La importancia de las abejas en la producción de alimentos y la amenaza de extinción producto del cambio climático fueron los temas del encuentro del BIOTA-FAPESP Educación (foto: Tom Wenseleers)
La importancia de las abejas en la producción de alimentos y la amenaza de extinción producto del cambio climático fueron los temas del encuentro del BIOTA-FAPESP Educación
La importancia de las abejas en la producción de alimentos y la amenaza de extinción producto del cambio climático fueron los temas del encuentro del BIOTA-FAPESP Educación
La importancia de las abejas en la producción de alimentos y la amenaza de extinción producto del cambio climático fueron los temas del encuentro del BIOTA-FAPESP Educación (foto: Tom Wenseleers)
Por Karina Toledo
Agência FAPESP – La humanidad ha explotado las colonias de abejas productoras de miel desde la prehistoria, pero solamente en los últimos años se ha dado cuenta de que la importancia de estos insectos en su alimentación se extiende mucho más allá de la fabricación de ese poderoso edulcorante natural.
“A decir verdad, la miel es un pequeño subproducto si se lo compara con el valor del trabajo que realizan las abejas con la polinización, que corresponde casi al 10% del valor de la producción agrícola mundial”, destacó la profesora de la Universidad de São Paulo (USP) Vera Lúcia Imperatriz Fonseca, durante una conferencia dictada en el marco del segundo encuentro del Ciclo de Conferencias 2014 del Programa BIOTA-FAPESP Educación, el pasado día 20 de marzo en São Paulo.
Los científicos estiman que en el año 2007, por ejemplo, el valor global de la miel exportada habría sido de 1.500 millones de dólares. En tanto, el valor de los servicios ecosistémicos de polinización en todo el mundo se estimó en 212 mil millones de dólares. Estos datos se recabaron durante diversos estudios y se encuentran reunidos en el libro Polinizadores no Brasil: contribuição e perspectivas para a biodiversidade, uso sustentável, conservação e serviços ambientais [Los polinizadores en Brasil: contribución y perspectivas para la biodiversidad, el uso sostenible, la conservación y los servicios ambientales], uno de los ganadores del premio Jabuti en 2013.
Esa obra es fruto del Proyecto Temático FAPESP intitulado Biodiversidad y uso sostenible de polinizadores, con énfasis en abejas Meliponini, coordinado por Fonseca en el marco del Programa de Investigaciones en Caracterización, Conservación, Recuperación y Uso Sostenible de la Biodiversidad de São Paulo (BIOTA).
Las verduras y las frutas encabezan las categorías de alimentos que requieren de la labor de los insectos para la polinización (cada una de las producciones tiene un valor estimado en 50 mil millones de euros). Les siguen los cultivos oleaginosos, los estimulantes (café y té), las almendras y las especias. Según los estudios, el valor promedio de los cultivos que no dependen de la polinización a cargo de insectos es de 151 mil millones de euros anuales, en tanto que el de los que dependen de la polinización es de 761 mil millones de euros.
“Alrededor del 75% de la alimentación humana depende directa o indirectamente de plantas polinizadas o que se benefician con la polinización animal. De éstas, el 35% depende exclusivamente de los polinizadores. En los restantes casos, insectos tales como las abejas ayudan a elevar la productividad y la calidad de los frutos”, afirmó Fonseca, en la actualidad profesora visitante de la Universidad Federal Rural del Semiárido (Ufersa), en Rio Grande do Norte.
Investigaciones recientes, según comentó Fonseca, mostraron que incluso cultivos tales como la colza (polinizada por el viento) y la soja (considerada autofértil) producen entre un 20% y un 40% más por hectárea cuando cuentan con el apoyo de colonias de abejas de la especie Apis mellifera o cuando la plantación se encuentra junto a áreas con remanentes de vegetación nativa.
“Cuando se emplean abejas angelitas para la polinización de fresas en ambientes protegidos, por ejemplo, disminuye un 70% la cantidad de frutos malformados en algunas variedades. Otro cultivo que se beneficia con la polinización en ambientes protegidos es el tomatero, que necesita a las abejas que vibran en las flores, como las del género Melipona. En general las abejas generan un aumento de la producción de semillas, actúan en la calidad del hábitat, aportan a una mayor sostenibilidad de los sistemas agrícolas y benefician ampliamente al medio ambiente, al favorecer otros servicios ecosistémicos que permiten la preservación de la biodiversidad y de los recursos hídricos”, dijo Fonseca.
Los cambios climáticos
Si bien la demanda de los servicios de polinización de las abejas crece en la misma medida que crece la producción agrícola mundial, los hábitats favorables al mantenimiento de estos insectos disminuyen año a año. Tal descompás ha traído aparejado un fenómeno reciente al que los científicos denominaron trastorno del colapso de colonias (CCD, por sus siglas en inglés).
De acuerdo con Fonseca, el síndrome de la desaparición de las abejas se detectó por primera vez en 2007 en el Hemisferio Norte. En la actualidad, en dicha región, la pérdida registrada ha sido del 30% anual de las colonias y se ha hecho necesario importar abejas desde otros lugares para fomentar la polinización agrícola. Europa padece este fenómeno, que empezó a detectarse en Brasil en 2011.
“El alquiler de una colonia de abejas para hacer la polinización asciende a 200 dólares en Estados Unidos, pues los productores saben que la rentabilidad que genera el servicio que éstas prestan será mucho mayor. Y no hay abejas suficientes. Es una tendencia mundial, pues plantamos cada vez más especies que dependen de las abejas para su producción”, comentó Fonseca.
