, ese contacto táctil en niños puede tener un efecto muy negativo para el desarrollo.
Agência FAPESP – ¿Qué técnicas emplea su grupo para develar cómo afecta al cerebro el estímulo táctil?
Brecht – En primer lugar analizamos el comportamiento de los animales. Registramos en videos y grabaciones mediante ecografías. También registramos la actividad de distintas estructuras cerebrales, lo cual nos demostró que el área de la corteza somatosensorial que representa al tronco (el abdomen), en la cual los animales son más sensibles a las cosquillas, está íntimamente implicada en la generación de la sensación de cosquillas. Cuando tocamos a los animales en sus panzas, observamos fuertes respuestas en esa zona, y las mismas son sumamente dependientes del humor. Cuando los animales están con miedo, esas células no responden al tacto. También realizamos diversos estudios de anatomía y aplicamos algunos trucos optogenéticos [que permiten activar y desactivar neuronas mediante estímulos luminosos] para manipular la actividad de esas células.
Agência FAPESP – Usted ganó el Premio Leibniz por el desarrollo de una técnica conocida como in vivo whole cell recording. ¿Podría explicarnos cómo funciona y qué tipo de estudios hizo posible esa técnica?
Brecht – Las técnicas whole cell recording y patch clamp se han venido utilizando desde hace mucho tiempo en cultivos celulares o en rodajas de cerebro. Básicamente consisten en insertar un electrodo cuidadosamente en el interior de la célula con una pipeta de vidrio para registrar los eventos eléctricos que se producen en su interior. Lo que yo hice fue adaptar esas técnicas para su uso in vivo. Inicialmente este método requería que la cabeza del animal permaneciera fija. Luego miniaturizamos los aparatos de manera tal de hacer tornar posible que los mismos se moviesen libremente. Otro desafío consistió en estabilizar el registro de las células aun en movimiento. Para ello nos valimos de algunos trucos. Cementamos la pipeta una vez que se obtienen los registros, y eso nos permite estudiar a los animales aun cuando están corriendo en sus pistas. Esto abrió nuevas áreas de investigación, como ésa en la cual se explora el contacto sexual. También la aplicamos al estudio de estructuras cerebrales asociadas a la memoria espacial como el hipocampo. Observamos que algunas células del hipocampo se disparan cuando el animal está en un determinado lugar y otras no. Siempre pensamos que eso obedecía a distintas informaciones espaciales recibidas previamente, pero logramos demostrar que también existen propiedades intrínsecas de las células.
Agência FAPESP – ¿En qué cambió su vida personal y profesional luego de haber recibido el Premio Leibniz?
Brecht – Con el premio obtuve dinero y libertad para dedicarme aún más a lo que quería hacer, a la investigación impulsada por la curiosidad. Siempre he trabajado con temas poco usuales, pero el estudio de las cosquillas, por ejemplo, se ubica fuera de lo corriente y ha sido financiado con ese premio. La mayoría de la gente cree que es más importante estudiar el dolor, la depresión o el autismo. Clásicamente, esos temas son los que cuentan con financiación. La neurociencia de la diversión es aún poco explorada. Piensan que se trata de un tema sencillo y poco serio. Pero ambas suposiciones están equivocadas. Si no estudiamos el comportamiento normal de los animales, no seremos capaces de curar enfermedades. Asimismo, entender la diversión es algo sumamente complicado. Es una sensación muy elusiva. Es fácil causarle dolor a un individuo, pero no es tan fácil promover la diversión. Cuando uno cuenta el mismo chiste por segunda vez deja de ser gracioso. El estudio del comportamiento lúdico es necesario. Nuestro cerebro está configurado en cierta forma para ser juguetón, y yo pienso que hay en ello mecanismos de aprendizaje implicados. Dependiendo del contexto educativo, la gente muestra más o menos aprecio por esa capacidad de jugar. El gusto por el jugar también puede constituir un problema cuando los individuos no logran controlarlo. Hay estudios que muestran que los medicamentos que se les dan a los niños hiperactivos, como el ritalín, disminuyen enormemente el placer de jugar. Por eso esos niños se vuelven capaces de quedarse quietos. Si les damos esas sustancias a ratas, éstas paran de jugar entre ellas. No estoy diciendo que los niños no deberían tomar esos fármacos, pero pienso que debemos entender mejor cómo funcionan. Eso puede ayudar a la hora de hacer nuestras elecciones.
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