Resultados de un proyecto con participación de científicos brasileños y británicos muestran que el sistema agrícola en consorcio mejora la calidad del suelo, la productividad ganadera y los indicadores medioambientales (estancia Campina; foto: André Julião/ Agência FAPESP)
Resultados de un proyecto con participación de científicos brasileños y británicos muestran que el sistema agrícola en consorcio mejora la calidad del suelo, la productividad ganadera y los indicadores medioambientales
Resultados de un proyecto con participación de científicos brasileños y británicos muestran que el sistema agrícola en consorcio mejora la calidad del suelo, la productividad ganadera y los indicadores medioambientales
Resultados de un proyecto con participación de científicos brasileños y británicos muestran que el sistema agrícola en consorcio mejora la calidad del suelo, la productividad ganadera y los indicadores medioambientales (estancia Campina; foto: André Julião/ Agência FAPESP)
Por André Julião | Agência FAPESP – La hacienda Campina, una propiedad rural situada en la localidad de Caiuá (en el estado de São Paulo, Brasil), perteneciente al grupo Carlos Viacaba –uno de los mayores productores de ganado nelore mocho de Brasil–, implementa un sistema que integra la cría del hato bovino con el cultivo de granos.
Especializado en la producción de matrices, animales altamente seleccionados y comercializados para dar origen a otros hatos, el grupo viene achicando la ocupación de sus propiedades con ganado e incrementando la participación de los granos.
Si bien la ocupación de la propiedad con ganado ha venido cayendo del 97% al 50% desde 2012 –la otra mitad actualmente se cultiva con maíz, sorgo, guandú o frijol de palo y fundamentalmente soja–, la rentabilidad con el ganado ha aumentado.
Según los productores, el consorcio entre animales, pasturas y granos enriqueció el suelo de tal modo que el ganado pasó a expresar mejor su genética. Asimismo, las vacas pasaron a volverse fértiles con tan sólo 14 meses de edad (cuando el promedio brasileño es de 24 meses) y a generar más terneros en el transcurso de sus vidas.
La estancia Campina es un ejemplo de cómo el sistema de Integración Cultivo-Ganadería (ICG) aumenta la disponibilidad de nitrógeno y de otros nutrientes en el suelo, con mejoras para la ganadería y para el medio ambiente, pues ayuda a mitigar las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero hacia la atmósfera.
“El ganado expresa mucho mejor actualmente su genética debido a la calidad de las pasturas. En los últimos años, aumentó de peso en promedio 500 gramos por día, mientras que con el sistema anterior aumentaba 100 gramos por día”, dijo Juliano Roberto da Silva, zootecnista del grupo empresarial.
Da Silva presentó estos resultados durante un evento realizado entre los días 26 y 29 de marzo en la localidad de Presidente Prudente (estado de São Paulo), en el marco del proyecto NUCLEUS (Nitrogen Use effiCiency via an integrated SoiL-plant systEms approach for the Uk & BraSil). Esta iniciativa es financiada mediante un acuerdo entre el Biotechnology and Biological Sciences Research Council (BBSRC) y el Newton Fund, ambos del Reino Unido, con la FAPESP y el Consejo Nacional de Fundaciones de Apoyo a la Investigación Científica de los Estados (Confap) de Brasil. Este proyecto también cuenta con el apoyo de la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de Goiás (Fapeg) y de la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica y al Desarrollo Científico y Tecnológico del Estado de Maranhão (Fapema). En ese encuentro estuvieron presentes investigadores y estudiantes del Reino Unido, São Paulo, Goiás y Maranhão.
“En la integración cultivo-ganadería, que puede incluir también bosques, el productor puede incluso no obtener retorno en todas las actividades practicadas, pero las mejoras en la fertilidad y en la física del suelo son tan grandes que los beneficios en uno de esos factores compensan una eventual pérdida en los restantes”, declaró Juliano Calonego, docente de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidade Estadual Paulista (FCA-Unesp), con sede en la localidad de Botucatu, a Agência FAPESP.
En este sistema de consorcio, un área permanece en promedio dos años con pasturas y otros dos años con cultivos. En el caso de la hacienda Campina, el crecimiento de la rentabilidad no provino de los ingresos con la venda de granos. Da Silva explicó que, tan sólo para pagar los costos de la producción de la soja, debe cosechar en promedio 50 sacas por hectárea, pero raramente logra llegar a esa productividad.
“Esta pérdida se compensa con creces con la mejora de la calidad que del suelo, con pasturas mucho más nutritivas para el ganado, lo que dota de mayor rentabilidad al negocio”, dijo.
