Científicos de 16 países dieron a conocer en Science un estudio en el cual afirman que se trata de la mayor pérdida de biodiversidad adjudicable a un mismo patógeno de toda la historia (las especies del género Atelopus, como la que puede verse en la imagen, fueron las más afectadas/ Luis Felipe de Toledo)

Un hongo diezmó poblaciones de 501 especies de anfibios en el mundo
04-04-2019

Científicos de 16 países dieron a conocer en Science un estudio en el cual afirman que se trata de la mayor pérdida de biodiversidad adjudicable a un mismo patógeno de toda la historia

Un hongo diezmó poblaciones de 501 especies de anfibios en el mundo

Científicos de 16 países dieron a conocer en Science un estudio en el cual afirman que se trata de la mayor pérdida de biodiversidad adjudicable a un mismo patógeno de toda la historia

04-04-2019

Científicos de 16 países dieron a conocer en Science un estudio en el cual afirman que se trata de la mayor pérdida de biodiversidad adjudicable a un mismo patógeno de toda la historia (las especies del género Atelopus, como la que puede verse en la imagen, fueron las más afectadas/ Luis Felipe de Toledo)

 

Por Karina Toledo  |  Agência FAPESP – Un hongo microscópico de hábitos acuáticos fue el responsable de la mayor pérdida de biodiversidad atribuible a un solo patógeno de toda la historia, según afirmaron científicos en la revista Science el pasado 28 de marzo.

Este microorganismo, causante de una enfermedad infecciosa conocida como quitridiomicosis, ha provocado durante los últimos 50 años la declinación de las poblaciones de al menos 501 especies de anfibios. En algunos casos, dichas especies quedaron ceñidas a menos del 10% de su distribución original. Se cree que 91 de ellas se habrían extinguido totalmente. 

“Consideramos que ésta es una cuantificación conservadora, pues este patógeno probablemente ha causado la declinación de muchas otras especies que la ciencia aún desconoce. Este fenómeno puede ser particularmente relevante en la región neotropical [que comprende América Central e incluso partes de México y de Estados Unidos, todas las islas del Caribe y América del Sur], donde existen muchas especies que aún no se han descrito”, afirmó Benjamin Scheele, posdoctorando en la Australian National University, en Australia, y primer autor del artículo, en declaraciones a Agência FAPESP.

Los investigadores estiman que al menos el 6,5% de las especies conocidas de anfibios padeció declinaciones debido a la acción de este hongo.

“Es un porcentaje muy alto. Poseemos registros de patógenos desde la época de los dinosaurios y podemos afirmar con seguridad que ésta es la peor enfermedad que acomete a la vida silvestre de todos los tiempos”, dijo Luís Felipe Toledo, docente del Instituto de Biología de la Universidad de Campinas (Unicamp), en Brasil, y coautor del estudio.

Toledo y su alumna Tamilie Carvalho son los únicos brasileños que integran el grupo de científicos de 16 países que llevó a cabo este estudio, que contó con el apoyo de la FAPESP.

Las conclusiones que se leen en el artículo se basan en una extensa revisión de la literatura, y también en consultas realizadas con expertos de todo el mundo y en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales (IUCN, por sus siglas en inglés). 

“En el panorama global que se muestra en el artículo, Brasil cobra relieve en sentido negativo: al menos 50 especies o poblaciones se han visto afectadas, de las cuales 12 se extinguieron y 38 experimentaron una declinación. Algunas poblaciones están mostrando indicios de recuperación, en tanto que otras siguen desaparecidas”, contó Toledo.

El Bosque Atlántico, según el investigador, fue el bioma más afectado en el país. La gran mayoría de los registros de extinción aparecen desde el estado de Espírito Santo hasta el estado de Paraná. “Existen algunos puntos en donde es sabido que han desaparecido muchas especies, tales como Boracéia [en el litoral norte del estado de São Paulo], Serra dos Órgãos [en el estado de Río de Janeiro], Itatiaia [en el límite entre los estados de Río de Janeiro y Minas Gerais] y Caparaó [en el límite entre los estados de Minas Gerais y Espírito Santo]. Pero eso no quiere decir que otras regiones no hayan sufrido impactos. Sucede que sencillamente no contábamos con un muestreo tan completo como el del Bosque Atlántico”, dijo. 

