En el marco de un estudio realizado por científicos brasileños, 258 regiones quedaron clasificadas como sujetas a una “vulnerabilidad media” y 17 como “altamente susceptibles”. La Amazonia, el Bosque Atlántico y el Cerrado concentran las zonas de mayor riesgo (foto: Ministerio de Medio Ambiente de Brasil)
En el marco de un estudio realizado por científicos brasileños, 258 regiones quedaron clasificadas como sujetas a una “vulnerabilidad media” y 17 como “altamente susceptibles”. La Amazonia, el Bosque Atlántico y el Cerrado concentran las zonas de mayor riesgo
En el marco de un estudio realizado por científicos brasileños, 258 regiones quedaron clasificadas como sujetas a una “vulnerabilidad media” y 17 como “altamente susceptibles”. La Amazonia, el Bosque Atlántico y el Cerrado concentran las zonas de mayor riesgo
En el marco de un estudio realizado por científicos brasileños, 258 regiones quedaron clasificadas como sujetas a una “vulnerabilidad media” y 17 como “altamente susceptibles”. La Amazonia, el Bosque Atlántico y el Cerrado concentran las zonas de mayor riesgo (foto: Ministerio de Medio Ambiente de Brasil)
Por Chloé Pinheiro | Agência FAPESP – Brasil es el país que posee la mayor concentración de ecosistemas tropicales en áreas protegidas, pero una parte considerable de dichas reservas puede estar en situación vulnerable a los efectos de los cambios climáticos en curso en el planeta. Esto es lo que indica un estudio que contó con el apoyo de la FAPESP y que salió publicado en el periódico científico Conservation Biology.
Dicho estudio estuvo coordinado por David Montenegro Lapola, del Centro de Investigaciones Meteorológicas y Climáticas Aplicadas a la Agricultura (Cepagri) de la Universidad de Campinas (Unicamp, en el estado de São Paulo, Brasil), y en él se evaluaron 993 áreas protegidas de todo el territorio brasileño. Este trabajo comenzó durante la iniciación a la investigación científica de Fernanda Sueko Ogawa, becaria de la FAPESP.
Se tuvieron en cuenta todas las áreas de más de 50 kilómetros cuadrados (km²), incluidos parques nacionales, estaciones ecológicas, reservas de desarrollo sostenible y tierras de pueblos originarios demarcadas por la Fundación Nacional Indígena (Funai).
El equipo de investigadores estimó la resiliencia de estas unidades y comparó los resultados con el cambio climático proyectado en ellas, con base en indicadores suministrados por instituciones gubernamentales y recabados en el marco de estudios anteriores. De las 993 regiones evaluadas, 258 quedaron clasificadas como de “vulnerabilidad media” y 17 como “altamente susceptibles” a las alteraciones climáticas.
La metodología de la investigación
Las proyecciones de cambio climático que se aplicaron provienen del Regional Climate Change Index (RCCI), un índice desarrollado en 2012 en el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe, en portugués), ligado al gobierno federal brasileño. En tanto, el probable impacto de las alteraciones y la capacidad de adaptación local se cotejaron con datos de integridad de la vegetación autóctona en cada área y sus alrededores, con el nivel de aislamiento y con el tamaño de dichas áreas.
También se tuvieron en cuenta cálculos del riesgo ambiental supeditado al clima, realizados en el marco de otros trabajos. “En la Amazonia, por ejemplo, existe la hipótesis de que los cambios climáticos extremos transformarían su vegetación en Cerrado [la sabana brasileña]. En tanto, la Pampa [la llanura que cubre Uruguay y regiones de Brasil y de Argentina] puede convertirse en bosque”, dijo Montenegro Lapola.
Con estos datos en manos, el grupo creó un eje con el cual se compararon los niveles de los cambios previstos para esos territorios y la resiliencia adaptativa. “Esta clasificación constituye la novedad de esta investigación, que nos permite además sugerir estrategias más adecuadas para cada lugar”, explicó Montenegro Lapola.
Las 17 áreas clasificadas como de alto riesgo de impacto ambiental y de baja resiliencia cubren 20.611 km² y se encuentran divididas entre el Bosque Atlántico (7), el Cerrado (6) y la Amazonia (4). En tanto, las 258 que exhiben resiliencia y riesgo moderados quedaron encuadradas en una categoría de vulnerabilidad media.
En total son más de 750.000 km² de áreas de vegetación autóctona que pueden quedar en riesgo durante las próximas décadas.
Los impactos
Las áreas protegidas son importantes para mitigar los efectos de los cambios climáticos. “Estas constituyen una gran reserva de carbono y mantienen el funcionamiento del ecosistema, al preservar polinizadores, recursos hídricos y servicios vinculados con nuestras necesidades básicas y con la seguridad alimentaria”, dijo el biólogo Carlos Joly, coordinador del Programa FAPESP de Investigaciones en Caracterización, Conservación, Restauración y Uso Sostenible de la Biodiversidad (BIOTA-FAPESP) y coautor del estudio.
