Durante las celebraciones del Bicentenario de Brasil, el público se reencuentra con la institución paulista tras las obras que implicaron una total reestructuración interna de su edificio histórico, ideado como un monumento a la Declaración de la Independencia. Un nuevo piso, integrado al jardín francés, posee un área dedicada a exposiciones temporales y a la recepción de los visitantes (foto: Daniel Antônio/Agência FAPESP)
Durante las celebraciones del Bicentenario de Brasil, el público se reencuentra con la institución paulista tras las obras que implicaron una total reestructuración interna de su edificio histórico, ideado como un monumento a la Declaración de la Independencia. Un nuevo piso, integrado al jardín francés, posee un área dedicada a exposiciones temporales y a la recepción de los visitantes
Durante las celebraciones del Bicentenario de Brasil, el público se reencuentra con la institución paulista tras las obras que implicaron una total reestructuración interna de su edificio histórico, ideado como un monumento a la Declaración de la Independencia. Un nuevo piso, integrado al jardín francés, posee un área dedicada a exposiciones temporales y a la recepción de los visitantes
Durante las celebraciones del Bicentenario de Brasil, el público se reencuentra con la institución paulista tras las obras que implicaron una total reestructuración interna de su edificio histórico, ideado como un monumento a la Declaración de la Independencia. Un nuevo piso, integrado al jardín francés, posee un área dedicada a exposiciones temporales y a la recepción de los visitantes (foto: Daniel Antônio/Agência FAPESP)
Por José Tadeu Arantes | Agência FAPESP* – Tras pasar una década cerrado al público, el Museo Paulista reabre sus puertas. Para quienes lo observan desde afuera, las diferencias son discretas. Sin embargo, una total reestructuración interna modernizó este edificio del siglo XIX emplazado en el barrio de Ipiranga, en la ciudad de São Paulo, Brasil, volviéndolo así completamente accesible para un público diverso.
La nueva entrada se ubica al lado del espejo de agua y brinda acceso a un piso enteramente nuevo, que conecta el museo al jardín francés totalmente revitalizado. El Piso Jardín alberga un auditorio con capacidad para 200 personas, un área de exposiciones temporales y otra para recibir a los visitantes, cortada por una ventana curva de 30 metros con vista hacia el Parque de la Independencia.
El proyecto arquitectónico –que incluye escaleras mecánicas y ascensores– permite que visitantes con movilidad reducida ingresen al edificio por el área de recepción, pasen por todos los pisos y lleguen hasta el mirante, en la cima del mismo. El nuevo Museo de Ipiranga también es accesible para portadores de discapacidad visual, auditiva o cognitiva. Las exposiciones de larga duración están pobladas de objetos interactivos –elaborados en piedra, porcelana, madera, resina, telas y otros materiales– y con recursos multisensoriales, tales como altorrelieves y descripciones en lengua brasileña de señales (Libras) y en braille.
Luego de un proceso de reforma que se puso en marcha efectivamente en el año 2019, pero que debe retrotraerse a 2014 si se tienen en cuenta todas las etapas preparatorias, la reapertura coincidió con las celebraciones del Bicentenario de la Independencia de Brasil (declarada el 7 de septiembre de 1822) y transcurrió durante tres días consecutivos: el 6 de septiembre, con un evento para autoridades y patrocinadores; el 7 de septiembre, con la inauguración simbólica para invitados (estudiantes de escuelas públicas del estado y municipales y trabajadores de la obra de recuperación con sus familias), y el 8 de septiembre, con la apertura al público en general. El museo recibe visitas únicamente mediante agenda previa en su sitio web.
El Museo Paulista es uno de los cuatro museos de la Universidad de São Paulo (USP), y el proceso de restauración, modernización y ampliación del espacio de exposiciones comprendió una colaboración de la universidad con entidades públicas y privadas patrocinadoras del proyecto, tal como lo pone de relieve en diálogo con Agência FAPESP el actual rector de la USP, Carlos Gilberto Carlotti Junior. “Fue una epopeya llevar a cabo uno de los mayores emprendimientos culturales brasileños de los últimos tiempos. El Museo de Ipiranga forma parte de la identidad de nuestro país y del imaginario de los brasileños. Ahora, al entregarle el edificio del museo a la población, restaurado, modernizado y accesible, pretendemos que forme también parte activa y pulsante de la escena cultural y social paulista y brasileña”, dice.
El rector remarca que las 12 exposiciones que se abrirán a partir de la reinauguración “marcan una nueva etapa curatorial de la institución, cuyo impacto social y cultural se debe a su importante colección y al edificio que ocupa”.
Aparte de la restauración y la modernización del edificio histórico, cobran relieve las obras de ampliación, que al añadir 6.800 metros cuadrados (m²) duplicaron el área útil del espacio de exposiciones.
“La parte ampliada, con acceso directo por el jardín, alberga también aulas, salones de actividades educativas, cafetería, tienda y un nuevo hall de exposiciones de alrededor de 800 m²”, informa Rosaria Ono, profesora titular de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la USP y actual directora del Museo Paulista.