En la hacienda experimental de la Universidad del Oeste Paulista (Unoeste), una de las instituciones que toman parte en el NUCLEUS, se crían cuatro animales por hectárea en el predio donde se concretó la integración de ganado con cultivos. La ocupación promedio de pasturas en Brasil es de menos de un animal por hectárea.
“Con el agregado de nitrógeno en el suelo, duplicamos esa cifra”, dijo Paulo Gomes da Silva, docente de la Unoeste, durante una visita de los participantes en el evento a la estancia experimental.
Como la producción de granos en Brasil está llegando a su pico, los expertos apuntan hacia las pasturas degradadas como la próxima frontera agrícola. Al implementar la integración entre cultivos y ganadería en esas áreas, se proyecta un aumento de la producción de granos en el país, al tiempo que se recuperan las áreas de pasturas.
El conocimiento de los suelos
El enfoque del proyecto NUCLEUS consiste en lograr eficiencia en el uso de nitrógeno en sistemas de producción agrícola. Los investigadores han demostrado que la mejor forma de aumentarla es mediante el cultivo de gramíneas forrajeras y granos en el mismo terreno, ya sea en rotación o en consorcio.
“Al mantener el suelo cubierto usando gramíneas con raíces profundas evitamos que el nitrógeno pase por lixiviación hacia la napa freática y la contamine, o que se pierda al subir a la atmósfera”, dijo Ciro Rosolem, docente de la FCA-Unesp y coordinador del NUCLEUS en Brasil.
En la integración de cultivos con ganadería, otra ventaja consiste en que la cobertura vegetal, al absorber CO2, compensa en parte las emisiones de metano (CH4) del ganado, pues mantiene el carbono (C) en el sistema.
Aparte del conocimiento de las dinámicas de los distintos tipos de suelo en el estado de São Paulo, en Goiás, en Maranhão y en diversas regiones del Reino Unido, esta colaboración genera conocimiento sobre el suelo de manera más global, con resultados científicos que pueden aplicarse en otros lugares más allá de los que se han estudiado.
“Resulta sumamente difícil plantar en suelos compactados, pues éstos ofrecen resistencia y no dejan que las raíces penetren. Esto se aplica a la mayor parte de los suelos del mundo. Por este motivo, de lograr identificar plantas mejores para los suelos compactados, por ejemplo, ese conocimiento podrá aplicarse globalmente”, dijo Sacha Mooney, docente de la Universidad de Nottinghan y coordinador del proyecto en el Reino Unido.
Además del intercambio de experiencias, dadas las condiciones totalmente distintas de los suelos británicos y brasileños, este proyecto propició intercambios de estudiantes y científicos, además del uso de nuevos equipamientos y técnicas.
Camila Grassmann, doctoranda de la FCA-Unesp, comentó su experiencia de cuatro meses en la Universidad de Nottingham. En uno de los experimentos, la investigadora empleo aparatos de tomografía mediante rayos X en el suelo, equipos que no existen en Brasil, como parte de su trabajo doctoral.
Grassmann estudia de qué manera interactúan diferentes tipos de gramíneas con el cultivo de maíz, con el objetivo de entender cuál de éstas hace un uso más eficiente del nitrógeno en la plantación en consorcio. El procesamiento de las imágenes aún no se ha concretado, pero resultados preliminares indican que no existe tanta diferencia entre las especies forrajeras con respecto al propósito estudiado.
“La utilización de los laboratorios y los aparatos de ellos fue sumamente importante para llevar adelante los experimentos y para mi propia investigación en general, a lo que se suma la convivencia con otros investigadores”, dijo Grassmann.
El final de un ciclo
Tomaron parte en este proyecto, que culmina este año, más de 40 científicos y 12 instituciones, con 12 artículos científicos publicados hasta ahora y más de 20 en preparación, aparte del intercambio de más de una decena de estudiantes de posgrado e investigadores séniores.
“Son muchos resultados interesantes que están saliendo de este campo en términos de optimización de estrategias de cultivo en consorcio, especialmente en lo atinente a las mejores gramíneas forrajeras”, dijo Mooney.
El investigador comentó también que el grupo aprendió mucho acerca de la influencia de la estructura del suelo sobre la arquitectura de las raíces, sobre cómo esto se desarrolla en los diversos sistemas y de qué forma puede mejorar mediante el uso de plantas y la aplicación de caliza.
“Y también demostramos que es un gran promesa el empleo de drones para verificar la salud de las plantas, sumado al potencial de los sensores in situ para medir el nitrato en el suelo. Esperamos seguir adelante con esta colaboración. Los frutos de la misma están empezando a aparecer ahora”, dijo Mooney.
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