La cuenca amazónica experimentó un aumento en la variabilidad interanual, fundamentalmente en lo que atañe al comienzo y al final del período de lluvias (foto: Léo Ramos/ FAPESP)

Investigadora evalúa los impactos de los eventos climáticos extremos en la Amazonia
25-06-2015

Las crecidas y la sequía se vuelven más severas en la región, con lo cual los pobladores de lugares remotos quedan más sujetos a la escasez de agua y de alimentos

Investigadora evalúa los impactos de los eventos climáticos extremos en la Amazonia

Las crecidas y la sequía se vuelven más severas en la región, con lo cual los pobladores de lugares remotos quedan más sujetos a la escasez de agua y de alimentos

25-06-2015

La cuenca amazónica experimentó un aumento en la variabilidad interanual, fundamentalmente en lo que atañe al comienzo y al final del período de lluvias (foto: Léo Ramos/ FAPESP)

 

Por Karina Toledo

Agência FAPESP – Las sequías y las crecidas son fenómenos naturales en la Amazonia, a los cuales las poblaciones ribereñas se encuentran muy bien adaptadas. Sin embargo, en los últimos años, estos eventos se han tornado más extremos, y dejan a los habitantes de los lugares más remotos cada vez más sujetos a la escasez de agua y de alimentos, y sin acceso al transporte y a los servicios de salud y de educación.

Estas conclusiones se desprenden de un estudio llevado a cabo por Patricia Pinho, profesora visitante del Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas de la Universidad de São Paulo (IAG-USP) y asociada a la red INCLINE de investigaciones interdisciplinarias en cambios climáticos. Los datos se presentaron durante la FAPESP Week UC Davis in Brazil, un evento que reunió en mayo pasado a 26 científicos de la Universidad de California (UC) en Davis, Estados Unidos, y de instituciones del estado de São Paulo, en Brasil.

“En los últimos años, la cuenca amazónica experimentó un aumento en la variabilidad interanual, fundamentalmente en lo que se refiere al comienzo y al final del período de lluvias. Intentamos mapear hasta qué punto las comunidades perciben esos eventos como extremos, cuáles son las respuestas adaptativas que formulan y cuáles son los límites de la adaptación”, comentó Pinho en diálogo con Agência FAPESP.

El estudio se enfocó en el municipio de Silves (en el estado de Amazonas), ubicado a 400 kilómetros de la capital estadual, Manaos, y el Bosque Nacional de Tapajós (Flona), un área de preservación ubicado en el estado de Pará.

Mediante datos de observación y entrevistas personales, Pinho evaluó de qué modo percibieron los pobladores de esas localidades las sequías extremas registradas en los años de 1997, 2005 y 2010, como así también las inundaciones severas de 2006, 2009 y 2015.

De acuerdo con la investigadora, las sequías de 1997 y 2010 se relacionan con el fenómeno conocido como El Niño, caracterizado por un calentamiento anormal de las aguas superficiales del océano Pacífico Tropical. En tanto, en 2005 se registraron anomalías de temperatura en las aguas del Atlántico Tropical Norte.

Las inundaciones se relacionaron en estudios anteriores con el fenómeno La Niña, que corresponde al enfriamiento de las aguas superficiales del océano Pacífico Ecuatorial Central y Oriental.

“El punto es éste: los dos extremos se están volviendo más frecuentes en la Amazonia. Y las proyecciones del IPCC [el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático], del Inpe [el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales] y de otros grupos apuntan un aumento de los eventos hidrológicos extremos en la región”, afirmó Pinho.

Luego de analizar datos sobre el nivel del río Amazonas, registrados en Manaos entre los años de 1900 y 2010, Pinho arribó a la conclusión de que el récord mínimo ha venido cayendo en los últimos años, así como ha aumentado el récord máximo, lo que indica un aumento de la variabilidad interanual en ese sistema fluvial.

“La economía de la cuenca amazónica –donde viven 30 millones de personas– se encuentra directamente asociada con la dinámica del ciclo hidrológico. El flujo de los ríos determina la organización de los asentamientos humanos, la posesión de la tierra, el sistema de producción y la organización social. Cualquier alteración en las provisiones del ecosistema causa una presión inmediata sobre esa población, en la cual el índice de pobreza (del 42%) es mucho mayor que el índice promedio del país (de un 29%)”, afirmó Pinho.

Los principales impactos de la sequía registrados en el estudio fueron la alta mortalidad de los peces (la principal fuente de proteínas en la región) y de las plantaciones, sumados a la escasez de agua potable. La interrupción del principal medio de transporte –el fluvial– dificultó el acceso de los habitantes a los mercados locales, lo cual agravó la inseguridad alimentaria e imposibilitó el acceso a servicios de salud y educativos.

Curiosamente, también durante las crecidas, Pinho observó escasez de agua potable y una mayor dificultad de pesca, pues los cardúmenes quedan más dispersos. Asimismo, las inundaciones destruyeron viviendas, perjudicaron las actividades extractivas, causaron la muerte de animales de cría y plantaciones y provocaron brotes de enfermedades tales como el paludismo y la diarrea.

“Los habitantes ribereños siguen el ritmo de crecida y bajante del agua de los ríos y son capaces, hasta cierto punto, de saber si el período de sequía y de creciente será severo, y si habrá necesidad de mudarse o implementar alguna otra medida de protección. Pero esos eventos evaluados en el estudio fueron más allá de sus capacidades de adaptación y, como ocurrieron muy cerca unos de otros, se les hizo aún más difícil la recuperación”, comentó Pinho.

“Si bien esas comunidades son resilientes a las grandes variaciones del nivel de los ríos, se están volviendo más vulnerables, a medida que aumenta la incertidumbre, porque los eventos climáticos se vuelven más extremos y más frecuentes”, concluyó.

Falta de apoyo

Otro problema que Pinho señala es la lentitud del poder público para ofrecer cualquier tipo de apoyo a los habitantes de las regiones estudiadas. Según la investigadora, Defensa Civil sería la encargada de la implementación de acciones preventivas, de evaluar los riesgos y de socorrer en situaciones de emergencia.

“Pero observamos la falta de personal capacitado y la demora en las acciones. No existen medidas preventivas. Las autoridades municipales deben solicitar ayuda a la esfera de la gobernación del estado, que a su vez eleva el pedido a la órbita federal y recién entonces ésta es autorizada. Urge crear mecanismos que aceleren ese proceso”, dijo Pinho.

La investigadora hace hincapié en la necesidad de contar con políticas públicas destinadas a mejorar la gobernanza y asegurar el bienestar de esas poblaciones, como así también inversiones en carreteras y medios de transporte alternativos, escuelas y perforación de pozos.

“Los brasileños están acostumbrados a asociar eventos climáticos extremos como la sequía con la región nordeste, pero ahora en la Amazonia los impactos de la sequía también son drásticos, y lo que observamos es una respuesta gubernamental muy limitada”.

Pinho también apunta la necesidad de contar con científicos que ayuden a perfeccionar los modelos climáticos, para que sean capaces prever eventos extremos y que hagan posible la creación de un sistema de alerta precoz.

“La ciencia aún está en mantillas y existe mucha incertidumbre acerca de cuál será la respuesta de la Amazonia a los cambios climáticos. Contamos con un modelo global que ahora debemos regionalizarlo, llevarlo a una escala más fina; para eso debemos aunar estos datos de observaciones con las investigaciones realizadas a nivel local”, dijo.

 

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