Ono informa que todo ese nuevo espacio se añadió en el subsuelo mediante la concreción de excavaciones sumamente cuidadosas para no comprometer la estabilidad estructural del edificio histórico. “Fue un enorme reto técnico, ante el cual contamos con la colaboración de ingenieros docentes de la Escuela Politécnica de la USP”, afirma.
El profesor Marco Antonio Zago, actual presidente de la FAPESP, quien era el rector de la USP cuando se tomó la decisión de la reforma, recuerda cómo empezó el proceso: “En 2013, un año antes de que yo asumiera, se cerró el museo pues el edificio revestía grandes riesgos para quienes lo visitasen. Tan pronto como asumí, en 2014, lo visité en compañía del entonces vicerrector, Vahan Agopyan, quien después me sucedería en la rectoría. Las condiciones de la construcción realmente eran terribles, con filtraciones, pisos rotos, apuntalamientos para sostener el techo, etc. Nuestra primera preocupación consistió en saber si existían riesgos inmediatos de derrumbe. No los había. Pero en aquel momento, tampoco estaban dadas las condiciones como para concretar la reforma, pues la universidad se encontraba atravesando una gravísima crisis financiera, con la interrupción de diversas obras en marcha.”
Zago comenta que se concretó una reunión de una asociación de amigos del Museo Paulista, en la cual varios empresarios mostraron su disposición para ayudar. “Pero era necesario obtener más recursos. Conversé con el entonces gobernador Geraldo Alckmin, quien se interesó bastante, pero subrayó que los recursos deberían provenir fundamentalmente de la iniciativa privada. Y mi rol consistió en buscar ese apoyo.”
De ese esfuerzo surgió tiempo después un llamado a concurso para que las empresas interesadas presentasen proyectos de reforma. Y la propuesta ganadora fue la que posteriormente se implementó. “Fue una propuesta bastante innovadora y que, aparte de la restauración extremadamente criteriosa del edificio histórico, proponía duplicar prácticamente el área, con diversos agregados modernos, a ejemplo de lo que se hizo en otros grandes museos del mundo. La USP sola no podría hacerse cargo y ni siquiera administrar una obra de ese fuste. Cuando salí de la rectoría, con el proyecto arquitectónico aprobado, se encontraba en marcha el traslado de la colección para que pudiesen iniciarse las obras. Y el nuevo gobernador logró atraer significativos aportes financieros provenientes la iniciativa privada. Me emocioné mucho al visitar recientemente el edificio reformado y ver el resultado de todo eso”, enfatiza Zago.
El cuadro icónico
Junto a la reforma, la modernización y la ampliación del espacio de exposiciones, un destacado importante debido a su valor histórico y simbólico fue la restauración del cuadro Independência ou Morte, de Pedro Américo (1843-1905). Con sus personajes y su ambientación altamente idealizados, esa obra dotó de un tono épico a un acontecimiento que, según testigos de la época e investigaciones históricas posteriores, habría sido mucho menos glorioso. Más allá de ello, al reproducírsela en los manuales escolares, se convirtió en una especie de retrato oficial de la nacionalidad en el imaginario de más de una generación de brasileños.
Mientras se realizaba, esa restauración fue objeto de un largo artículo de Agência FAPESP (lea más en portugués, en: agencia.fapesp.br/32557/).
“Aparte de reparar los daños producto de la acción del tiempo, procuramos devolverle a la pintura sus colores originales, retirándole la suciedad acumulada con el tiempo, recomponiendo puntos de pérdidas en la capa pictórica original y retirándole vestigios de restauraciones antiguas, como una coloración amarillenta indebida en determinada parte del cielo”, informó en esa oportunidad la investigadora Márcia Rizzutto, docente del Instituto de Física (IF-USP), quien se desempeñó como una de las asesoras científicas de la restauración. Su trabajo contó con el apoyo de la FAPESP en el marco del Proyecto Temático intitulado “Recolectar, identificar, procesar y difundir. El ciclo curatorial y la producción del conocimiento”, coordinado por Ana Magalhães.
Pero la reforma del edificio histórico, el añadido de nuevas áreas de recepción y de exposición y la restauración del cuadro de Pedro Américo constituyen tan solo algunos de los aspectos más visibles de un proceso mucho mayor. En ese sentido, la dimensión curatorial puesta de relieve por el Carlotti es bastante oportuna, pues la reapertura del edificio no exhibirá únicamente un espacio totalmente renovado, compatible con el estándar de los grandes museos internacionales, y capaz de recibir a un público anual de más de 500 mil visitantes, sino que mostrará también un nuevo concepto de colecciones: no solamente una colección de artículos lujosos heredados de las elites económicas y políticas del pasado, sino un conjunto sumamente diversificado de objetos, que traducen la vida de la sociedad brasileña en sus múltiples segmentos y en sus distintas épocas.
