Ésa es la conclusión que surge de un informe de evaluación sobre la implementación de sistemas de energía renovable en el mundo elaborado por científicos de Brasil y de otros 24 países a pedido de un organismo vinculado a la Unesco (foto: Eduardo César)

Son necesarias políticas públicas para que la bioenergía avance en escala global
20-11-2014

Ésa es la conclusión que surge de un informe de evaluación sobre la implementación de sistemas de energía renovable elaborado por científicos de Brasil y de otros 24 países

Son necesarias políticas públicas para que la bioenergía avance en escala global

Ésa es la conclusión que surge de un informe de evaluación sobre la implementación de sistemas de energía renovable elaborado por científicos de Brasil y de otros 24 países

20-11-2014

Ésa es la conclusión que surge de un informe de evaluación sobre la implementación de sistemas de energía renovable en el mundo elaborado por científicos de Brasil y de otros 24 países a pedido de un organismo vinculado a la Unesco (foto: Eduardo César)

 

Por Elton Alisson, desde Campos do Jordão (São Paulo)

Agência FAPESP – La bioenergía puede contribuir para aumentar la seguridad energética y, de producírsela de manera correcta, puede también mitigar los impactos de los cambios climáticos globales y compensar los problemas ambientales asociados al desmonte y a la degradación forestal.

Con todo, para aportar tales beneficios, son necesarias políticas públicas que abarquen toda la cadena de producción de energías renovables, lo que comprende el uso de la tierra, tecnologías de conversión y cuestiones sociales, ambientales, económicas y de gobernanza relacionadas con este tema.

Estas conclusiones se desprenden de la síntesis de un informe de evaluación sobre la implementación de sistemas de bioenergía en el mundo que se encuentra en proceso de elaboración a cargo de científicos brasileños ligados a los programas FAPESP de Investigaciones en Bionergía (BIOEN), de Investigaciones sobre Cambios Climáticos Globales (PFPMCG) y de Investigaciones en Caracterización, Conservación, Restauración y Uso Sostenible de la Biodiversidad (BIOTA) en colaboración con expertos de 24 países, bajo la égida del Comité Científico sobre Problemas del Medio Ambiente (Scope), un organismo intergubernamental asociado a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

La síntesis del informe, denominado Proceso de Evaluación Rápida (Rapid Assessment Proces, en inglés) sobre biocombustibles y sostenibilidad, se dio a conocer el pasado 20 de octubre durante la apertura del 2nd Brazilian BioEnergy Science and Technology Conference (BBEST), que se realizó en la localidad de Campos do Jordão, en el interior de São Paulo (Brasil).

El documento final se difundirá durante los días 14 y 15 de abril de 2015, en el marco de un seminario que se realizará en la FAPESP y que incluirá también la presentación de un resumen que hará las veces de guía de políticas públicas.

“La síntesis del informe es el resultado de los debates que mantuvieron a finales de 2013 en la sede de la Unesco, en París, 50 expertos del área de bioenergía de 13 países, durante un taller de planificación del proceso de evaluación rápida en bioenergía y sostenibilidad”, declaró Glaucia Mendes Souza, profesora del Instituto de Química de la Universidad de São Paulo (USP) y miembro de la coordinación del programa BIOEN, a Agência FAPESP.

“Las conclusiones de las discusiones de esos especialistas sobre temas tales como seguridad energética, alimentaria, ambiental y climática, aparte de desarrollo sostenible e innovación, servirán de base para la elaboración del informe final, que tendrá 21 capítulos y 700 páginas, y quedará disponible gratuitamente en formato de e-book”, afirmó Mendes Souza, quien coordina la redacción del documento.

Una de las principales conclusiones señala que –con la disminución de las reservas de petróleo, el aumento de los precios de los combustibles fósiles y la necesidad urgente de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI)– la bioenergía despunta como una alternativa prometedora con miras a incrementar la seguridad energética en el futuro, y podrá erigirse en una de las mayores fuentes de la matriz energética de muchos países en las próximas décadas.

Sin embargo, para alcanzar este objetivo, los autores de la evaluación recomiendan expandir la comprensión acerca de los impactos de políticas, reglamentaciones y sistemas de certificación para la definición de métodos de gobernanza que aseguren la sostenibilidad y la igualdad en la distribución de los beneficios que aporta la bioenergía, además de un cuidadoso análisis de la inversión económica necesaria para la implementación de sistemas de producción de energía renovable.

“Existen políticas públicas locales y globales que impactan sobre el financiamiento, sobre el mercado y sobre la exportación e importación de biocombustibles, y que compiten con una industria muy barata, que es la del petróleo”, dijo Mendes Souza.

“Es necesario que la cadena de producción de bioenergía cuente con subsidios y con el apoyo de políticas públicas para lograr aumentar la escala de producción y tornarla más competitiva”, evaluó.

