En las dos imágenes de tomografía, en la parte superior de la figura, las flechas blancas indican las lesiones en el cerebro de un bebé en cuyo organismo el virus permaneció activo durante 67 días. Abajo, una resonancia magnética muestra el achicamiento de volumen de las zonas frontal y parietal del cerebro
El virus permaneció activo en el organismo de un niño durante dos meses, de acuerdo con una descripción de científicos brasileños publicada en New England Journal of Medicine
El virus permaneció activo en el organismo de un niño durante dos meses, de acuerdo con una descripción de científicos brasileños publicada en New England Journal of Medicine
En las dos imágenes de tomografía, en la parte superior de la figura, las flechas blancas indican las lesiones en el cerebro de un bebé en cuyo organismo el virus permaneció activo durante 67 días. Abajo, una resonancia magnética muestra el achicamiento de volumen de las zonas frontal y parietal del cerebro
Por Ricardo Zorzetto | Revista Pesquisa FAPESP – En medio de la relativa calma que el invierno le impuso a la epidemia de zika en Brasil, una grave noticia surge y deja a todos en alerta: el virus puede seguir dañando el cerebro de bebés semanas después del nacimiento. Aún no se sabe durante cuánto tiempo permanece en actividad el virus del Zika en el organismo de los niños, pero el pasado 24 de agosto se presentó una de las primeras evidencias de que esto puede extenderse por tiempo suficiente como para agravar las lesiones provocadas durante la gestación.
Un grupo de 20 científicos de São Paulo publicó en la sección de correspondencias de New England Journal of Medicine, una de las más prestigiosas revistas médicas del mundo, la descripción del caso de un bebé de sexo masculino que sufrió la infección por el virus durante la gestación y en cuyo organismo el Zika se mantuvo activo al menos durante 67 días tras el parto. “Aún no se había descrito una infección tan prolongada luego del nacimiento”, afirma el virólogo Edison Durigon, de la Universidad de São Paulo (USP), uno de los autores del estudio.
El bebé nació el día 2 de enero de este año en un hospital de la ciudad de São Paulo, al cabo de un embarazo de 40 semanas. Pesaba 3.095 gramos y medía 48 centímetros (cm) de largo. Pero el tamaño de su cráneo era de dimensiones limítrofes para microcefalia: tenía un perímetro de 32,5 cm. Hasta el mes de marzo, el Ministerio de Salud de Brasil consideraba como sospechosos los casos de niños con diámetro del cráneo igual o inferior a 32 cm. Pero lo que llamó la atención de los médicos fue la frente, que era más estrecha que lo normal, algo común entre los bebés con microcefalia. Exámenes por imágenes registraron pequeñas lesiones (calcificaciones) en el tejido cerebral características de infecciones adquiridas durante la gestación.
Se derivó al niño al hospital Santa Casa de São Paulo, donde se le realizó un seguimiento a cargo del equipo del pediatra Eitan Berezin. A finales de febrero, por iniciativa de Berezin, se le enviaron muestras de sangre del chiquito al grupo de Durigon, en la USP. Exámenes anteriores habían dado resultados negativos para citomegalovirus, toxoplasmosis y rubeola, infecciones congénitas que también pueden causar lesiones cerebrales. Pero faltaban los test de zika, que son más complejos y lentos, y aún no se encuentran disponibles en el sistema público de salud.
Un test molecular confirmó que el niño tenía el virus activo en el organismo, y análisis serológicos indicaron que la infección se había producido aún durante la gestación. Aproximadamente durante la 26ª semana de embarazo, la madre tuvo fiebre y dolores de cabeza, y exhibía manchas rojas en el cuerpo, menos de un mes después de que su marido regresara de un viaje al nordeste brasileño, durante el cual tuvo síntomas similares. “Existe la idea de que las infecciones congénitas son más graves cuando se producen al comienzo de la gestación”, dice Berezin. “Pero, en este caso, la infección por Zika aparentemente ocurrió más tarde y también provocó daños.”
Como el primer análisis mostró elevadas cantidades de virus en la sangre, Durigon decidió verificar su presencia en la saliva y en la orina. “En aquel momento, aproximadamente al 54º día después el nacimiento, el virus seguía reproduciéndose y siendo eliminado por la orina”, comenta el virólogo, quien integra la Red de Investigaciones sobre el Virus del Zika de São Paulo (Red Zika), que cuenta con el apoyo de la FAPESP. En test repetidos durante las semanas siguientes se detectó la presencia del Zika hasta el 67º día de vida del niño. Con todo, el aumento de la concentración de algunos anticuerpos indicaba que, a medida que maduraba, el sistema inmunológico se volvía capaz de combatir al virus.
Los investigadores no logran precisar durante cuánto tiempo el virus del Zika siguió activo. A mediados de marzo, los padres del niño tuvieron dificultades para dar continuidad a las consultas en el hospital y entonces se pasó a realizar un seguimiento a distancia. Pero un estudio de resonancia magnética realizado al final de febrero ya indicaba que las lesiones en el cerebro aún estaban activas. “El virus siguió reproduciéndose y lesionando el tejido cerebral incluso después del nacimiento”, afirma Durigon.
En agosto, a pedido de los editores de New England, el equipo médico volvió a evaluar al bebé. Ya se encontraba libre del virus, pero el examen clínico mostró que presentaba algunas restricciones de movimiento: exhibía algún grado de parálisis en uno de los lados del cuerpo y dificultades para sujetar objetos. “Estos efectos sólo se detectan a medida que el niño se desarrolla, en los momentos en que debería empezar a adquirir ciertas habilidades”, explica Berezin. “En el caso particular de este chico, estimo que la fisioterapia puede ayudar a mejorar los movimientos, a los efectos de que llegue a tener un buen nivel de independencia.”
Edison Durigon ve en este caso una señal de alarma. “No sabemos nada acerca de lo que sucede después el nacimiento con los niños que contraen el virus”, explica. Y concluye: “Estamos en una especie de período entre cosechas de la epidemia, con el riesgo de enfrentar en poco tiempo más una segunda oleada de zika. Deberíamos estar preparados para empezar a hacer el seguimiento de esos niños.”
Puede leerse el artículo científico de Oliveira, D. B. L. y otros, intitulado Prolonged shedding of Zika virus associated with congenital infection, publicado en New England Journal of Medicine el pasado día 24 agosto de 2016, ingresando en el siguiente enlace: nejm.org/doi/pdf/10.1056/NEJMc1607583.
The Agency FAPESP licenses news via Creative Commons (CC-BY-NC-ND) so that they can be republished free of charge and in a simple way by other digital or printed vehicles. Agência FAPESP must be credited as the source of the content being republished and the name of the reporter (if any) must be attributed. Using the HMTL button below allows compliance with these rules, detailed in Digital Republishing Policy FAPESP.