“La gente generalmente asocia un museo a su espacio de exposición. Pero un museo es mucho más que eso. Entre otras cosas, es una unidad de producción de conocimiento científico, un centro multidisciplinario de investigación, innovación y difusión. Más del 80 % del trabajo de los profesionales implicados transcurre en las reservas técnicas, en las actividades de prospección, recolección, catalogación y conservación de artículos, como así también en el esfuerzo tendiente a comunicar posteriormente los resultados a la sociedad”, afirma la historiadora Solange Ferraz de Lima, quien fuera directora del Museo Paulista entre 2016 y 2020 y participó intensamente en todas las etapas del proceso de restauración, modernización y ampliación.
La reserva técnica del museo contiene más de 450 mil artículos. De estos, alrededor de 3.800 se exhibirán en las exposiciones de la reapertura, con lo cual le darán al público una idea general de lo que es el museo y de qué se hace en él, ampliando la representatividad social.
“Esos artículos se encuentran organizados en tres grandes áreas: ‘universo del trabajo’, con herramientas, moldes, bancos, tipos de impresión; ‘cotidiano y sociedad’, con objetos domésticos, utensilios de cocina, piezas de mobiliario y decoración, e ‘historia del imaginario’, con retratos, paisajes, tarjetas postales, etiquetas de envases, etc.”, comenta Ferraz de Lima.
La investigadora destaca que las colecciones contienen incluso artículos bastante efímeros, generalmente desechados, pero que, al reunírselos en serie, suministran un retrato sumamente vivo de la sociedad y de sus dinámicas. Tal es el caso de una inusitada colección de papeles de caramelos.
Una etapa preparatoria para la reforma y la modernización de la construcción consistió en retirar y llevar lejos todos esos artículos. Mediante una ayuda destinada al proyecto intitulado “Cultura material y gestión de colecciones”, a cargo de Ferraz de Lima, la FAPESP aportó recursos bastante voluminosos para que los objetos pudieran ser adecuadamente acondicionados, trasladados con seguridad y guardados en condiciones de control ambiental, con mobiliario apropiado y en cinco inmuebles adaptados para funcionar como reservas técnicas y laboratorios. “Esa ayuda fue absolutamente fundamental. Sin ella, no habríamos podido ni siquiera empezar la reforma”, reconoce la directora Ono.
Las colecciones y todo el trabajo de investigación realizado con ellas seguirán adelante en los cinco inmuebles adaptados. Así será hasta que la institución disponga de un edificio único que funcione como centro de cultura material y que pueda albergar una reserva técnica visitable.
“El edificio histórico nunca más volverá a albergar la reserva técnica. Todo ese espacio, ahora duplicado, se destinará a exposiciones y a recibir al público”, dice Ferraz de Lima.
Un ejemplo bastante interesante del tipo de investigación que ha venido llevándose adelante con las colecciones es el proyecto intitulado “Procesamiento de alimentos en el espacio doméstico. São Paulo, 1860-1960”, coordinado por la historiadora Vânia Carneiro de Carvalho y ejecutado por el equipo del Grupo de Investigaciones de Espacio Doméstico, Cuerpo y Materialidades (Gema). El principal producto de esa investigación será el “Repertorio Histórico Ilustrado de Herramientas y Artefactos de Cocina”, un libro electrónico que reunirá textos e ilustraciones sobre más de 150 objetos de cocina, con el objetivo de generar aportes destinados a otras colecciones museológicas e investigaciones históricas en general.
“Ese estudio dice mucho sobre las dinámicas de la sociedad brasileña. Al contrario de lo que sucedió en Estados Unidos, donde la cuasi desaparición del oficio de empleada doméstica estuvo acompañada de una rápida electrificación de los utensilios de cocina y del consumo masivo de comida enlatada, encontramos en Brasil una situación bastante distinta. Acá, el empleo doméstico se mantiene hasta los días actuales, y no solamente en las casas de familias ricas. Hemos tenido un consumo mucho menor de productos enlatados, y los utensilios de cocina exhibieron durante mucho tiempo una notable coexistencia de artefactos manuales, mecánicos y eléctricos. Hubo una especie de resistencia de los saberes artesanales”, afirma Carneiro de Carvalho.
Esta investigación cuenta con el apoyo de la FAPESP en el marco del Proyecto Temático coordinado por Magalhães, aparte de una beca de maestría y una Beca de Pasantía de Investigación en el Exterior concedidas a Laura Stocco Felicio, dirigida por Carneiro de Carvalho. Una de las salas de exposición contemplará el estudio sobre objetos de cocina en la reapertura del Museo Paulista.
Para accederse a una historia detallada del edificio monumental y del proceso de reforma, consulte las dos líneas de tiempo publicadas www.timelinefy.com/timelines/2220?utm_source=instagram&utm_medium=social&utm_campaign=linha-do-ipiranga-ig-11-21&utm_content=video en el sitio web del museo.
*Con información de Karina Toledo
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