Por otra parte, las alteraciones en la temperatura y en las precipitaciones pronosticadas para los próximos años pueden afectar a esas áreas, tal como quedó demostrado en esta investigación brasileña, la primera en la que se efectúa un análisis con enfoque en las unidades de conservación.
“Los trabajos muestran que los cambios climáticos pueden tener efectos sobre la distribución de especies arbóreas y sobre la supervivencia de ciertas especies de animales”, comentó Joly.
Además de la biodiversidad, cabe destacar que muchas de esas áreas constituyen el lugar de vida de poblaciones tradicionales indígenas, mestizas costeras [caiçaras, en portugués] y ribereñas, y de productores agrícolas. De las reservas catalogadas en el estudio como altamente o medianamente vulnerables, más del 80% corresponden a tierras indígenas. “Este es un punto especial de atención, pues hay poquísimos debates en marcha concernientes al manejo y a la adaptación de esas poblaciones frente a los cambios del clima, de modo tal que estas y sus modos de vida sigan existiendo”, dijo Montenegro Lapola.
Las estrategias de adaptación
En el trabajo se proponen también cuatro estrategias de adaptación basadas en la vulnerabilidad de cada área, también con base en investigaciones anteriores. Para las de menor riesgo, se haría necesaria una escasa intervención o quizá ninguna; pero es importante encargarse del mantenimiento, de manera tal que sirvan como una especie de “reserva” y ayuden en la restauración de sus alrededores y de áreas protegidas aledañas.
En la franja mediana, el monitoreo y las acciones de preservación deben orientar las medidas. En tanto, en las zonas más vulnerables, se sugiere que las intervenciones sean más incisivas, tales como el desplazamiento de especies, la reforestación de la vegetación original y acciones de manejo de las poblaciones tradicionales, decisiones que han de tomarse en los casos más extremos de riesgo de la biodiversidad.
Un punto que Montenegro Lapola y Joly consideran fundamental para proteger los biomas brasileños es el incremento de la conectividad entre las reservas. “Lo ideal es contar con corredores de áreas protegidas, donde un núcleo se conecta con otro. Esto ofrece una protección mayor y expande el hábitat de las especies”, dijo Montenegro Lapola.
“Por ejemplo, un sapo que vive entre 20 °C y 25 °C y se mueve rápido, querrá mudarse en caso de que sienta que la temperatura está aumentando, pero no hallará otro ambiente boscoso cercano hacia donde ir si el área protegida que abarca su hábitat es pequeña y se encuentra poco conectada”, explicó.
En el estudio, la falta de conectividad se midió según el aislamiento de cada área, un análisis de la vegetación nativa en un radio de 10 km. La deforestación constituye uno de los factores que terminan por apartar a una región de vegetación autóctona con respecto a otra. “Tan es así que, en la Amazonia, las áreas más vulnerables son aquellas que ya padecen el desmonte”, dijo Montenegro Lapola.
Los próximos pasos en el marco del estudio sobre las transformaciones de las áreas protegidas en Brasil comprenderán la realización de análisis más específicos que contemplen los contextos regionales que influyen sobre la vulnerabilidad y la planificación de acciones de conservación.
Con todo, los autores hacen hincapié en que resulta más urgente dar respuestas a las demandas que acechan a las áreas preservadas actualmente: las discusiones sobre la posesión de tierras, las ocupaciones ilegales, el desmonte, el riesgo de incendios y el déficit de personal comprometido y de recursos destinados al mantenimiento de esas regiones.
“Aún queda mucho por estudiarse, pero este trabajo llama la atención acerca de la necesidad de incluir a los cambios climáticos en la planificación gubernamental enfocada en esas áreas”, afirmó Joly. “Por encima de todo, es necesario incrementar la concientización referente a la importancia de las áreas protegidas en un futuro de clima incierto.”
El artículo intitulado A climate-change vulnerability and adaptation assessment for Brazil’s protected areas, de David M. Montenegro Lapola, José Maria C. da Silva, Diego R. Braga, Larissa Carpigiani, Fernanda Ogawa, Roger R. Torres, Jean P. H. B. Ometto y Carlos A. Joly, se encuentra disponible en el siguiente enlace: onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/cobi.13405.
The Agency FAPESP licenses news via Creative Commons (CC-BY-NC-ND) so that they can be republished free of charge and in a simple way by other digital or printed vehicles. Agência FAPESP must be credited as the source of the content being republished and the name of the reporter (if any) must be attributed. Using the HMTL button below allows compliance with these rules, detailed in Digital Republishing Policy FAPESP.