Los autores del documento estiman que el peso de la bioenergía sobre la seguridad energética tiende a crecer en razón del avance de las tecnologías de conversión de biocombustibles a partir de la biomasa y de materiales celulósicos. Este factor aumentará significativamente la base de recursos globales destinados a la generación de energía sostenible.

Ciertas iniciativas mundiales, tales como la Sustainable Energy for All (SE4ALL, creada en 2011 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), indican que, en 2030, entre el 40% y el 60% de la energía renovable producida en el mundo provendrá de la biomasa. Y que al menos un 10% del abastecimiento de energía primaria mundial saldrá de la bioenergía.

Sin embargo, para alcanzar esta meta, es necesario todavía hallarles respuestas a cuestiones tales como el financiamiento de ese esfuerzo, cuáles serían las materias primas utilizadas y cuáles son las opciones tecnológicas para los biocombustibles, la energía eléctrica y la producción de calor en las distintas regiones del mundo, entre otras preguntas sobre las cuales hacen hincapié los autores de la evaluación.

“Estamos observando que no existe una solución única adecuada a todos los países o a todas las regiones del mundo”, dijo Mendes Souza. “Los casos de producción de bioenergía que analizamos muestran que, pese a ciertas semejanzas, existen diferentes impactos ambientales, sociales y económicos correspondientes a distintos biocombustibles, que están determinados por condiciones locales.”

Según los investigadores, la producción de bioenergía en el mundo todavía es demasiado local. En la actualidad, algunos de los ejemplos son el etanol de caña de azúcar en Brasil y en Tailandia, la bioelectricidad en Mauricio y también en Brasil, el biogás en Estados Unidos, en Alemania y en el Reino Unido y el biodiésel de piñón manso en Malaui y en Mozambique, en África.

Con todo, la perspectiva indica que la bioenergía se convertirá en un negocio global durante las próximas décadas. “Existe la posibilidad de que los países productores se conviertan en exportadores de energía renovable y de que la bionergía altere la geopolítica mundial, de la misma manera que el petróleo creó una división entre los países que lo poseen y los que necesitan comprar ese recurso energético”, dijo Mendes Souza.

La reducción de las emisiones

Otra ventaja con la que cuenta la bioenergía que cobra relieve en el informe es su aporte a la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero, tales como el dióxido de carbono.

En la actualidad, alrededor del 87% de la energía consumida en el mundo proviene de combustibles fósiles como la gasolina.

Si bien la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) prevé que esa participación se reducirá al 75%, el consumo total de combustibles fósiles seguirá aumentando y arrojará otras 6 gigatoneladas (Gt) de esos gases a la atmósfera en 2035.

Estudios mencionados en el informe indicaron que cuando se emplea etanol de caña de azúcar en reemplazo de combustibles fósiles para el transporte, el biocombustible puede contribuir al logro de reducción de entre el 80% y el 100% de las emisiones netas de GEI, según apuntan los autores de la evaluación.

Pero los científicos hacen la salvedad de que el aumento de la producción de bioenergía debe venir aparejado de estudios y análisis de todas las implicaciones asociadas y de los impactos ambientales, para no causar el efecto contrario al que se desea.

“En ciertas ocasiones, el tipo de manejo del suelo para la producción de caña de azúcar puede derivar incluso en un aumento de las emisiones de GEI”, dijo Reynaldo Victoria, docente de la USP y miembro de la coordinación del Programa FAPESP de Investigaciones sobre Cambios Climáticos Globales.

“Si para plantar caña de azúcar se depositan toneladas de nitrógeno en el suelo, eso puede derivar en un aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, de óxido nitroso, por ejemplo. Por eso se debe tener mucho cuidado con las tecnologías utilizadas”, evaluó el investigador, que es uno de los editores del informe.

La producción de bioenergía a partir de biomasa también puede contribuir en algunos casos para la recuperación y el aumento de recursos ambientales destinados a la fauna de suelos degradados.

“En algunas circunstancias, cuando las pasturas degradadas se reemplazan por el cultivo de caña de azúcar o de eucalipto, por ejemplo, esto puede permitir la recuperación del suelo e incluso un incremento de los recursos destinados a la fauna del área”, dijo Luciano Verdade, docente de la USP y miembro de la coordinación del Programa BIOTA-FAPESP, también editor del informe.

“Pero existen también impactos que pueden resultar negativos, pues la intensificación de la agricultura redunda en un aumento del uso de agroquímicos que, en general, resultan a su vez en la contaminación del agua y de la biota, por ejemplo”, ponderó.

Algunas de las formas de intentar minimizar esos impactos negativos, según el investigador, consisten en priorizar el empleo de técnicas de cultivo amigables para el medio ambiente e implementar programas de monitoreo ambiental y de biodiversidad de largo plazo.

“Los programas de monitoreo ambiental y de biodiversidad permiten detectar lo antes posible impactos negativos en una área degradada que no son tan evidentes”, analizó.

Más información sobre el BBEST en: www.bbest.org.br.

 

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