En un encuentro con la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica de Chile, se abordaron los trabajos en cuatro áreas: astronomía, oceanografía, agroindustria y nanotecnología (foto: ESO)

La actuación en Chile eleva el nivel de la astronomía brasileña
05-01-2017

En un encuentro con la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica de Chile, se abordaron los trabajos en cuatro áreas: astronomía, oceanografía, agroindustria y nanotecnología

La actuación en Chile eleva el nivel de la astronomía brasileña

En un encuentro con la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica de Chile, se abordaron los trabajos en cuatro áreas: astronomía, oceanografía, agroindustria y nanotecnología

05-01-2017

En un encuentro con la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica de Chile, se abordaron los trabajos en cuatro áreas: astronomía, oceanografía, agroindustria y nanotecnología (foto: ESO)

 

Por José Tadeu Arantes  |  Agência FAPESP – La FAPESP pretende estrechar las relaciones con instituciones científicas chilenas con el objetivo de ampliar los esfuerzos de investigación en áreas estratégicas. “Nuestras colaboraciones científicas siguen estando fuertemente centradas en instituciones de Estados Unidos y de Europa Occidental. Necesitamos acercarnos más a los países vecinos de América del Sur”, afirmó José Goldemberg, presidente de la FAPESP.

Las afinidades científicas entre Brasil y el Chile estuvieron sobre el tapete durante el Workshop FAPESP-Conicyt, que se realizó el día 7 de diciembre de 2016 en la sede de la Fundación (en São Paulo, Brasil). Conicyt es la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica, de Chile, y el encuentro se proyectó precisamente para estimular nuevas colaboraciones entre investigadores brasileños y chilenos en las áreas de astronomía, oceanografía, agroindustria y nanotecnología.

El evento transcurrió con presentaciones conjuntas de científicos chilenos y brasileños, que abarcaron las cuatro áreas de interés. Sabidamente, el área donde las colaboraciones se encuentran más avanzadas es la de astronomía. Y el motivo de ello es que, tal como lo explicó Luis Chavarría, director del Programa de Astronomía de la Conicyt, las condiciones geográficas han erigido a Chile como La Meca de los astrónomos contemporáneos.

“La formidable barrera constituida por la cordillera de los Andes, que bloquea la masa de aire húmedo proveniente del Atlántico, y la corriente de Humboldt, que enfría el Pacífico e inhibe la evaporación, hicieron que el cielo del norte chileno sea extremadamente seco y límpido, propicio para la observación astronómica”, declaró el director a Agência FAPESP.

Grandes consorcios astronómicos internacionales como el Gemini, cuyas operaciones comenzaron en 2004 con dos telescopios “gemelos”, uno emplazado en los Andes chilenos y otro en Hawái, y el Soar (Southern Observatory for Astrophysical Research), inaugurado en los Andes chilenos en 2005, modificaron el estándar de la astronomía mundial hecha desde el suelo, así como el telescopio espacial Hubble, puesto en órbita en 1990, había transformado la astronomía realizada en el espacio.

Y proyectos aún más ambiciosos se encuentran actualmente en construcción, tales como el GMT (Giant Magellan Telescope), con siete espejos, que juntos compondrán una área colectora de 25,4 metros de diámetro, capaz de generar imágenes hasta 10 veces más nítidas que las del Hubble; el Alma (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array), con 66 antenas de alta precisión que operarán a cinco mil metros arriba del nivel del mar en el desierto de Atacama; el E-ELT (European Extremely Large Telescope), coordinado por el European Southern Observatory (ESO), con un espejo primario compuesto de 39 metros de diámetro, y el Thirty Meter Telescope (TMT), administrado por el California Institute of Technology y por la University of California.

“Las condiciones meteorológicas permitirán que el Alma opere con cielo claro durante el 70% del año”, ejemplificó Chavarría. “Un total de 17 observatorios entrarán en operación en Chile estimativamente en 2025”, añadió.

