La planta Bioflex 1, construida en São Miguel dos Campos (estado de brasileño de Alagoas) por la empresa Granbio, es uno de los 250 proyectos que aparecen en la publicación (foto: Granbio)

Un anuario mapea iniciativas de producción de biocombustibles y química renovable
08-01-2015

Las tecnologías utilizadas por las empresas Granbio y Oxiteno pueden hallarse entre la información correspondiente a 250 proyectos

Un anuario mapea iniciativas de producción de biocombustibles y química renovable

Las tecnologías utilizadas por las empresas Granbio y Oxiteno pueden hallarse entre la información correspondiente a 250 proyectos

08-01-2015

La planta Bioflex 1, construida en São Miguel dos Campos (estado de brasileño de Alagoas) por la empresa Granbio, es uno de los 250 proyectos que aparecen en la publicación (foto: Granbio)

 

Por Claudia Izique

Agência FAPESP – En septiembre de 2014, la empresa brasileña de biotecnología Granbio puso en marcha la primera fábrica brasileña de producción comercial de etanol celulósico, el etanol de segunda generación, obtenido en este caso a partir de la biomasa de la caña de azúcar. La planta Bioflex 1, instalada en São Miguel dos Campos (estado de Alagoas), tiene una capacidad inicial de producción de 82 millones de litros del biocombustible anuales.

Con inversiones que ascienden a los 190 millones de dólares, la empresa emplea tecnología de pretratamiento de la italiana BetaRenewables, enzimas de la danesa Novozymes y levaduras de la holandesa DSM para “romper” la estructura molecular de la biomasa –el bagazo o paja de la caña– y llegar al azúcar que produce el etanol a través de la fermentación.

La información tecnológica sobre el emprendimiento de Granbio se encuentra entre la de 250 proyectos de desarrollo de biocombustibles avanzados producidos a partir de materias primas renovables que figura en el libro intitulado World Directory of Advanced Renewable Fuels and Chemicals, editado por Elabora Consultoria (lea más en portugués, en: http://agencia.fapesp.br/20083).

Esta publicación contó con el apoyo de instituciones públicas y de empresas. Se trata de un anuario que mapea iniciativas de producción de biocombustibles y química renovable implementadas en seis países: Estados Unidos, Brasil, Alemania, Holanda, Canadá y el Reino Unido.

El objetivo es brindarles a los científicos y a la industria un panorama amplio de las principales iniciativas concernientes a rutas tecnológicas innovadoras tales como la bioquímica y la termoquímica, entre otras. “El anuario constituye una herramienta de trabajo”, resumió João Furtado, director de Elabora y presidente de la Asociación Brasileña de Biotecnología Industrial (ABBI).

“Es abarcador en todos los aspectos en los cuales la información está desencontrada, pues, para la investigación, la información resulta fundamental”, dijo Glaucia Mendes Souza, docente del Instituto de Química (IQ) de la Universidad de São Paulo (USP) e integrante de la coordinación del Programa FAPESP de Investigaciones en Bioenergía (BIOEN).

El compendio, presentado durante el 2nd Brazilian BioEnergy Science and Technology Conference (BBEST), en octubre, se debatió en la sede de la Fundación el día 3 de diciembre, en el marco de un encuentro que reunió a científicos y representantes de empresas del sector y en el cual se analizaron las perspectivas de la biotecnología en Brasil.

“Podemos aspirar a ser líderes mundiales”, dijo Alan Hiltner, vicepresidente de Granbio. Según el directivo, la empresa “produce en escala comercial el combustible más limpio del mundo en intensidad de carbono, de acuerdo con el Air Resource Board (ARB) de California”. Ese cálculo contempla las emisiones de CO2 desde la recolección de la materia prima hasta el transporte y la distribución del biocombustible.

“El azúcar es el nuevo petróleo”

En efecto, existen “fuerzas a favor” de los combustibles y las químicas verdes, tal como la creciente preocupación con la sostenibilidad ambiental, según se pone de relieve en el anuario. Sin embargo, los autores ponderan que muchas de las nuevas tecnologías aún se encuentran en estadio inicial de desarrollo, lo que dificulta el acceso a inversiones y torna crítico el rol de los incentivos y el fomento.

