Investigadores de universidades brasileñas y estadounidenses realizan un mapeo inédito de los impactos de cada tipo de utilización de la tierra sobre la calidad del liquido elemento en los cursos de agua del país. Este estudio muestra de qué manera la falta de planificación puede tener efectos futuros sobre la disponibilidad de un recurso natural que se está volviendo escaso (espuma tóxica en el río Tietê cerca de la localidad de Salto, Brasil/Eurico Zimbres, Wikimedia Commons)
Investigadores de universidades brasileñas y estadounidenses realizan un mapeo inédito de los impactos de cada tipo de utilización de la tierra sobre la calidad del liquido elemento en los cursos de agua del país. Este estudio muestra de qué manera la falta de planificación puede tener efectos futuros sobre la disponibilidad de un recurso natural que se está volviendo escaso
Investigadores de universidades brasileñas y estadounidenses realizan un mapeo inédito de los impactos de cada tipo de utilización de la tierra sobre la calidad del liquido elemento en los cursos de agua del país. Este estudio muestra de qué manera la falta de planificación puede tener efectos futuros sobre la disponibilidad de un recurso natural que se está volviendo escaso
Investigadores de universidades brasileñas y estadounidenses realizan un mapeo inédito de los impactos de cada tipo de utilización de la tierra sobre la calidad del liquido elemento en los cursos de agua del país. Este estudio muestra de qué manera la falta de planificación puede tener efectos futuros sobre la disponibilidad de un recurso natural que se está volviendo escaso (espuma tóxica en el río Tietê cerca de la localidad de Salto, Brasil/Eurico Zimbres, Wikimedia Commons)
Por Chloé Pinheiro | Agência FAPESP – Brasil alberga el mayor volumen de agua dulce del mundo, pero esa reserva está volviéndose más escasa debido a factores tales como los cambios climáticos, el aumento del consumo y el tratamiento inadecuado. Y hay más: las aguas de los ríos brasileños están perdiendo en calidad debido a la falta de una planificación referente al uso de los suelos.
La agricultura y la urbanización son los tipos de actividades que más preocupan, pero no son los únicos. La minería, pese a ocupar poco territorio, posee un alto potencial de deterioro de la calidad de los cursos de agua, según apuntan los autores de una investigación brasileña publicada en el Journal of Environmental Management.
Esta revisión estuvo encabezada por Kaline de Mello, bióloga del Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo (IB-USP). Contó con el apoyo de la FAPESP y con la participación de investigadores de la Universidad Federal del ABC (UFABC), la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar), la Universidad de Massachusetts y la Universidad del Estado de Oregón, las dos últimas de Estados Unidos.
Este trabajo es el primero que traza un panorama nacional acerca de cómo afecta cada tipo de uso del suelo a los recursos hídricos brasileños. “La mayoría de los estudios muestran proyecciones sobre los impactos de las alteraciones en el uso del suelo sobre la cantidad de agua disponible, pero no así con respecto a su calidad, por eso no sabemos cómo será la calidad de la agua en el país dentro de 30 años”, comenta Ricardo Hideo Taniwaki, de la UFABC, uno de los autores.
Por este motivo, esta investigación constituye un punto de partida para vislumbrar el futuro del agua en el país en diversos escenarios optimistas y pesimistas.
Un mapeo extenso
El análisis se dividió en diversas etapas. En la primera, los autores obtuvieron información sobre la cobertura y el uso de la tierra basándose en la plataforma Mapbiomas. En ese momento, fue posible observar la preservación de la vegetación nativa y la extensión de actividades con posible impacto sobre la calidad del agua: agricultura, pasturas, silvicultura, minería y urbanización.
“Luego separamos los estudios de evaluación en campo de los efectos de la actividad en cuestión sobre los ríos cercanos a la misma en los distintos biomas brasileños”, comenta De Mello. Entre los parámetros aplicados para medir la calidad del agua se encuentran la presencia de coliformes fecales, sedimentos, nitrógenos, fósforo, metales pesados y otros contaminantes.
En una segunda fase, aparte de la actividad en sí misma, el grupo mostró que la degradación varía según la escala que se aplique para evaluarla, y que esto debe tenerse en cuenta en la planificación de acciones de preservación.
A escala espacial, puede medirse el efecto de cada tipo de actividad a la orilla del río, exactamente en el punto de extracción del agua, en la franja de bosques en galería (también conocido como bosque de ribera o soto) o en toda la cuenca hidrográfica. “De este grupo, el análisis de la cuenca hidrográfica parece reflejar mejor la calidad del agua en general”, puntualiza Taniwaki.
En tanto la escala temporal muestra la variación de acuerdo con datos de temperatura, estaciones del año y períodos de lluvias. “Esto es sumamente importante en el escenario de cambios climáticos que vivimos, con pronósticos de lluvias más intensas y sequías más prolongadas y, si la actividad agrícola no se lleva a cabo con buenas prácticas, el potencial de contaminación de los ríos y riachos es mayor”, prosigue Taniwaki.
Por último, el grupo debate escenarios posibles proyectados con modelos matemáticos que pueden prever la calidad futura del agua. “Separamos modelos ya disponibles en Brasil que pueden utilizarse para simular el impacto de medidas positivas y negativas, como así también los datos que serían necesarios a tal fin”, comenta Mello.
El impacto según el tipo de suelo
Actualmente, el 28,8% del territorio brasileño está ocupado por pasturas y agricultura, actividades concentradas fundamentalmente en el Cerrado (la sabana brasileña, con un 42% del total) y en el Bosque Atlántico (el 62%). “En las áreas de pasturas, el suelo es compactado por los animales, lo que afecta a la absorción de agua en el suelo, aumentando su escurrimiento superficial y haciendo que una mayor cantidad de agua y contaminantes llegue a los cuerpos de agua cuando llueve”, destaca De Mello.
