En un estudio realizado en la Universidad de São Paulo, en Brasil, se comparó el intercambio de miradas de los animales con sus responsables –con el objetivo de obtener alimentos u objetos– entre los canes que viven con sus tutores dentro del hogar, los que habitan en la parte exterior de las residencias y los que se encuentran en refugios (foto: archivo de los investigadores)
En un estudio realizado en la Universidad de São Paulo, en Brasil, se comparó el intercambio de miradas de los animales con sus responsables –con el objetivo de obtener alimentos u objetos– entre los canes que viven con sus tutores dentro del hogar, los que habitan en la parte exterior de las residencias y los que se encuentran en refugios
En un estudio realizado en la Universidad de São Paulo, en Brasil, se comparó el intercambio de miradas de los animales con sus responsables –con el objetivo de obtener alimentos u objetos– entre los canes que viven con sus tutores dentro del hogar, los que habitan en la parte exterior de las residencias y los que se encuentran en refugios
En un estudio realizado en la Universidad de São Paulo, en Brasil, se comparó el intercambio de miradas de los animales con sus responsables –con el objetivo de obtener alimentos u objetos– entre los canes que viven con sus tutores dentro del hogar, los que habitan en la parte exterior de las residencias y los que se encuentran en refugios (foto: archivo de los investigadores)
Por Maria Fernanda Ziegler | Agência FAPESP – Es una escena trivial. El perrito quiere comerse el pan que está sobre la mesa. ¿Y qué hace entonces? Mira hacia la comida, lo mira a su tutor y ojea nuevamente el pan. Hasta que, mediante ese “diálogo” con el humano, obtiene lo que quiere.
Este tipo de comunicación entre perros y seres humanos basada en el intercambio de miradas es muy común. Y un estudio realizado en la Universidad de São Paulo (USP), en Brasil, demostró que las distintas experiencias de la vida pueden alterar la manera en que los animales dirigen su mirada hacia los humanos, y su comunicación.
Esta investigación, publicada en la revista Behavioural Processes, demostró que las mascotas intercambiaron muchas más miradas para llegar hasta objetos inalcanzables. En la comparación entre 60 canes de razas y edades variadas, el 95,7 % de los que vivían dentro del hogar aplicaron la alternancia de la mirada al menos una vez, mientras que los perros que viven fuera de casa se comunicaron con menor intensidad (un 80 %). En tanto, los canes de refugio, que mantienen escaso contacto con humanos, interactuaron aún menos (58,8 %).
Este estudio contó con el apoyo de la FAPESP en el marco de un proyecto sobre el abordaje etológico de la comunicación social entre diversas especies, la humana entre ellas.
“Los resultados apuntan una fuerte influencia de la experiencia de vida sobre el desarrollo y el uso de conductas de comunicación entre los perros. El grupo que pasa más tiempo cerca de personas se mostró más dispuesto a comunicarse como una estrategia para alcanzar un objetivo deseado”, afirma Juliana Wallner Werneck Mendes, quien realizó este experimento en el Laboratorio Canino del Departamento de Psicología de la USP durante su maestría.
Se trata del primer estudio en que se evalúa la diferencia entre perros que conviven diariamente con humanos dentro de casa y animales que habitan únicamente en las áreas exteriores de las residencias, con una interacción menos intensa con sus tutores.
“Otro aspecto importante que se observó es el que indica que todos los grupos se comunican. Hace algunos años se llegó a creer que los perros de refugio no lograrían comunicarse con los seres humanos. A decir verdad, si lo hacen, pero en menor medida. Esto demuestra que las distintas experiencias de toda una vida redundarán en comportamientos diferentes”, dice Wallner Werneck Mendes.
La investigadora remarca que la baja interacción de los perros de refugio no debe interpretarse como una señal de incapacidad de estos animales. “Todo lo contrario. Incluso pese a su escasa exposición con seres humanos, son capaces de comunicarse. Otros estudios ya han demostrado que esos perros aprenden a valerse del intercambio de miradas muy rápidamente cuando se concreta la interacción con humanos”, dice.
Esto se debe a que estos animales poseen la capacidad de aprender. “Los perros de refugios se encuentran muy bien adaptados a su situación, pues en el transcurso de su desarrollo no necesitaron valerse de esas habilidades”, afirma Briseida de Resende, docente de la USP y codirectora de la tesina de Wallner Werneck Mendes junto a la profesora Carine Savalli Redigolo.
De Resende explica que con los resultados de este estudio es posible dejar de lado una antigua dicotomía del área de la etología –la ciencia que estudia la conducta de los animales– relacionada con el comportamiento heredado y el comportamiento aprendido.
“Los perros poseen el aspecto heredado [evolutivo] y el aspecto de domesticación en ese sentido de la ascendencia. Con todo, esto nunca puede descontextualizárselo del ambiente en que se desarrollaron. En realidad, existe una influencia de todos los contextos de desarrollo: desde el micro [la historia de vida] hasta el macro [la historia evolutiva de la especie]. Y existe un debate histórico sobre comportamiento innato y aprendido dentro de los estudios con canes desde su origen, pero actualmente estamos avanzando hacia una comprensión que indica que esa separación carece de sentido”, afirma De Resende.
Puede leerse el artículo intitulado Effect of different experiences with humans in dogs’ visual communication (doi: 10.1016/j.beproc.2021.104487), de Juliana Wallner Werneck Mendes, Briseida de Resende y Carine Savalli Redigolo, en el siguiente enlace: www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0376635721001716#!.
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