Tal como lo demostró João Evangelista Steiner, docente titular del Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas de la Universidad de São Paulo (IAG-USP), quien compartió con Chavarría la presentación en el área de astronomía, la participación en los proyectos Gemini y Soar configuró un salto de calidad en la astronomía brasileña. “Y no sólo en la astronomía, sino también en la ingeniería que participa en el proceso de observación astronómica. Cuatro compañías brasileñas colaboraron en la construcción de la cúpula del Soar y varias otras en la producción de los instrumentos”, afirmó.

Según Steiner, Brasil percibió un derecho correspondiente al 5,5% del tiempo de uso del Gemini en 2015. Y los investigadores brasileños produjeron el 12,3% de los artículos científicos generados con base en la utilización del telescopio, lo que demuestra el alto nivel de rendimiento alcanzado. “Las publicaciones brasileñas asociadas al Gemini y al Soar crecieron un 17% anual desde 2000”, computó.

La FAPESP invertirá 40 millones de dólares en el proyecto del GMT, lo que equivale a alrededor del 4% de su costo total estimado. Según los términos del acuerdo internacional, tal aporte les asegurará a los científicos de las instituciones paulistas el 4% del tiempo de operación del megatelescopio, además de un escaño en el consejo directivo del consorcio (lea más en: http://agencia.fapesp.br/21356/).

Vida marina

Otra área para la cual Chile constituye un destino privilegiado es la oceanografía, tal como lo detalló durante el segundo segmento del workshop el biólogo Silvio Pantoja, director del Centro de Investigación Oceanográfica en el Pacifico Sur-Oriental (Copas), de la Universidad de Concepción. Con una superficie tan sólo tres veces superior a la del estado de São Paulo, comprimida entre el océano Pacífico y la cordillera de los Andes, el país posee una extensa línea costera de 6.435 kilómetros.

Se agrega a ello el fenómeno de la surgencia marina o afloramiento, provocado en esa zona por la corriente de Humboldt. La barrera de la cordillera de los Andes hace que los vientos alisios que soplan hacia el sudeste experimenten una inflexión hacia el norte. Ese régimen de vientos arrastra a las aguas superficiales de la costa chilena y peruana y permite que afloren las aguas profundas, frías y sumamente ricas en nutrientes. El resultado de ello es una extraordinaria abundancia de vida marina. Entre el 18% y el 20% de toda la pesca mundial se lleva a cabo en el gran ecosistema marino asociado a la corriente de Humboldt.

“Las posibilidades de cooperación entre oceanógrafos brasileños y chilenos comprenden la oceanografía física; la oceanografía costera, con estudios sobre contaminación y manejo; la acuicultura; la geoquímica inorgánica y orgánica; la ecología de aguas profundas; la paleo-oceanografía, con estudios de registros sedimentarios y modelado, y los estudios de organismos extremófilos [ bacterias que sobreviven y se reproducen en condiciones extremas ]”, afirmó en su presentación Michel Michaelovitch de Mahiques, exdirector y actual vicedirector del Instituto Oceanográfico de la Universidad de São Paulo (IO-USP), quien compartió con Pantoja el segmento dedicado a la oceanografía durante el workshop.

Smart Agriculture

El cobre, que ya respondió por más del 60% de la pauta exportadora de Chile, constituye todavía en la actualidad, con un 30% de la misma, el principal producto exportable del país. Pero Chile cuenta también con historial y potencial de desarrollo en el sector agroindustrial, tal como lo afirmó Ricardo Díaz Cárcamo, director ejecutivo del Centro de Estudios de Alimentos Procesados (Ceap).

Al hacer hincapié en el valor agregado de los productos agroindustriales, Díaz Cárcamo demostró que la exportación de artículos procesados (aceites vegetales, enlatados, jugos y productos congelados y deshidratados) creció rápida y consistentemente durante los primeros 14 años del presente siglo. Posteriormente, y siguiendo la retracción del mercado mundial, exhibió una declinación relativa a partir de 2014. Los principales desafíos para la sostenibilidad y la expansión de este sector comprenden el manejo y la puesta en valor de los residuos e inversiones en investigación y desarrollo.