Una enfermedad fatal

La quitridiomicosis es causada por dos especies de hongos del género Batrachochytrium. El B. salamandrivorans afecta únicamente a las salamandras y nunca se lo detectó en Brasil. En tanto, el B. dendrobatidis se encuentra presente en todos los continentes y acomete a los tres grupos de anfibios: los anuros (sapos y ranas), las salamandras y las cecilias o serpientes ciegas.

El patógeno se aloja en las células de la piel de los ejemplares adultos, perjudicando su respiración y llevándolos a la muerte por paro cardíaco. En los renacuajos, el hongo parasita la zona de los labios y los dentículos, dificultando la alimentación y comprometiendo su crecimiento.

De acuerdo con el estudio dado a conocer en Science, el grupo de los anuros –el 89% de las especies anfibias– fue el que sufrió la mayor cantidad de declinaciones severas (el 93%) por ser también el más abundante. Las regiones tropicales de Australia y de América Central y América del Sur fueron las más afectadas, en tanto que Asia, África, Europa y América del Norte muestran cifras “notablemente bajas” de declinaciones.

Las principales víctimas fueron las especies de distribución geográfica restringida y cuerpos grandes, habitantes de zonas húmedas y con hábitos acuáticos perennes, toda vez que el Batrachochytrium libera sus esporas en el agua y éstas logran nadar hasta infectar a otro huésped (vea el video).

Según Toledo, algunos géneros de anuros se mostraron particularmente susceptibles a la infección, como es el caso del Atelopus, con especies existentes entre América Central y América del Sur, desde Costa Rica hasta la Amazonia brasileña.

“El pico de las declinaciones se registró en la década de 1980, tal como lo demostramos en un estudio anterior, y la enfermedad sólo fue descubierta en 1998. Esto perjudicó los trabajos, pues cuando detectábamos que las especies estaban declinando o extinguiéndose no teníamos idea del motivo”, dijo Toledo.

La hipótesis que sostienen los expertos mayoritariamente, dada a conocer en 2018 también en Science, indica que un linaje virulento de este hongo, originario de Asia, habría llegado a América Central durante el último siglo y se habría propagado por todo el continente sudamericano. Se cree que este proceso habría sido favorecido por el transporte de anfibios, tanto para el consumo humano como para abastecer al mercado de mascotas.

“En Mesoamérica, donde creemos que los anfibios no habían tenido contacto previo con este hongo, muchas especies fueron totalmente diezmadas. En Brasil, donde la enfermedad existe al menos desde el siglo XIX, algunos animales ya habían desarrollado resistencia y el impacto parece no haber sido tan grande”, comentó el investigador.

En el artículo más reciente, los científicos afirmaron que “la letalidad sin precedentes de una sola enfermedad que afecta a un tipo entero de vertebrados pone de relieve la amenaza de propagación de nuevos patógenos en un mundo globalizado”.

Para los autores, la implementación de políticas de bioseguridad efectivas y una disminución inmediata del comercio de vida silvestre son medidas “urgentemente necesarias” con miras a reducir el riesgo de propagación de nuevos patógenos.

“Debido a que la mitigación de la quitridiomicosis en la naturaleza sigue siendo incierta, se hace necesario realizar nuevas investigaciones y un monitoreo intensivo con tecnologías emergentes, a los efectos de identificar mecanismos de recuperación de especies, como así también urge desarrollar nuevas acciones de mitigación para especies en declinación”, sostuvo Scheele.

Puede leerse el artículo intitulado Amphibian fungal panzootic causes catastrophic and ongoing loss of biodiversity, de Ben C. Scheele et al, en el siguiente enlace: science.sciencemag.org/cgi/doi/10.1126/science.aav0379.

 

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