Un equipo encabezado por el zoólogo Miguel Trefaut Rodrigues pretende develar patrones evolutivos de la biota neotropical y las relaciones que mantuvieron en el pasado la Selva Amazónica y el Bosque Atlántico (foto: divulgación)
Un equipo encabezado por el zoólogo Miguel Trefaut Rodrigues pretende develar patrones evolutivos de la biota neotropical y las relaciones que mantuvieron en el pasado la Selva Amazónica y el Bosque Atlántico
Un equipo encabezado por el zoólogo Miguel Trefaut Rodrigues pretende develar patrones evolutivos de la biota neotropical y las relaciones que mantuvieron en el pasado la Selva Amazónica y el Bosque Atlántico
Un equipo encabezado por el zoólogo Miguel Trefaut Rodrigues pretende develar patrones evolutivos de la biota neotropical y las relaciones que mantuvieron en el pasado la Selva Amazónica y el Bosque Atlántico (foto: divulgación)
Por Karina Toledo | Agência FAPESP – La idea de pasar un mes rodeado por los ruidos de la selva tropical, sin señal de internet ni ducha con agua caliente, durmiendo en hamacas o en carpas y trabajando desde las cinco de la mañana hasta la medianoche, incluso durante los fines de semana, puede parecer estresante para mucha gente. Pero para el zoólogo Miguel Trefaut Rodrigues este tipo de viajes es “lo más relajante del mundo”.
Durante los últimos meses, este docente del Instituto de Biociencias (IB) de la Universidad de São Paulo (USP), en Brasil, se puso a la cabeza de dos expediciones científicas a regiones prácticamente inexploradas de la Amazonia. Los objetivos principales de las mismas son dos: expandir el conocimiento referente a los patrones evolutivos de la biota neotropical y, mediante estudios con esos animales y plantas, develar las relaciones que mantuvieron en el pasado el Bosque Atlántico y la Amazonia.
Cada viaje duró alrededor de 30 días y movilizó al menos a 10 investigadores de distintas especialidades, a los que se sumó el equipo de apoyo logístico. El costo fue financiado por la FAPESP a través de proyectos coordinados por Trefaut Rodrigues y por su colega del IB-USP Cristina Miyaki, ambos en el marco del Programa de la FAPESP de Investigaciones en Caracterización, Conservación, Restauración y Uso Sostenible de la Biodiversidad (BIOTA-FAPESP).
“Durante la primera expedición se reunieron más de 700 ejemplares de 104 especies distintas de reptiles, anfibios, pequeños mamíferos, aves y plantas. Ese material aún está analizándose, pero creemos que será posible describir varias especies nuevas. Y durante el segundo viaje se capturaron más de mil especímenes de aproximadamente 110 especies, la mayoría de lagartos”, comentó Trefaut Rodrigues en entrevista concedida a Agência FAPESP.
La primera expedición, realizada entre los meses de octubre y noviembre de 2017, se concentró en la zona montañosa de Pico da Neblina, el punto más alto de Brasil, situado a 2.995 metros sobre el nivel del mar en una unidad de conservación integral de la naturaleza, cerca de la frontera con Venezuela.
Debido a que una parte del Parque Nacional de Pico da Neblina se superpone con el territorio perteneciente a los indios yanomamis, los científicos tuvieron que solicitar la autorización de la Fundación Nacional Indígena (Funai) y del Ejército Brasileño para llevar a cabo el trabajo de campo.
“Fue una larga negociación. Estuvimos a punto de desistir, pero era un anhelo de muchos años conocer la fauna de la región más alta de Brasil”, comentó Trefaut Rodrigues.
Al final quedó decidido que la expedición se concretaría bajo la tutela del Ejército Brasileño y con su apoyo logístico. El Ejército Brasileño mantiene un batallón de apoyo a los yanomamis en la comunidad de Maturacá, situada a 150 kilómetros del municipio de São Gabriel da Cachoeira.
El grupo salió de Manaos rumbo a Maturacá, en donde permaneció durante 15 días para efectuar las primeras recolecciones de ejemplares. La segunda mitad del trabajo de campo se concretó en lo alto de Pico da Neblina.
“Sabemos que a alturas superiores a los 1.700 metros prevalecen paisajes que no tienen absolutamente nada que ver con la Amazonia actual: son pastizales abiertos y con un clima mucho más frío que el de la selva, posiblemente similar al que imperaba en América del Sur durante los períodos más fríos del Cuaternario [hace aproximadamente entre 2,6 millones de años y unos 10 mil años]”, dijo el investigador.
Entre los 700 especímenes capturados, el grupo identificó 12 especies nuevas sólo de sapos y lagartos, además de una pequeña lechuza que no había sido descrita antes por la ciencia.
“Con relación a las plantas, hasta ahora se ha identificado una especie nueva. Pero estimo que serían al menos diez. Son grupos complejos y deben evaluarlos los expertos. Los pequeños mamíferos también se encuentran todavía en análisis y es muy posible que tengamos buenas sorpresas”, dijo Trefaut Rodrigues.
Según el científico, el material reunido no sólo servirá para describir las nuevas especies, sino que también permitirá entender patrones evolutivos y filogeográficos de la fauna sudamericana.