Como ejemplo de ello, hizo mención a la industria del aceite de oliva. Sólo el 15% del resultado de su proceso industrial corresponde a dicho aceite. El otro 85% se refiere a residuos. Una situación similar se registra en la industria de jugos. La transformación de tales residuos en recursos tales como fuentes de antioxidantes, alimentos funcionales, fibras para alimentación humana o animal, etc., constituye, según Díaz Cárcamo, una importante meta económica y ambiental.

Y en este punto surgió la confluencia entre la presentación de Díaz Cárcamo y la de Silvio Crestana, expresidente de la estatal Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), actualmente destacado en Embrapa Instrumentación, quien se refirió al concepto de agricultura inteligente (Smart Agriculture). “Este concepto se refiere al uso de equipos electrónicos, sensores, máquinas e informática para proveer decisiones más precisas, eficientes y sostenibles en el manejo de la producción agrícola”, explicó Crestana.

Durante el debate posterior, el investigador argumentó que dicha noción, que comprende también la creación de sistemas que integren agricultura, ganadería y bosques, no necesariamente se refiere a las grandes propiedades agroindustriales, y puede también llegar a los medianos y pequeños productores a través de cooperativas o iniciativas públicas.

Nanotecnología

En el último segmento del workshop se abordó la nanotecnología, con presentaciones de Dora Altbir Drullinsky, directora del Centro para el Desarrollo de la Nanociencia y la Nanotecnología (Cedenna), y de Marcelo Knobel, profesor titular del Instituto de Física de la Universidad de Campinas (IF-Unicamp) y director del Laboratorio Nacional de Nanotecnología (LNNano) del Centro Nacional de Investigaciones en Energía y Materiales (CNPEM).

Se trata de un área en la cual Chile tendría mucho que ganar con el ampliamente mayor desarrollo que Brasil ha alcanzado. De alguna manera, esta colaboración ya se encuentra en marcha, incluso con la participación del propio Knobel en iniciativas del Cedenna.

Knobel destacó el apoyo que la FAPESP le brinda al sector en São Paulo, con un total de 6.274 ayudas y becas concedidas. La nanociencia y la nanotecnología están contempladas en cinco de los 17 Centros de Investigación, Innovación y Difusión (CEPIDs) que la FAPESP mantiene: el Centro de Investigación en Óptica y Fotónica, el Centro de Desarrollo de Materiales Funcionales, el Centro de Investigación en Alimentos, el Centro de Ingeniería y Ciencias Computacionales y el Centro de Enseñanza, Investigación e Innovación en Vidrios.

Aparte de los disertantes y de otros investigadores, el workshop contó con la participación de Jaime Gazmuri, embajador del Chile en Brasil; del agregado científico de Chile en Brasil, Cesar Gatica; del coordinador del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, Claudio Rojas; del director ejecutivo de la Conicyt, Christian Nicolai, y de la ejecutiva de proyectos de la Conicyt, Andrea Cibotti. Por el lado de la FAPESP, participaron el director presidente del Consejo Técnico Administrativo, Carlos Américo Pacheco; su director científico, Carlos Henrique de Brito Cruz; la asesora especial de la Dirección Científica, Marilda Solon Teixeira Bottesi, y la gerente del área de colaboraciones en investigación científica, Glenda Mezarobba.

En la conferencia de clausura del workshop, Mezarobba recordó que 103 chilenos recibieron becas de la FAPESP para estudiar en São Paulo durante los últimos 10 años. La Fundación mantiene actualmente acuerdos de cooperación con la Universidad de Chile (UCH), con la Universidad de la Frontera y con la Universidad de Magallanes (UMAG). Este intercambio se incrementará fuertemente con la firma de un acuerdo de cooperación con la propia Conicyt, que se concretará en breve.

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