Las llamadas grasslands se encuentran amenazadas en todo el planeta, según advierte un grupo internacional de investigadores en la revista Nature Reviews Earth & Environment. La solución comprende la restauración y la búsqueda de alternativas de explotación económica sostenibles (fragmento de Cerrado, la sabana tropical brasileña, en la zona conocida como Chapada Guimarães; foto: Wikimedia Commons)
Las llamadas grasslands se encuentran amenazadas en todo el planeta, según advierte un grupo internacional de investigadores en la revista Nature Reviews Earth & Environment. La solución comprende la restauración y la búsqueda de alternativas de explotación económica sostenibles
Las llamadas grasslands se encuentran amenazadas en todo el planeta, según advierte un grupo internacional de investigadores en la revista Nature Reviews Earth & Environment. La solución comprende la restauración y la búsqueda de alternativas de explotación económica sostenibles
Las llamadas grasslands se encuentran amenazadas en todo el planeta, según advierte un grupo internacional de investigadores en la revista Nature Reviews Earth & Environment. La solución comprende la restauración y la búsqueda de alternativas de explotación económica sostenibles (fragmento de Cerrado, la sabana tropical brasileña, en la zona conocida como Chapada Guimarães; foto: Wikimedia Commons)
Por José Tadeu Arantes | Agência FAPESP – Científicos de diversos países trabajaron durante cinco años para elaborar un vasto cuadro de la actual situación de las denominadas grasslands, vocablo que en inglés designa a los biomas formados por pastizales y sabanas, casi todos seriamente amenazados por la degradación ambiental. Los estudios locales se complementaron con dos workshops presenciales y mediante un intenso intercambio de correos electrónicos entre los investigadores participanes.
El resultado de ello fue el artículo intitulado Combatting global grassland degradation, publicado en la revista Nature Reviews Earth & Environment y que lleva la firma de estudiosos del Reino Unido, Francia, Alemania, Suiza, China, la India y Brasil.
“Las grasslands se encuentran amenazadas en todo el planeta, pero los procesos de degradación difieren de región a región. El mayor problema reside en la conversión de esos biomas en áreas cultivables. Un ejemplo de ello es el Cerrado en Brasil [un bioma de sabana], en el cual la vegetación originaria, sumamente rica en biodiversidad, está siendo suprimida para dar lugar a grandes plantaciones de soja, caña de azúcar, eucalipto, etc.”, le dice a Agência FAPESP la científica brasileña Giselda Durigan, quien tomó parte en la iniciativa.
Durigan integra el equipo del Instituto de Investigaciones Ambientales del Estado de São Paulo y es docente de programas de posgrado de la Universidade Estadual Paulista (Unesp) y de la Universidad de Campinas (Unicamp). Su investigación de larga data sobre el Cerrado contó con diversos apoyos de la FAPESP. En el momento en que se puso en marcha el estudio en cuestión, la investigadora llevaba adelante dos proyectos (14/50710-7 y 13/24760-4) financiados por la Fundación.
“Otra forma de degradación es la explotación hasta su agotamiento de los pastizales y las sabanas. Esto es lo que está sucediendo en buena parte del continente africano. Debido a la sobreexplotación, el bioma original va perdiendo su capacidad de producir, su biodiversidad y su capacidad de prestar servicios ecosistémicos”, añade la investigadora.
El agravante, según Durigan, reside en que a poca gente le importa la degradación o la pérdida de esos biomas. Puede decirse que son “invisibles” para la mayoría de las personas, que asocian la idea de ecosistemas naturales a la presencia de árboles.
“El desconocimiento es tal que en Brasil ni siquiera contamos con una buena traducción referente al vocablo grassland. Si ponemos la palabra en Google Traductor o en otros diccionarios inglés-portugués impresos o disponibles en internet, obtendremos como resultado el término pastagem. Esto tiene un cierto sentido, ya que, grosso modo, se encuadran como grasslands todos los ecosistemas del planeta en donde existen pasturas que los animales de apacentamiento pueden comer. Pero se trata de una palabra muy vaga”, comenta la investigadora.
En Brasil se ubican entre las grasslands la Pampa, en la región sur, los pastizales o praderas de montaña en lo alto de las sierras y, extendiéndose por el centro del país, buena parte del bioma del Pantanal y prácticamente todo el Cerrado, excepto la zona conocida como Cerradão, que a decir verdad constituye un tipo de bosque empobrecido. En síntesis, pueden contarse entre las grasslands todos los pastizales y sabanas naturales que dominan algunos de los principales biomas nacionales (la Pampa, el Cerrado y el Pantanal). Pero estas pueden también existir como “islas” en medio de vegetaciones de la Amazonia, del bioma de chaparral semiárido llamado Caatinga del nordeste del país y del Bosque Atlántico.