“Se están estudiando diversos grupos de animales desde el punto de vista genético, morfológico y fisiológico. Algunos de estos estudios ayudarán a evaluar el riesgo de extinción de esas especies en caso de que la temperatura de esos lugares se eleve durante los próximos años”, dijo.
Ya ha sido posible observar que las especies presentes en Pico da Neblina no tienen ninguna relación de parentesco con la biota existente en las demás regiones amazónicas, por ejemplo. A juicio de Trefaut Rodrigues, esto indica que la selva aún no estaba allí cuando se formó el complejo macizo en cuyo seno se encuentra esta montaña.
“Esto es importante porque sugiere una posible relación de la biota de Pico da Neblina con la existente en los Andes, en el Bosque Atlántico y en otros biomas. Y ya contamos con evidencias de ello. Una de las especies de lagartos que encontramos, el falso camaleón Anolis neblininus, forma parte de una radiación que abarca a especies andinas y de las montañas del Bosque Atlántico, en el sudeste de Brasil”, dijo.
La barrera fluvial
La segunda expedición amazónica tuvo lugar entre abril y mayo de 2018, y en esta oportunidad no se contó con el apoyo del Ejército. “Tuvimos que alquilar un barco, la única manera de desplazarse a través de la selva. Pasamos un mes durmiendo en hamacas dentro del barco, en donde también hacíamos todas las comidas y montamos nuestro laboratorio. En cada sitio distinto del río era necesario contratar a un guía local. El río Negro está lleno de piedras y es muy fácil que ocurran accidentes”, comentó Trefaut Rodrigues.
El grupo navegó desde Manaos hasta unos 80 kilómetros arriba del municipio de Santa Isabel do Rio Negro, pasando por la zona donde las aguas barrosas del río Branco desembocan en el río Negro. Se capturaron especímenes en distintos puntos de ese trayecto, en ambas orillas.
“Por su baja densidad y su alta acidez, se considera que el río Negro es pobre desde el punto de vista faunístico. Fuimos a estudiar allí la influencia de las aguas del río Branco sobre la diversidad y la abundancia de especies. Otro objetivo consistió en entender el papel del río Negro como barrera geográfica para la diferenciación de las especies. Por eso realizamos capturas en ambas orillas”, explicó Trefaut Rodrigues.
Se instalaron en el monte trampas montadas con baldes y lonas plásticas para capturar pequeños animales, fundamentalmente reptiles y anfibios. La línea de investigación que coordinó Trefaut Rodrigues apunta a entender la evolución de serpientes, lagartos, sapos y ranas de la fauna sudamericana.
“Son animales sumamente interesantes desde el punto de vista ecosistémico, pues forman la base de la cadena alimentaria. Y en esta segunda expedición concretamos una captura espectacular de más de mil ejemplares”, dijo el investigador.
La elevada cantidad de especímenes capturados fue necesaria para contemplar uno de los objetivos de la segunda expedición: develar los mecanismos de origen de un complejo de especies de lagartos partenogenéticos del género Loxopholis, es decir, especies formadas únicamente por hembras que se reproducen asexuadamente.
Este proyecto, a cargo de dos posdoctorandos bajo la supervisión de Trefaut Rodrigues –Sérgio Marques de Souza y Tuliana Oliveira Brunes–, también apunta a entender por qué esa región de la Amazonia concentra una gran cantidad de lagartos partenogenéticos.
“Capturamos lagartos del género Loxopholis en cuantiosos puntos distintos. En algunas de esas poblaciones logramos encontrar machos. Existen poblaciones bisexuales y otras formadas únicamente por hembras con cariotipos diploides y triploides [formados por dos o tres conjuntos de cromosomas, a diferencia de los gametos sexuales humanos, que poseen tan sólo un conjunto cromosómico].”
También se capturaron lagartos arborícolas del género Anolis con la intención de investigar la evolución de esas especies en América del Sur, que es el objetivo del proyecto posdoctoral de Ivan Prates, actualmente becario de la Smithsonian Institution, en Estados Unidos.
Durante el viaje, el grupo descubrió en tres sitios distintos del río Negro especies partenogenéticas pertenecientes a otro género de lagartos llamado Gymnophthalmus.
“Curiosamente, hallamos esos animales en puntos más estrechos del río, sobre dunas de arena que son testigos de una época en la cual el río Negro poseía un clima mucho más seco que el actual. Compararemos el muestreo obtenido en cada orilla y evaluaremos si es la misma especie partenogenética o si son clones distintos, y cuándo se separaron. Esto servirá para comprender la historia del río Negro”, dijo Trefaut Rodrigues.
Pese a que aún queda una vasta cantidad de material por analizarse, el equipo de la USP está planificando la próxima expedición a la Amazonia, que contará nuevamente con el apoyo del Ejército Brasileño. En esta ocasión el objetivo consistirá en capturar muestras de la fauna de los altos pastizales del Parque Nacional de Pacaás, en el estado de Rondônia, junto al equipo de parasitólogos del profesor Erney Plessman de Camargo, del Instituto de Ciencias Biomédicas (ICB) de la USP.
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