En una revisión de datos de los últimos 30 años, investigadores destacan los efectos del control de emanaciones automovilísticas e industriales y abogan por el uso de autobuses eléctricos o híbridos (foto: Wikimedia Commons)
En una revisión de datos de los últimos 30 años, investigadores destacan los efectos del control de emanaciones automovilísticas e industriales y abogan por el uso de autobuses eléctricos o híbridos
En una revisión de datos de los últimos 30 años, investigadores destacan los efectos del control de emanaciones automovilísticas e industriales y abogan por el uso de autobuses eléctricos o híbridos
En una revisión de datos de los últimos 30 años, investigadores destacan los efectos del control de emanaciones automovilísticas e industriales y abogan por el uso de autobuses eléctricos o híbridos (foto: Wikimedia Commons)
Por Maria Fernanda Ziegler | Agência FAPESP – Las cifras siguen siendo alarmantes. Pero el hecho es que, si bien aún está lejos de ser buena, la calidad del aire en el Gran São Paulo, en Brasil, ha mejorado en los últimos 30 años, fundamentalmente merced al control de emisiones. Esto fue lo que se constató en el marco de una revisión de la calidad del aire de la megalópolis de São Paulo publicada en la revista Atmospheric Environment.
Este estudio constituye un resumen de los resultados obtenidos en el marco del Proyecto Temático intitulado “Narrowing the uncertainties on aerosol and climate changes in São Paulo State: Nuance-SPS”, que tuvo el apoyo de la FAPESP hasta a su conclusión en 2016. Dicho proyecto contó con la participación de diversos institutos de la Universidad de São Paulo (USP) y de la Compañía Ambiental del Estado de São Paulo (Cetesb).
Pese al crecimiento del parque automovilístico –un aumento del 76% de 2002 a 2012, y llegando a 11 millones de vehículos en 2014–, las concentraciones de contaminantes ahn disminuido en los últimos 10 años, excepto en los casos del gas ozono y el material en partículas finas, ambos relacionados con problemas de salud y trastornos cognitivos, fundamentalmente en niños y ancianos.
“El resultado es visible. Aun con ese incremento del parque de vehículos, hubo una disminución no sólo en el valor absoluto de las emisiones, sino también en las concentraciones ambientales”, declaró Maria de Fátima de Andrade, una de las autoras del estudio, a Agência FAPESP.
De todos modos, aún se trata de una alerta amarilla: todos los años en el Gran São Paulo, más de 10 mil muertes tienen una fuerte relación con la polución provocada por el material en partículas.
“Estamos al límite del control de emisiones de contaminantes por vehículos ligeros. De producirse un aumento del parque automovilístico, que es lo que se espera, habrá un incremento de las emisiones y un consiguiente crecimiento de su concentración ambiental. La estrategia consiste en disminuir la cantidad de vehículos en circulación, ampliar el uso del transporte colectivo y buscar combustibles más limpios, fundamentalmente para los vehículos pesados tales como los ómnibus –que usan gasoil, que aún es altamente contaminante y que puede reemplazárselo por combustibles más limpios– e incluir en las flotas autobuses eléctricos o híbridos”, dijo De Andrade.
En el estudio –que contó con la participación de investigadores de los Institutos de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas, Física, Química y Geociencias, y de la Escuela de Artes, Ciencias y Humanidades de la USP– se verificaron cambios en las concentraciones de contaminantes en la atmósfera del Gran São Paulo. En la década de 1980, había una gran concentración de óxidos de azufre (SOx), monóxido de carbono (CO), ozono (O3), nitratos (NOX) y aldehídos (RCHO). Durante esa década se empezaron a controlar las emisiones industriales mediante la utilización de combustibles con bajo tenor de azufre y cambios de combustible en las calderas industriales. Y también se puso en marcha el programa Proalcohol.
Durante la década siguiente hubo una baja de las concentraciones de azufre y un incremento de las de hidrocarburos, aldehídos y de material en partículas. No por casualidad, fue en la década de 1990 que cuando se pusieron en práctica las medidas de control en las industrias, tendientes a disminuir la contaminación por azufre, y se instituyó la restricción a la circulación de vehículos.
Pero existen aún concentraciones elevadas de hidrocarburos y de material en partículas, asociadas con el aumento del consumo de combustibles y del parque de vehículos. Una buena parte de dichas concentraciones no contemplan los límites de emisiones que impone la legislación.
En la década de 2000, se empezó a percibir en las mediciones ambientales el efecto del control de emisiones del parque de vehículos ligeros en función de la implementación del Programa de Control de la Contaminación del Aire por Vehículos Automotores (Proconve), en 1986.
