Las mujeres tienen una mayor expectativa de vida y se ven más afectadas por el síndrome de fragilidad que los hombres (foto: Sabine van Erp/Pixabay)
Científicos brasileños y británicos analizaron datos de 1.747 personas mayores bajo seguimiento durante 12 años y mapearon las diferentes trayectorias que pueden llevar a desenlaces negativos. Los resultados de este estudio podrán servir de base para la formulación de políticas públicas
Científicos brasileños y británicos analizaron datos de 1.747 personas mayores bajo seguimiento durante 12 años y mapearon las diferentes trayectorias que pueden llevar a desenlaces negativos. Los resultados de este estudio podrán servir de base para la formulación de políticas públicas
Las mujeres tienen una mayor expectativa de vida y se ven más afectadas por el síndrome de fragilidad que los hombres (foto: Sabine van Erp/Pixabay)
Por Maria Fernanda Ziegler | Agência FAPESP – Las personas ancianas que padecen el denominado síndrome de fragilidad deben priorizarse en la atención primaria de la salud por su susceptibilidad a afrontar caídas, hospitalizaciones, incapacidad y muerte precoz. Esta condición se caracteriza por la presencia de tres o más de los siguientes factores: pérdida de peso involuntaria, fatiga, debilidad muscular, disminución de la velocidad al caminar y escasa actividad física.
Un estudio dado a conocer por investigadores de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar), en Brasil, y de la University College London (UCL), en el Reino Unido, mostró que los factores que aumentan el riesgo de padecer fragilidad en la vejez son diferentes entre varones y mujeres.
De acuerdo con los resultados publicados en la revista Archives of Gerontology and Geriatrics, existe un mayor riesgo de desarrollar el síndrome de fragilidad entre varones con osteoporosis, bajo peso, enfermedades cardíacas y con mala percepción de la audición. En tanto, entre las mujeres, este riesgo está asociado a una alta concentración sanguínea de fibrinógeno (un marcador de enfermedades cardiovasculares), diabetes y accidentes cerebrovasculares (ACV).
Las referidas conclusiones se basan en el análisis de datos de 1.747 personas de la tercera edad que integran el English Longitudinal Study of Ageing (Estudio Elsa), una investigación poblacional realizada en el Reino Unido. Esos individuos se sometieron a evaluaciones cada cuatro años entre 2004 y 2016. Para la concreción de este trabajo, los investigadores seleccionaron a personas de 60 años o más que inicialmente no padecían el síndrome de fragilidad ni tampoco prefragilidad, que es cuando se detectan uno o dos de los factores antes mencionados.
“El síndrome de fragilidad hace las veces de luz amarilla con relación a desenlaces negativos entre personas ancianas. Se había llegado a estimar que transcurría por una vía única, pero nuestro estudio refuerza la idea de que distintos trayectos pueden llevar a la fragilidad entre personas ancianas. La identificación de las diferencias en este proceso entre varones y mujeres es importante para la formulación de políticas públicas. Esto puede tener reflejos en la atención básica de salud y resultar en planes de acción e intervención en personas ancianas más enfocados en el género”, explica Tiago da Silva Alexandre, docente del Departamento de Gerontología de la UFSCar y autor del estudio, que fue financiado por la FAPESP.
Da Silva Alexandre explica que el síndrome de fragilidad posee un fenotipo (o conjunto de signos y síntomas fácilmente identificables) creado para detectar previamente a las personas que se encuentran en mayor riesgo de sufrir una caída, hospitalizaciones, incapacidad y muerte precoz.
“Lo que hicimos en este estudio fue retrotraernos algunos pasos antes de que este proceso comience e identificar qué características pueden traer aparejada la fragilidad en el transcurso de la vida de esas personas ancianas. Sucede que sabemos que, cuando se piensa en el envejecimiento y en la calidad de vida en el envejecimiento, se vuelve sumamente importante saber cuáles son los principales factores de riesgo para anticiparse a los problemas, pues de este modo podemos orientar las políticas públicas hacia varones y mujeres”, dice.
Este trabajo es fruto de la tesis doctoral de Dayane Capra de Oliveira, elaborada bajo la dirección de Da Silva Alexandre. Capra de Oliveira explica que, si bien fragilidad es una herramienta que se basa en cuestiones biológicas del individuo, la diferencia que se halló entre los factores de riesgo que llevan a varones y mujeres a desarrollar este síndrome se apoya en los distintos roles sociales y en el acceso a los diversos recursos en el transcurso de esas vidas.
“Lo interesante de este estudio también reside en percatarse de estas cuestiones multifactoriales relacionadas con la fragilidad. Mientras que los factores socioeconómicos, los trastornos musculoesqueléticos, las enfermedades cardíacas y el bajo peso parecen sostener el proceso de fragilidad en los varones, en las mujeres el mismo parece anclarse en los trastornos cardiovasculares y neuroendócrinos”, dice Capra de Oliveira.
Cabe destacar que el síndrome de fragilidad es más común entre las mujeres que entre los hombres, incluso porque la expectativa de vida de las mujeres es mayor. “Es un tema complejo, que se apoya en las diferencias de expectativa de vida entre ambos géneros y en los tipos de enfermedades más prevalentes entre varones y mujeres. Básicamente, las mujeres se ven más afectadas por enfermedades crónicas que no matan, pero que generan incapacidad. Por eso, como consecuencia de esta realidad, ellas viven más tiempo y pueden desarrollar más el síndrome de fragilidad que los hombres”, explica Da Silva Alexandre.
Las similitudes y las diferencias
Los investigadores explican que, pese a que varones y mujeres exhiben algunos factores de riesgo similares con relación a la fragilidad –tales como la edad avanzada, la baja escolaridad, el sedentarismo y los síntomas depresivos, por ejemplo–, las diferencias en la composición corporal y en la ubicación de los depósitos de grasas entre ambos sexos en el transcurso de la vida y en la vejez pueden desencadenar la aparición de componentes de fragilidad en forma directa o indirecta, mediando alteraciones metabólicas que culminan en el surgimiento de enfermedades que elevan el riesgo de padecer fragilidad.
“Por supuesto que nuestro estudio es un análisis que tiene en cuenta la realidad de género de personas que en la actualidad tienen más de 60 años y que viven en Inglaterra. No sabemos cómo sucedería ello en las futuras generaciones. Pero el hecho es que, entre la gente de esa generación que estudiamos, los varones estaban más expuestos a diversas cuestiones laborales consideradas como factores de riesgo de padecer enfermedades. Su alimentación era menos sana, no consultaban a los médicos tanto como las mujeres [por ende había menos diagnósticos precoces], consumían más alcohol y se exponían más a la acción de agentes nocivos, lo que incrementa el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares como el infarto”, explica Da Silva Alexandre.
En tanto, las mujeres de esa misma generación, según sostiene el investigador, se ven más afectadas por las enfermedades crónicas, que matan menos, pero que incapacitan. “Por ende, esta realidad distinta entre los géneros surge como telón de fondo en el transcurso de toda una vida y culmina en un proceso de envejecimiento y de causas de muerte, incapacidad y fragilidad disímiles entre varones y mujeres”, añade.
Puede leerse el estudio intitulado Does the incidence of frailty differ between men and women over time? en el siguiente enlace: www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0167494322002679?via%3Dihub.
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