Incluso para una empresa como Granbio, que invirtió recursos propios en el desarrollo de tecnología y en la construcción de una unidad de producción, existen cuellos de botella tales como la falta de un ambiente regulatorio confiable, por ejemplo, como lo señaló el vicepresidente de la empresa.

Hiltner hizo referencia a la “enorme dificultad” que la demora en el registro de patentes en Brasil le impuso a Granbio para la firma de contratos con socios internacionales. “La implementación de fast-track para el análisis de patentes en tres años constituiría una demostración estratégica de compromiso”, subrayó el directivo.

Hiltner apuntó también riesgos tecnológicos que comprenden desde los límites biológicos de los microorganismos encargados de la degradación del material orgánico â??que pueden echar a perder decisiones precoces de inversión– hasta el precio relativo de la materia prima con relación al del petróleo. Eso sin mencionar la dificultad de la empresa para hallar biomasa disponible –en este caso, el bagazo de la caña de azúcar–, pues suele utilizársela para alimentar calderas, por ejemplo.

“Necesitábamos 800 mil toneladas anuales de bagazo para convertirlas en energía. Y no las encontramos. Aprendimos entonces a convertir la paja”, explicó Hiltner. Granbio desarrolló un sistema de recolección, almacenamiento y procesado de 400 mil toneladas anuales de paja para la planta Bioflex 1. De este modo, parte de esa biomasa, que se dejaba en el campo o se la quemaba, ahora se la levanta, se la enfarda y se la almacena para su transformación en etanol y en otros productos renovables en escala comercial.

Otro obstáculo en la producción de etanol celulósico a base de caña de azúcar ha sido la escasa cantidad de celulosa presente en las variedades actuales de cañamiel, desarrolladas para producir más azúcar como producto final en las centrales.

“Rescatamos algunas variedades ancestrales, realizamos cruzamientos y logramos desarrollar una variedad de lo que se puede denominar como caña energía”, dijo. Se trata de una caña más robusta, con mayor tenor de fibra y mayor potencial productivo, ideal para la fabricación de biocombustibles y sustancias bioquímicas de segunda generación.

“Las nuevas tecnologías liberaron el potencial de la biomasa. El azúcar es el nuevo petróleo”, concluyó el vicepresidente, en referencia a la glucosa contenida en el bagazo y en la paja de la caña y que, cuando se la fermenta, puede producir biocombustible.

Un abordaje integrado

Otro caso mencionado en el libro es el de empresa química Oxiteno, fabricante de tensioactivos y productos químicos especializados, que ya utiliza un 20% de materia prima renovable. “Y un 35% de los productos que vendemos contiene renovables, tanto los tensioactivos como los solventes y oleoquímicos”, afirmó André Luís Conde da Silva, director de Investigación y Desarrollo de Agroquímica.

“Y la sostenibilidad no se refiere únicamente a la energía renovable. Trabajamos con productos biodegradables, menos contaminantes y que mejoran las condiciones de salud y bienestar de la gente, pues minimizan los efectos de su utilización por parte de la población”, añadió.

La empresa trabaja con un “abordaje integrado” de química verde, lo cual incluye la cooperación, la asociación y las inversiones en investigación, entre otros factores. “La concreción de un proyecto de química verde es más complicado, ya que la competitividad comprende costos y mercado. El desafío abarca desde la biomasa disponible hasta la termodinámica biológica necesaria para extraer una cantidad razonable de producto”, destacó el director de I&D de la empresa.

Por esas y otras dificultades, algunos de los proyectos listados en el anuario no lograron superar el llamado “valle de la muerte”, en una expresión que describe un determinado período de maduración del negocio que se extiende desde la identificación de una tecnología prometedora hasta el momento en que la empresa puede o no obtener recursos para su desarrollo. La próxima edición del anuario, prevista para 2017, incluirá seguramente nuevas iniciativas, de acuerdo con los organizadores.

“De entrada las tecnologías son monstruos prometedores, pero deformes. Cuanto más rápidamente se los difunde, más rápido los players detectan alternativas, más rápidamente la incertidumbre da lugar al conocimiento y también se marcha más rápido por la curva de aprendizaje”, dijo Furtado.

 

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