Diez años después, se observó una merma de prácticamente todos los contaminantes, excepto de los hidrocarburos y del material en partículas. De acuerdo con De Andrade, esto se debió al crecimiento del parque de vehículos y al consiguiente aumento del uso de combustibles.
“Pese al control de las emisiones de los escapes, hubo un aumento de las emisiones por evaporación (al cargar combustible y a través del cárter), lo que explica la mayor concentración de hidrocarburos. En tanto, el mantenimiento de la concentración de material en partículas se produjo en virtud de la demora en la implementación de la etapa P7 del Proconve [destinada al control de las emisiones de partículas de los vehículos pesados] y también debido al aumento del parque de vehículos”, dijo.
Un 100% paulistano
La contaminación en la ciudad de São Paulo tiene sus especificidades. La megalópolis tiene un parque automovilístico enorme y antiguo. El promedio de edad es de nove años para vehículos ligeros y de 10 para camiones. En Estados Unidos y en Europa, las cifras son siete y ocho, respectivamente. Asimismo, en Brasil se utilizan combustibles distintos a los de los otros países: etanol y biodiésel.
En el marco del Proyecto Temático Nuance-SPS, en un estudio reciente, investigadores indicaron que los vehículos ligeros de São Paulo emiten 3,5 veces más formaldehídos y acetaldehídos que los de California. Otra constatación indicó que las concentraciones de hidrocarburos se ubican en niveles más altos que otras megacidades del mundo –tales como Pekín, Londres, Los Ángeles y París–, pese a la disminución de dichas concentraciones en el Gran São Paulo.
El análisis de las concentraciones de contaminantes durante los últimos 30 años muestra también que mucho ha cambiado, tanto en lo que hace a la legislación como en lo referente a los métodos de medición. Así es como se ha ampliado en gran medida el conocimiento sobre el impacto de los contaminantes sobre la calidad del aire en São Paulo y sobre la salud de la población. Y no sólo a nivel local sino también mundialmente, se han realizado muchos avances en el área de estudios de la contaminación atmosférica.
“Ganamos en conocimiento acerca de la importancia de las emisiones urbanas. En la actualidad, los inventarios de emisiones de contaminantes a escala global reconocen la importancia de las ciudades. En estudios anteriores, era común que se omitieran las emisiones locales, en el sector de transporte, por ejemplo. Existen varias iniciativas mundiales tendientes a cuantificar mejor la contribución urbana”, dijo De Andrade.
La investigadora explica que para realizar el cálculo de las estimaciones de emisiones de contaminantes en la atmósfera se empleaban a menudo valores con las características de los países desarrollados. “En los inventarios había estimaciones para el hemisferio Norte, en tanto que para el hemisferio Sur se concentraban en la cuestión de los incendios forestales”, dijo.
La propia relación de los cambios climáticos con la contaminación local fue objeto de una revisión. “Antes existía una estrategia que apuntaba a no tener en cuenta a los contaminantes locales urbanos como actuantes en los procesos climáticos. Más recientemente, ese abordaje ha venido haciéndose de manera un tanto distinta. Los contaminantes emitidos localmente y que están relacionados con la contaminación del aire pueden tener impactos climáticos también, como en los casos del propio ozono y de algunas partículas”, dijo.
Esto ha redundado en una mejora del modelado del aporte de las ciudades y megaciudades a la contaminación atmosférica y a los cambios climáticos. Y al mismo tiempo, las ciudades serán las más afectadas por los cambios climáticos. Existe la noción de que al cambiar el clima, aparte de los impactos conocidos tales como las inundaciones, las sequías y el aumento de temperatura, habrá un cambio también en las concentraciones de contaminantes presentes en la atmósfera, y las poblaciones de las ciudades lo sentirán más.
“Por ejemplo, de haber un aumento de temperatura, puede haber también una elevación de la concentración de ozono, y si se altera la humedad también se alterará la composición de los compuestos presentes en la atmósfera”, dijo De Andrade.
Para la investigadora, esto prueba que cuando se piensa en la restricción de las emisiones, la ciudad gana dos veces: gana en calidad del aire y contribuye para con la disminución de los impactos climáticos.
Puede leerse el artículo intitulado Air quality in the megacity of São Paulo: Evolution over the last 30 years and future perspectives (doi: https://doi.org/10.1016/j.atmosenv.2017.03.051), de Maria de Fátima Andrade, Prashant Kumar, Edmilson Dias de Freitas, Rita Yuri Ynoue, Jorge Martins, Leila D. Martins, Thiago Nogueira, Pedro Perez-Martinez y Regina Maura de Miranda, en el siguiente enlace: sciencedirect.com/science/article/pii/S1352231017302212.
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