“La propuesta de nuestro estudio y del artículo publicado consistió en mostrar la importancia de las grasslands en términos de biodiversidad y servicios ecosistémicos. Y a su vez, indicar caminos tendientes a detener la degradación y promover la conservación y el uso sostenible de los pastizales y sabanas en todo el planeta. Por eso el profesor Richard Bardgett, de la Universidad de Manchester, en el Reino Unido, quien estuvo a la cabeza del proyecto, procuró reunir a investigadores de diferentes países. La representatividad era importante para que encontrásemos un abordaje que tuviera sentido a escala global”, comenta Durigan.
Las soluciones
Las directrices que se consignan en el artículo, tendientes a que todo esto redunde en políticas públicas realmente eficaces, consisten en primer lugar en definir indicadores adecuados, que permitan evaluar el nivel de degradación y que puedan entenderse e implementarse globalmente. Una vez hecho esto, habrá que desarrollar y difundir técnicas de restauración ecológicamente efectivas y económicamente viables que contemplen los distintos intereses de la sociedad. Y finalmente, hallar alternativas de explotación sostenibles, que permitan utilizar económicamente esos ecosistemas sin degradarlos.
“Los pastizales y las sabanas resultan esenciales no solamente debido a sus servicios ecosistémicos de protección del agua, de los suelos y de la biodiversidad, sino también por la provisión de alimentos y otros productos esenciales para la vida de la gente en diversas regiones del mundo. El camino rumbo a la conservación de las grasslands no consiste en la exclusión de la gente. Existen pueblos cuya existencia y su cultura son totalmente dependientes de esos ecosistemas. Y las necesidades y las visiones de esos grupos humanos deben estar contempladas”, pondera Durigan.
Según la investigadora, el tema radica en definir diferentes “niveles” de restauración, que puedan ser aceptados, desarrollados y puestos en práctica por los distintos actores implicados. Esto se extiende desde la simple recuperación de la productividad de pasturas naturales degradadas por la sobreexplotación hasta la completa restauración de ecosistemas complejos. Cada cosa en su lugar. Las iniciativas exitosas, que son muy raras, deben compartirse ampliamente para que pueda replicárselas.
Este conjunto de medidas resulta especialmente urgente en Brasil, donde la degradación y la devastación transcurren a ritmo acelerado. Grandes fragmentos de la Pampa se están convirtiendo en plantaciones de eucaliptos destinadas a la producción de celulosa. El resecado del Pantanal, en función de la crisis climática, tiende a hacer que vastas áreas, antes inundables, se conviertan en cultivos de soja. Y el Cerrado, que constituye la sabana de mayor biodiversidad del planeta, ha perdido la mitad de su territorio, que ha dejado lugar a la agricultura a gran escala.
“Existen pérdidas irreversibles en el Cerrado. Una cosa es recuperar un bioma degradado por la explotación excesiva de pasturas. Otra es restaurar un área que ha sido alterada por la agricultura a punto tal de perder todas sus características originarias. Cuando el pasto autóctono dejó su lugar a gramíneas del género Brachiaria, de origen africano, se generó un enorme impacto. Aun así, restó una gran diversidad de flora y fauna. Pero los productores ganaderos tradicionales vienen dejándoles su lugar a los grandes agricultores. Con sus máquinas que cortan las raíces en profundidad y sus poderosos herbicidas que dejan el suelo completamente limpio, estos no dejan nada del Cerrado que existía antes”, enfatiza Durigan.
Tal como se dio a conocer en otro artículo de Agência FAPESP, aparte de la pérdida de biodiversidad y la destrucción del paisaje, un eventual colapso del Cerrado podría ocasionar un impacto hídrico de consecuencias incalculables. Sucede que algunos de los más importantes ríos de Brasil –el Xingú, el Tocantins, el Araguaia, el São Francisco, el Parnaíba, el Gurupi, el Jequitinhonha, el Paraná y el Paraguay, entre otros– nacen en ese bioma.
“La preservación y la utilización en forma criteriosa de lo que resta y la restauración al menos parcial de lo que se ha perdido, aun cuando pueda constituir un enorme reto científico, tecnológico y político, es fundamental para la supervivencia de esos ríos, no solamente como fuentes de agua dulce, sino también a causa de su potencial hidroeléctrico”, culmina la investigadora.
Puede leerse el artículo intitulado Combatting global grassland degradation en el siguiente enlace: www.nature.com/articles/s43017-021-00207-2.
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