La tercera conferencia del ciclo FAPESP 60 Años reunió a tres investigadores que son referentes en el tema: Donatella della Porta, Sérgio Adorno y Michel Mise (foto: Fernando Frazão/Agência Brasil)
La tercera conferencia del ciclo FAPESP 60 Años reunió a tres investigadores que son referentes en el tema: Donatella della Porta, Sérgio Adorno y Michel Mise
La tercera conferencia del ciclo FAPESP 60 Años reunió a tres investigadores que son referentes en el tema: Donatella della Porta, Sérgio Adorno y Michel Mise
La tercera conferencia del ciclo FAPESP 60 Años reunió a tres investigadores que son referentes en el tema: Donatella della Porta, Sérgio Adorno y Michel Mise (foto: Fernando Frazão/Agência Brasil)
Por José Tadeu Arantes | Agência FAPESP – Pese a todo el progreso de la ciencia, la tecnología, la agricultura y la medicina, y más allá de la abundancia de alimentos y de artículos médicos, sigue muriéndose gente a causa del hambre, la miseria y las enfermedades como consecuencia de la incuria de los gobiernos o por ausencia de políticas públicas. Pero también muere gente como producto de la violencia ejercida o consentida de alguna forma por el Estado. Con esta reflexión, el profesor Marco Antonio Zago, presidente de la FAPESP, abrió la tercera conferencia del ciclo FAPESP 60 Años, dedicada al tema “Sociedades Violentas”.
“En lo esencial, la violencia la ejercen quienes ostentan la fuerza con relación a los más débiles. En las sociedades modernas occidentales, el Estado posee el monopolio del uso consentido de la fuerza para su aplicación, que apunta siempre al bienestar mayor de la sociedad organizada. El supuesto subyacente es el que indica que los ciudadanos ceden una parte de su libertad para que la sociedad se organice. No obstante, sabemos bien en qué grado el Estado puede violentar a los individuos”, dijo.
El tema de la violencia es sumamente vasto. Pero la conferencia puso el foco en la “violencia que genera letalidad y, más aún, en la violencia cuya disputa se dirime en la vida social entre el Estado y los grupos organizados de la sociedad”, tal como lo puso de relieve Ângela Alonso, coordinadora adjunta de Ciencias Humanas y Sociales, Arquitectura, Economía y Administración de la FAPESP y moderadora del evento.
Para debatir el tema, fueron invitados tres investigadores que son referentes en el área: Donatella della Porta, Sérgio Adorno y Michel Mise.
Della Porta es docente del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas del European University Institute, y directora del Center on Social Movement Studies y del programa de doctorado en Ciencia Política y Sociología de la Scuola Normale Superiore, con sede en Florencia, Italia.
Adorno es profesor titular de sociología de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP) y coordinador científico del Núcleo de Estudios de la Violencia (NEV), un Centro de Investigación, Innovación y Difusión (CEPID) de la FAPESP.
Mise es profesor titular de sociología del Departamento de Sociología y director del Núcleo de Estudios en Ciudadanía, Conflicto y Violencia Urbana de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). Y es integrante del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología Violencia, Democracia y Seguridad Ciudadana, que cuenta con el apoyo de la FAPESP.
Della Porta centró su disertación en su libro Clandestine Political Violence (Cambridge University Press, 2013), al desarrollar el subtema “¿Comparar lo incomparable? Los retos metodológicos y potenciales heurísticos de la comparación global en la investigación sobre la violencia política”.
La obra parte del análisis comparativo de los movimientos de izquierda radical en Italia y en Alemania durante la década de 1970. Y a esa base inicial le añade otras expresiones de la violencia: ideológica (el radicalismo de derecha italiano), étnica (el separatismo vasco) y religiosa (el fundamentalismo afgano). Con ese material empírico, el paso siguiente consistió, tal como lo demostró Della Porta en su disertación, en “aportar una conceptualización aplicable a las diferentes formas”. Mediante un modelo explicativo abarcador, la investigadora contempló las condiciones ambientales (el nivel macro), las dinámicas de los grupos y sus comportamientos organizativos (el nivel mediano) y las motivaciones individuales (el nivel micro).
Al llevar el tema hacia el Brasil contemporáneo, Adorno afirmó que, en la sociedad brasileña, la posesión del monopolio legítimo de la violencia del Estado nunca llegó plasmarse totalmente, pues las policías siempre fueron instrumentos de poder de las elites. Y el monopolio de la violencia no raramente se traduce en una violencia del Estado contra los ciudadanos, mucho más allá de lo que sería socialmente aceptable. “El uso de la fuerza por parte de la policía es casi un uso privado”, dijo.
También en el ámbito global, se observa actualmente una transición de lo público a lo privado: cada vez más, las funciones de la policía se les transfieren a particulares, lo que se lleva al extremo con la instauración de servicios de seguridad privados.
Basándose en datos del estudio intitulado “Los patrones urbano-demográficos de la capital paulista”, del cual es uno de sus coautores, Adorno suministró varios ejemplos acerca de cómo se modificó el patrón de violencia en el transcurso de las dos últimas décadas en el municipio de São Paulo. En dicho período, entre otras variables, se registró una ostensible disminución en la tasa de homicidios, mientras que creció el narcotráfico. “Casi el 30 % de las detenciones se vinculan en la actualidad con el narcotráfico, en operaciones de flagrancia o como resultado de pesquisas. Buena parte de la política de seguridad se concentra en la llamada guerra a las drogas”, afirmó.
Finalmente, y cuestionando la idea muy difundida de que la población demanda acciones policiales más violentas, el investigador mostró datos de encuestas serias que muestran que entre el 60 % y el 80 % de las personas entrevistadas se manifiestan en contra del uso de fuerza letal por parte la policía.
En la tercera y última conferencia del evento, Mise abordó un subtema especialmente explosivo, que es el de las milicias urbanas en Río de Janeiro. “Siempre ha existido, históricamente, una convivencia del Estado con grupos privados al servicio de hacendados y políticos o de intereses delictivos. La violencia privada es delito por ley, pero no lo es en la práctica. Y las negociaciones de la policía con esos grupos transformaron el uso de la violencia en mercadería”, dijo.
A juicio del investigador, lo que ha habido entonces es una acumulación social de la violencia. Y las milicias constituyen el fruto de ello. Constituidas por policías, expolicías, agentes del sistema penitenciario y civiles, esas organizaciones empezaron cobrando tarifas para ofrecerles “protección” a los vecinos. Y evolucionaron mediante el ejercicio de diversas actividades ilícitas en el mercado inmobiliario, en los sistemas de transporte clandestinos y asociándose a facciones de narcotraficantes. Y ahora han dado un paso más allá, al asociarse también a políticos, dueños de “corrales electorales”.
“Esos grupos territorializaron el espacio de la ciudad. Y utilizan las operaciones policiales legales en beneficio propio, para desplazar a los grupos rivales y hacerse con el control de sus respectivos territorios”, afirmó.
Puede accederse a la 3ª Conferencia FAPESP 60 Años “Sociedades Violentas" completa en el siguiente enlace: www.youtube.com/watch?v=CVNPbgNlQNQ.
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