Entre los productores agrícolas globales, aproximadamente un 20 % adopta los productos biológicos (foto: Koppert/difusión)
En alrededor del 90 % del área destinada al cultivo de la caña de azúcar actualmente en el país ya se utilizan enemigos naturales en el combate contra azotes agrícolas. Estos datos se dieron a conocer durante a FAPESP Week Illinois
En alrededor del 90 % del área destinada al cultivo de la caña de azúcar actualmente en el país ya se utilizan enemigos naturales en el combate contra azotes agrícolas. Estos datos se dieron a conocer durante a FAPESP Week Illinois
Entre los productores agrícolas globales, aproximadamente un 20 % adopta los productos biológicos (foto: Koppert/difusión)
Por Elton Alisson, desde Chicago | Agência FAPESP – La cantidad de productos biológicos para la protección de los cultivos contra las plagas agrícolas registrados en Brasil durante los últimos años ha superado a la de productos agroquímicos. En alrededor del 90 % del área destinada al cultivo de caña de azúcar en el país actualmente, por ejemplo, ya se utilizan enemigos naturales, tales como microorganismos, macroorganismos, bioquímicos (compuestos de origen natural que controlan plagas y enfermedades) y semioquímicos, tal el nombre que se les da a las moléculas que inducen respuestas conductuales en organismos blanco.
José Maurício Simões Bento, docente de la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz de la Universidad de São Paulo (Esalq-USP), dio a conocer estos datos en un panel de debate sobre la agricultura inteligente durante la FAPESP Week Illinois el pasado 10 de abril, en Chicago (Estados Unidos).
“Existen actualmente alrededor de 629 productos biológicos registrados en Brasil para el control de plagas, entre microorganismos, macroorganismos, bioquímicos y semioquímicos. Esta cifra ha venido aumentando constantemente año tras año”, dijo Simões Bento, quien es uno de los investigadores principales del Centro de Investigación Avanzada de São Paulo para el Control Biológico (SPARCBio), un Centro de Investigaciones en Ingeniería (CPE) constituido por la FAPESP en colaboración con la empresa Koppert.
José Maurício Simões Bento (ESALQ-USP), uno de los investigadores principales del SPARCBio, durante su conferencia dictada el segundo día de la FAPESP Week Illinois en Chicago (foto: Elton Alisson/Agência FAPESP)
De acuerdo con el investigador, aproximadamente el 20 % de los productores agrícolas globales adopta productos biológicos. Brasil es líder en este apartado, con un 55 % de las propiedades en donde se utiliza el biocontrol, en comparación con un 6 % en Estados Unidos. En bioestimulantes, Brasil responde por el 50 %, ante el 16 % de EE. UU., y para biofertilizantes, la proporción es del 36 % ante un 12 % en ambas naciones respectivamente.
“Hoy en día Brasil cuenta con alrededor de 170 biofábricas y trata un área de aproximadamente 25 millones de hectáreas. Es un mercado que mueve más de 1.000 millones de dólares anuales, con una proyección de crecimiento del 15 % al 20 % anual”, informó Simões Bento.
En cultivos de caña de azúcar –cabe acotar que Brasil es el mayor productor mundial, con una superficie plantada de 22 millones de hectáreas y un aumento de la producción equivalente a cuatro veces en los últimos 40 años−, el control biológico ha venido siendo combinado con tecnologías tales como los sistemas de monitoreo, sensores, inteligencia artificial y vehículos autónomos para potenciar su aplicación.
A lo largo de las áreas plantadas se han instalado trampas inteligentes, equipadas con cámaras que captan las imágenes de los insectos capturados, atraídos por feromonas.
Dichas imágenes se envían a una central en donde se las procesa con un software que cuantifica a los insectos capturados. Con herramientas de inteligencia artificial, las mismas se procesan junto con los datos climáticos y los pronósticos meteorológicos.
“Este procesamiento mediante inteligencia artificial permite estimar la población de insectos para los próximos días y determina con precisión la fecha más adecuada para la suelta de los enemigos naturales en distintas partes de la propiedad, que se lleva a cabo con drones”, explicó Simões Bento.
El impacto de los cambios climáticos
Las herramientas de inteligencia artificial también han permitido modelar los impactos de los cambios climáticos, tales como la sequía, la temperatura elevada y el aumento de los niveles de dióxido de carbono (CO2) en la composición de las semillas de soja producidas en Brasil.
Mediante análisis realizados en ellas, un grupo de investigadores del Instituto de Biociencias de la USP observó que, hasta un cierto punto, los niveles elevados de CO2 ejercen un efecto protector sobre la soja, que pasa a producir más semillas, por ejemplo. Bajo altas temperaturas, los resultados son aún mejores. Con todo, al mezclar estas dos variables con la sequía, el efecto de ello sobre las plantas puede ser desastroso, al alterar la composición de los aceites de los granos.
“Esto puede causar impactos económicos desastrosos para Brasil, que es el mayor productor mundial de esta oleaginosa, seguido por Estados Unidos”, evaluó Marcos Buckeridge, docente del IB-USP y coordinador del estudio.
De acuerdo con el investigador, las variedades de soja producidas en Brasil y en Estados Unidos son completamente distintas genéticamente. “Por eso es importante la colaboración en investigación con miras a avanzar en la comprensión de los posibles impactos de los cambios climáticos sobre estas plantas”, subrayó.
El empleo de robots
En tanto, en Estados Unidos, investigadores de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign están llevando adelante un programa sobre el empleo de la inteligencia artificial para el desarrollo de soluciones agrícolas sostenibles.
Una de las tecnologías que están creándose consiste en pequeños robots, con ruedas y otros aparatos, destinados al control de las malezas en los cultivos de maíz, por ejemplo.
“Estos robots logran pasar bajo las copas de las plantas y detectar y remover malezas mecánicamente. La manera de hacer esto actualmente es muy primitiva. Los herbicidas convencionales solamente pueden aplicarse antes del cierre de las copas de las plantas, en la etapa inicial de la estación de crecimiento”, explicó Madhu Khana, docente de la institución y coordinadora del proyecto.
Otra aplicación de los robots es en el plantío de especies de cobertura, cuya finalidad es cubrir temporalmente el suelo en la etapa posterior a la cosecha, para protegerlo contra los procesos erosivos y la pérdida de nutrientes.
“Estos robots pueden dispersar las semillas de las plantas de cobertura. De esta forma, mientras que se cosecha el maíz, el cultivo de cobertura ya está plantado. Su utilización también hace su aporte a la disminución de la necesidad de mano de obra, a la mejoría de la salud del suelo y la reducción la necesidad de fertilizantes y a la cantidad de malezas”, sostuvo Khana.
De acuerdo con la investigadora, las tasas de adopción de cultivos de cobertura han crecido en el transcurso del tiempo, pero aún son inferiores al 10 % de las hectáreas en el centro-oeste de Estados Unidos.
Los investigadores han llevado a cabo estudios que se han concretado mediante el empleo de herramientas de aprendizaje automático y teledetección para analizar en el transcurso del tiempo los cambios en la adopción de cultivos de cobertura en tres estados de EE.UU.: Illinois, Iowa e Indiana.
Los resultados de dichos estudios indicaron que las probabilidades de adopción de esta práctica aumentan cuando ya se la utiliza en las propiedades rurales vecinas, la calidad de tierra es mala y el costo del cultivo de cobertura es menor, entre otros factores.
Más información sobre la FAPESP Week Illinois en el siguiente enlace: fapesp.br/week/2024/illinois.
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