La agricultura también afecta a la dinámica de escurrimiento, aparte de ser responsable de un gran flujo contaminantes tales como nitrógeno, fósforo y otras sustancias químicas hacia los ríos y riachos. “Cabe recordar que Brasil es uno de los mayores consumidores de fertilizantes y productos agrotóxicos del mundo, lo cual genera un gran impacto sobre las aguas superficiales y subterráneas”, prosigue la investigadora.
En las áreas urbanas existen dos problemas principales. “En primer lugar, la impermeabilización casi total del suelo a causa del asfalto. Y así es como todo queda allí, incluso los metales pesados, y se escurre hacia los ríos cuando llueve; y no contamos con demasiados programas de tratamiento de aguas pluviales”, señala Taniwaki.
Pese a ocupar tan solo el 0,6% del suelo del país, las ciudades son las grandes responsables de la degradación de las aguas debido a las aguas residuales no tratadas que llevan hacia los ríos coliformes fecales, materia orgánica y otros contaminantes. Para hacerse una idea: alrededor del 48% de la población no cuenta con desagües cloacales conectados a la red de alcantarillado en sus viviendas. Y solamente el 10% de las 100 mayores ciudades brasileñas trata más del 80% de las aguas residuales captadas.
El patrón de “poco espacio, muchos estragos” se repite en el caso de la minería, una actividad que sabidamente arroja a los cursos de agua metales pesados tóxicos para los humanos y la fauna y la flora local. Las recientes tragedias en las represas de Brumadinho y Mariana, en el estado de Minas Gerais, pusieron en evidencia esos impactos.
Tras la rotura del embalse de Mariana, más de 650 kilómetros del río Doce, uno de los más importantes de Brasil, quedaron contaminados y afectaron a más de un millón de personas. En tanto, los análisis del agua del río Paraopeba, uno de los afectados por el colapso de Brumadinho, muestran valores de plomo y mercurio 21 veces por encima de lo aceptable tras el accidente.
“Y aún tenemos más de 40 represas sujetas a riesgo de sufrir accidentes de este tipo”, advierte Taniwaki.
Los biomas más amenazados
De Mello destaca que, en general, la pérdida de bosques nativos es lo que más amenaza a los recursos hídricos en los biomas brasileños. Y esto abarca la situación de los ríos y otros cursos de agua de la zona del Bosque Atlántico, donde se concentra el 65% de la población brasileña.
Tan solo el 26% de la vegetación nativa se encuentra en estado de preservación en el Bosque Atlántico. No por casualidad, solamente el 6,5% de los principales ríos de la región cuenta con agua de buena calidad, de acuerdo con los análisis.
Otros dos biomas que preocupan son la Amazonia y el Cerrado. La Amazonia, pese a que aún conserva buena parte de su vegetación autóctona, atraviesa un momento delicado. “En el año 2019, enfrentó su mayor pérdida forestal en 10 años, según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales [Inpe]”, destaca De Mello.
La deforestación en la zona aumentó un 108% en enero de 2020 en comparación con el mismo mes de 2019. En el Cerrado, queda solamente un 19% de la vegetación originaria. “Faltan estudios sobre la calidad del agua en esas dos regiones, que son precisamente las que más sufren a causa de la expansión de las fronteras agrícolas”, afirma De Mello.
El futuro del agua en Brasil
Con modelos matemáticos ya disponibles en la literatura, gestores e investigadores pueden proyectar el futuro de la calidad del agua en sus regiones y detectar qué tipo de intervención es más eficaz en su situación específica. Una de las herramientas que los autores destacan, la evaluación con múltiples criterios, se vale de la participación social estatal y privada para priorizar áreas que se restaurarán en un escenario de escasez de recursos económicos.
Con todo, para que este análisis se lleve a cabo de manera más asertiva, es necesario mejorar la calidad de los datos disponibles que es escasa, a juicio de los investigadores. “Se hace difícil efectuar proyecciones con la información referente a la calidad del agua y del uso del suelo que tenemos ahora, que por otro lado es fundamental para diseñar políticas públicas”, comenta Taniwaki.
“Hasta ahora, las estimaciones que tenemos apuntan una severa degradación de la calidad del agua en caso de que el desmonte no disminuya y no mejore el saneamiento básico durante los próximos años”, vaticina De Mello. Las consecuencias negativas a largo plazo incluyen más gastos para tratar el agua contaminada antes de su utilización o para transportarla hasta las áreas más alejadas, un costo que se le traslada a la población vía factura de agua, y cambios drásticos en los otros servicios ambientales que brindan los ríos y riachos.
“Por otro lado, las simulaciones de la restauración de las Áreas de Preservación Permanente [bosques en galería] realizadas en cumplimiento del Código Forestal Brasileño muestran una mejora de la calidad del agua debido a la disminución de sedimentos, de nitrógeno y de fósforo”, dice Kaline.
De allí la necesidad de actuar en pro del cumplimiento de las legislaciones ambientales y de una expansión agrícola y urbana planificada. “Los estudios que analizamos muestran a su vez los efectos negativos del aflojamiento de las leyes y de la disminución de la inversión en investigaciones”, culmina Taniwaki.
El artículo intitulado Multiscale land use impacts on water quality: Assessment, planning, and future perspectives in Brazil, de Kaline de Mello, Ricardo Hideo Taniwaki. Felipe Rossetti de Paula, Roberta Averna Valente, Timothy O.Randhir, Diego Rodrigues Macedo, Cecília Gontijo Leal, Carolina Bozetti Rodrigues y Robert M.Hughesh, se encuentra disponible en: www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0301479720308094?dgcid=coauthor.
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