Entre los factores señalados como causas de la desaparición de las abejas se encuentran el uso inadecuado de herbicidas y pesticidas, el desmonte seguido por la ocupación del suelo con extensos monocultivos y la migración de colonias para promover la polinización agrícola.
“El pesticida, cuando no mata a las abejas de entrada, las debilita, y esto desencadena una disminución del tiempo de la actividad forrajera (de búsqueda de alimento). Por otra parte, las abejas deben recorrer distancias cada vez mayores en busca de comida cuando se concreta la sustitución de la vegetación nativa por monocultivos, debido a la menor diversidad de flores. La migración de colonias, a su vez, puede aumentar la competencia por el alimento entre las especies y favorecer la propagación de enfermedades”, explicó Fonseca.
Este panorama, de por sí nada alentador, tiende a deteriorarse con la llegada de un nuevo problema: los cambios climáticos globales. Sucede que los polinizadores, al igual que las plantas que los mantienen, tienen un radio de distribución geográfica que recibe el influjo de la temperatura y de las lluvias.
“Los pronósticos del IPCC â??el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidasâ?? para el nordeste brasileño, por ejemplo, apuntan hacia un aumento de 4 °C en la temperatura durante los próximos 50 años. Esto tendrá un fuerte impacto sobre el área cubierta por las abejas. Hemos realizado trabajos de modelado de la distribución de especies y estudios con la metodología de análisis polínico del alimento que ellas recolectan para saber qué plantas visitan. Estas herramientas permiten efectuar un análisis de la utilización de los recursos florales y, mediante el empleo del herbario de la flora de Brasil, modelamos las principales fuentes de alimento. Al cruzar los datos es posible identificar las áreas naturales más importantes para su reconstrucción y preservación, y planificar un programa de mitigación. Todo esto para que dentro de 40 ó 50 años las abejas tengan algún lugar donde vivir”, comentó Fonseca.
La dieta de las abejas
También con el objetivo de preservar las áreas naturales importantes para la atracción y el mantenimiento de abejas empleadas en la producción agrícola, la investigadora Cláudia Inês da Silva, de la Universidad Federal de Ceará (UFC), se ha dedicado a estudiar los hábitos alimentarios de los abejorros carpinteros o cigarrones (del género Xylocopa) y de otras abejas importantes para la polinización de la pasionaria, cuyo fruto es el maracuyá. Algunos de los resultados de sus estudios formaron parte de su conferencia durante el segundo encuentro del Ciclo de Conferencias 2014 del programa BIOTA.
“Elegimos la pasionaria porque esta planta fructífera tiene una gran importancia económica en Brasil, país que responde por más del 60% de la producción mundial. El maracuyá se cultiva tradicionalmente en propiedades familiares y se registran grandes fluctuaciones en la producción debido fundamentalmente a los costos con el manejo y los insumos. Y la polinización influye directamente sobre esos costos de producción”, dijo Da Silva.
Según la investigadora, existe un gran desconocimiento entre los productores rurales acerca de los insectos que visitan las flores de la pasionaria, sobre la biología de las plantas y sobre su sistema reproductivo, que depende totalmente de la polinización a cargo de las abejas.
“En el caso de la pasionaria, no todas las abejas son beneficiosas. Algunas, tal como es el caso de la Apis mellifera, son muy pequeñas y apenas si logran extraer néctar y polen, y no facilitan por ello la polinización. Hay que entender las necesidades de cada cultivo y preservar a los polinizadores más adecuados”, dijo Silva.
Un estudio llevado a cabo en el Departamento de Economía Rural de la Universidad Federal de Viçosa (Minas Gerais) estimó que, en un campo de 2,3 hectáreas de cultivos de pasionaria, los servicios que prestan los abejorros carpinteros Xylocopa reducen los costos de producción alrededor 33 mil reales por hectárea cada tres años.
Con todo, pese a su importancia, a menudo los productores eliminan a estos cigarrones porque los consideran agresivos, comentó Silva. “Temen que se coman las flores, que destruyan el cultivos y arruinen los cercados, pues en ellos suelen construir sus nidos. Sencillamente porque creen que son cascarudos”, afirmó.
Durante su doctorado en la Universidad Federal de Uberlândia (UFU), bajo la dirección de Paulo Eugênio de Oliveira, Da Silva identificó 112 especies de plantas empleadas en la alimentación de los cigarrones. Algunas de las más importantes son tomadas como malezas por los productores (las especies de los géneros Senna y Solanum) y a menudo se las quita del entorno.
“Con base en este estudio elaboramos una propuesta de enriquecimiento y restauración de la flora que fuese importante para la atracción y el mantenimiento de esas abejas. A partir del estudio de la dieta, diseñamos el escenario actual y futuro, a los efectos de identificar áreas potenciales para el cultivo do maracuyá”, comentó Silva.
Estas informaciones ayudarán en la elaboración del libro Manejo dos Polinizadores e Polinização de Maracujá [El manejo de los polinizadores y la polinización de la pasionaria], que saldrá publicado en poco tiempo más con el apoyo del Ministerio de Medio Ambiente.
Los protocolos que Da Silva desarrolló para la evaluación de las áreas del entorno de los cultivos (composición florística, distribución espacio-temporal de los recursos florales empleados por las abejas, evaluación de la dieta de las abejas adultas y de las larvas por medio de la morfología de los granos de polen que aparecen en los excrementos y otros métodos) durante su doctorado están empleándose en estudios de diversas cultivos, tales como la fresa, el anacardo, el café, el cacao y la acerola.
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